domingo, 7 de octubre de 2007

"Monky" Tieffemberg

MONKY


Músico de alma, dibujante excelso, hombre generoso, gestor cultural, gran esposo, padre ejemplar, amigo de “fierro”... Sin siquiera haberlo conocido y sin miedo a equivocarme es que hoy tiro estas cartas sobre la mesa. Daniel Tieffemberg fue todo eso y mucho más, ¿y cómo lo sé? Porque lo siento de la gente que lo quiso y estuvo cerca de él. Lo sé porque “La Roja” se emociona cuando me cuenta las anécdotas de su marido, mientras revolvemos cajas y cajas con dibujos, fotos, letras y tanto material que conserva en su casa y que, recién ahora, se anima a mirar. Lo sé porque los músicos de la ciudad lo recuerdan con mucho entusiasmo y pasión. Lo sé al releer viejos reportajes donde daba sus opiniones tan lúcidas sobre el arte como sobre la vida misma. Lo sé porque al armar este suplemento, casi todos los que participan han manifestado su dificultad para expresarse por más que la consigna fuese libre. Y sí, es cierto que un suplemento no sirve para llenar un vacío ni para dar cuenta del afecto que se le tenía, pero sirve para reconocer a una gran persona, a un profesional, cuyo legado cultural debemos potenciar. En las páginas que siguen, sus amigos lo recuerdan de diferentes maneras, ya sea con un epígrafe en alguna foto, contándonos una anécdota, escribiendo algún poema o con algún dibujo en su técnica preferida... Publicamos una letra de canción de su hija Dana para su grupo “Marioneta Mundana” y un agradecimiento de “La Roja” para aquellos que estuvieron y están siempre. Entre fotos y dibujos de Monky, hacemos pública una canción que escribiese a sus 18, pero que hoy (a tres años de su desaparición física) se colma de sentido.




Darío Falconi







MUERTE
Por Daniel “Monky” Tieffemberg (1978)

Quizás espere tranquilo
ya sin miedos, ni nostalgia
junto a un montón de recuerdos
la llegada de mi barca.

Y de pronto la veré
difusa entre la bruma negra
sus velas no se hincharán
pues no necesita al viento
para andar... para andar.

Me tomaré de su mano
ella me guiará
entre coros silenciosos
quizás a un nuevo despertar...

Y tendré un millón de flores
muriéndose de impotencia
palabras nunca escuchadas
hasta el fin de mi existencia.

De las lágrimas que caigan
quizás pueda rescatar
algunas que realmente
quieran mi rostro mojar.

Una flor se abrirá paso entre la tierra que me cubra
y una canción inaudible, resbalará por las ramas de algún árbol...
para quemarse en el sol...





SITUACIONES
Por Dana Tieffemberg

Llega esto otra vez
y he logrado comprender
que es algo eterno
y pronto podré renacer.

Mientras mi padre abría sus alas
para dejar este lugar
yo me hundía en un abismo
ahogándome con la realidad.

Sentía el cambio a mi alrededor
sentía el cambio en mi interior
y para dar un paso más
aprendí a ver el sol.

Llega esto otra vez
y he logrado comprender
que es algo eterno
y pronto podré renacer.






GRACIAS
Por Nancy “Roja” Camandona

El amor trasciende la barrera de la muerte.
Doy gracias de haber compartido la mayoría de los años que tengo de vida con él.
Poder disfrutar de Dana, nuestra hija, que me llena de orgullo como lo hizo también él, aún ahora que no está con el reconocimiento y los homenajes.
El legado que deja para ella de honestidad, solidaridad, el afecto que supo despertar en los demás y que se manifiesta para con nosotras cotidianamente.
Y los amigos... nuestros amigos, que nos contienen todos los días y hacen más llevadera esta terrible ausencia.









LUCES
Por “Cuini” Chiappero
(un 3 de octubre de 2007, cerca de las 23 horas...)

Cuánta ciudad
Cuánta sed
Y tu un hombre solo...

Luis Alberto Spinetta


El rock, aquella vieja cobija, nos unió en nuestra adolescencia. Anduvimos bajo su manto algunos años, un montón de pibes, buscando en la música, las letras y por sobre todo en los músicos, algo que nos dijera que "no todo está perdido". Encontramos refugio por supuesto; y así miles de mágicas y honestas almas se cruzaron con las nuestras, se conocieron, amigaron, compartieron y le brindaron al mundo todo 10 que en su interior había.
Después tengo para mi un laberinto construido durante muchos años. Una torpeza individual que me extravió de tantos amigos y afectos, entre ellos el del Negro. Cuando pienso en las cosas que podríamos haber hecho, me da una bronca de aquellas, tanto tiempo tirado en giladas y el Mono ahora no está...
Después de despedir al Turco y al Monkee, comienzo a darme cuenta, quizá un poco tarde, que las cosas importantes de la vida son como decía el Negro Dolina " el amor y el conocimiento" , y no hay nada más...
Allá en el fondo de mi alma, hay heridas que nacieron sin que tuviera tiempo de darme cuenta, pero también están las luces entrañables del Monky, iluminando mis pasos hacia el reencuentro...
Nos vemos Tieffemberg...





OTRO CAFÉ
Por César “Titina” Bravín

No estoy seguro de que no vaya a tomar otro café con él. Los únicos indicios reales de que no está acá, son las constantes señales de “ayuda” que tenemos en Motorblues venidas desde “otro lado”. No soy creyente de esas cosas, pero Monky me está haciendo dudar. Seguro está con el “Turco” Meinardi riéndose del mundo y digitando “gambas” para sus amigos del rock (como siempre).
Mientras tanto no olvido la gira por Mar del Plata, su encuentro con Pappo y mil tazas de café con sus respectivos puchos cortados al medio, que sigo intentando en vano que tengan el mismo sabor.
Un amigo. Con él conocí el espíritu del rock, estoy orgulloso de que me haya incluido entre sus amistades.
Monky, dejate de joder con tus mambos y volvé al café que te necesito.





MI RECUERDO DE MONKY
Por Enrique “Cacho” Aiello
(1 de octubre de 2007)


CAPÍTULO UNO
Músicos plomeando amplificadores, columnas llenas de parlantes y rústicos micrófonos -la mayoría de ellos, prestados. Invadiendo las paredes con afiches en la medianoche villamariense, diseñados y fabricados artesanalmente por el cantante de Eclipse.
Pariendo apasionadamente los primeros latidos de nuestro rock local, escribiendo y compartiendo nuestras primeras canciones, hechas de pedazos de nuestra adolescencia.
Así nos conocimos con Daniel Tieffemberg, con Monky, con el cantante de Eclipse.

CAPÍTULO DOS
Se disuelve otro cubo de azúcar en la taza de café, que sostiene la mesa enchapada en fórmica, de “La Madrileña” de los ‘80. Frente a mí, el inefable Turco Meinardi, discutiendo algún riff de Deep Purple ó un pasaje de La Biblia según Vox Dei. Allí nos hicimos cercanos con Monky.

CAPÍTULO TRES
Todo el mundo me habla como un Monky,
¿lo has sentido alguna vez?,
todo el mundo me ve como un Monky,
Monky es lo que quiero ser.

Sentados frente al reproductor de CD, escuchando un demo de la canción que escribí impulsado por uno de los pocos gestos genuinos que recibí al volver después de 12 años, frente a la frivolidad local.

CAPÍTULO CUATRO
En el auditorio Antonio Sobral, parados en el corredor, nerviosos, maravillados, viendo a nuestras respectivas hijas, Dana y Julieta tocando una canción juntas.
No voy a contar lo que hablamos esa noche… pero bastó con mirarnos…

podría desglosar de igual modo, decenas de capítulos más que compartí con Monky, el cantante de Eclipse.

Perdimos algo en el camino…
Perdimos a un tipo de ley, un soñador, honesto, fiel y generoso,
un esposo enamorado y un padre dedicado.
Estoy seguro que desde aquel oscuro día, los que algunas vez estuvimos cerca de él, perdimos algo.





CRI-CRI, DIJO UN GRILLO
Por Hernán Jaime


No recuerdo bien si fue un jueves o un viernes, lo que sí sé, es que algo había fallado en la promoción del show porque entre la banda y el público presente no superábamos las 15 personas.
Fue en el verano de 2001, cuando en Kinoto viejo (por ese entonces nuevo) hacíamos recitales de rock donde la entrada era gratis porque para llegar a un recital te gastabas la plata en un taxi.
Nos sentamos en una mesa al fondo del lugar con Martín, José, Tuta y Mariano. Más adelante, en otra mesa, estaban la Roja, Maricel y la mujer de Stocchero (creo). No había nadie más en el lugar... sólo el Kinoto que miraba desde la barra y desde luego la banda integrada por el Pato, Tatusa, Stocchero y Monky.
Sí señores, tocaba "Damas gratis" y habíamos viajado hasta allá para verlos (aunque nunca me gustó el heavy). Empezaron a tocar dos horas después de lo anunciado, tal vez esperando a que llegue alguien más...
Tocaron covers de Led Zeppelin y Deep Purple, creo, además de sus canciones. El show sonó fuerte y ensayado pero en el ambiente se percibía un gran contraste luego de los aplausos y al terminar una canción. Era el silencio.
El silencio era bastante profundo e inhibidor. Sin embargo, Monky enseguida aprovechó para divertirse con esa situación y acotar rematando frases como "cri-cri... dijo un grillo" (señalando el lugar donde supuestamente estaba el grillo) logrando así que nos cagáramos de risa en ese momento de difícil interacción entre el público y la banda.






DIOS Y EL DIABLO
Por Eduardo Cichy


Dios y el Diablo
son una misma cosa.

Él es tan perfectamente
un hijo de su madre,
que cuando se aburre,
escribe páginas oscuras
en la vida
y las firma
con su seudónimo malvado,
para no arruinar
la reputación
de su buen nombre.

Hoy, por ejemplo,
me pintó
las teclas del piano
todas negras.







CUANDO LA TINTA SUENA
Por Raúl Olcelli

Suena límpida a pesar de su negrura azabache, suena pura y eso que sale con cuero y tachas.
Y por sobre todo, madura, porque es la conjunción de años de dale que te dale a las teclas, y tal vez ése el único legado a los jóvenes de hoy y el tributo que se le puede rendir cuando de interpretar se trata, una melodía cualquiera que sea: y si es muy elaborada, mejor.
Porque era eso, un fanático de la elaboración y composición en la mejor de sus formas, ya sea cuando empuñaba un Perry 341 con tinta Rotring y desandaba en tiras tan autóctonas como profesionales sus cuadros dedicados al personaje que el guionista le indicaba o cuando de su casa de San Luis al 800 salían colores al vuelo hecho rock sinfónico de Emerson Lake and Palmer.
Eso.
Recordar al Monky para mi es eso: aquel inmortal himno que los EL & P popularizaran y que él interpretaba magistralmente junto al “Cortito” Otoño en la bata y el “Gato” Pedraza en la guitarra, o simplemente cuando desde su casa salían sus inconfundibles acordes cotidianos.
Y claro que no pasaba desapercibido: un “coso” de esos que andaba todo de negro, todo “hard”, pelo largo y lentes oscuros, que le gustaba música “rara” y encima era dibujante, claro que no pasaba desapercibido y menos cuando éramos muy adolescentes donde todo era verde militar estridente.
Y eso fue hasta el final, así.
Siguió igual, no se vendió, no transó, no fue un mediocre, sólo adaptó en todo caso su libreto para poder parar la olla junto a su familia justamente porque sólo se trata de vivir.
Pero la pureza de su ser estuvo siempre intacta.
Podría haberle puesto dibujo a los guiones de Oesterheld tranquilamente como lo hizo el viejo Breccia, porque dibujaba como él, como los grandes, como Altuna también pero era de acá, de acá a la vuelta y no se quería ir porque éste era su lugar.
Si acá en la villa existiera uno de esos programas exististas onda “Gen Villamariense” y de dibujantes se tratarían la opción sería sin duda entre el Monky o Nino Menardo, sin dudas.
En el dibujo su trazo era suelto pero seguro , y era de los ilustradores 4x4, de esos que se adaptaban a todos los terrenos aunque tenía sus preferencias, claro, al igual que en la música. Dibujó aquí para nosotros en El Diario y también diagramó y armó paginas, como lo hizo en infinitas publicaciones de la ciudad como la recordada Río de Pájaros o el País del Interior del Negro Montes donde fue cofundador.
Y de bien que estaba llegó el final, así.
Y a todos nos golpeó duro y decir que él perdura en las tintas, en la música y todo eso, es de relativa credibilidad porque a su familia seguro que con todo eso no le alcanza, un poco como a nosotros justamente, porque en aquellos tiempos cuando se fue, el estaba por dibujar otra vez en El Diario.



LA GENEROSIDAD DE MONKY
Por Jorge “El Gordo” Cabral

En 1976 conocí a Monky. Fue en el primer recital de rock que se hizo en Villa María. Yo estaba con “el negro” Páez porque habíamos ido juntos a ver el evento. Yo era rockero viejo pero no sabía que había grupos de rock de acá.
En un momento dicen “acá están los que organizaron el festival”, ¿quiénes serán estos decíamos?, ¿serán de Córdoba? Pensábamos. Los músicos se tiraban al suelo, tocaban con un dedo... y yo le digo al negro, “mirá estos se vienen a burlar de los de Villa María, ¿querés que vamos y les demos un palizón a estos tipos?” Bueno vamos dijo el negro Páez. Ya todo estaba terminando. Había un bajista, que era el “Pucho” Ponce, se notaba que ya tenía clase. El negro le pidió la batería a alguno y conmigo formamos un trío al momento. Y no sabíamos que hacer para que la gente no se fuera, entonces largamos con “Humo sobre el agua”. Y empezamos a tocar y le dábamos masa a todo, y se distorsionaba todo. Metimos unos temas de Creedence y ya se empezó a volver la gente a revolear camperas y hacía como 60º de calor ahí dentro. Entre ese calor, la adrenalina de tocar, me bajé del escenario y cuando bajo, me agarraron los vagos y me subieron de nuevo. Ahí lo conocí a Monky, se presentó y charlamos un rato. Alguna vez también toqué con él y el “Corto” Otoño y otros chicos que no están más ahora.
Pasan los años, más o menos en el 2000, yo tenía la imprenta y un día trabajando me corte un dedo, vos lo veas así impecable (y nos muestra el dedo en perfectas condiciones) pero me lo cortó casi hasta la falange completa. Levanté la guillotina, el dedo estaba en el otro lado, lo junté y lo puse en una cubetera y salí para el hospital. Me lo cosió el doctor Maldonado, que era guitarrista, porque ninguno de los médicos de guardia lo quería hacer. Me dijo que me iba a hacer una bolita de carne, “yo quiero mi dedo le dije, y apúrense que después no va a servir más”. El médico me decía que no iba a agarrar, de 500 casos quizás uno salga bien. “Vos dale le dije yo”. Me lo cosió él y un enfermero, después me dieron una pastilla para que no me durmiera y me pidieron que lo oliera a cada rato. Con decirte que ni la uña se me puso negra, con eso te digo todo. Y así pude seguir tocando la guitarra.
Después vengo al negocio a seguir laburando, porque yo laburaba siempre solo y cae Monky. “Che me enteré, ¡pero vos estás loco! Tomá, en el banco tengo dos mil dólares y olvidate de laburar. Vos sos guitarrista, te cuidás el dedo, porque vos sos una leyenda.” Finalmente le dije que no, pero ninguno de los amigos que yo tuve hizo eso por mí. Yo seguí laburando y todos los días pasaba Monky a ver como estaba, a saludar y charlar un rato. Por eso recuerdo esta anécdota, que para mí es una gran anécdota.
















Viejo... Así te recordamos... Deja que haya rock...
Previa de recital Rob Halford – Iron Maiden (2001)
Estadio Velez Sarsfield

Pichi Ramírez







(*) Publicado en EL DIARIO DEL CENTRO DEL PAÍS, el domingo, 07 de octubre de 2007.-