jueves, 25 de diciembre de 2008

Una nota de puta madre. Apunte sobre las "malas palabras"

UNA NOTA DE PUTA MADRE
APUNTE SOBRE LAS “MALAS PALABRAS”








Son el mejor ejemplo de cómo funciona el sistema de la lengua. Se crean, se reproducen y mueren con tanta rapidez que nos asombra. Las utilizamos para descargar nuestras energías, para demostrar admiraciones, como apelativo para comunicarnos con amigos, para expresar la inmensa felicidad o para insultar nuestra mala suerte.
En esta nota intentamos despuntar el tema acercarnos a sus orígenes, los usos, la riqueza de su inventiva y hasta nos preguntamos qué hacer con ellas; son esas expresiones que no conocen de raza, posición social, edad, ni sexo, con ustedes las “malas palabras.”




Siempre recuerdo el anecdótico momento en que una de mis sobrinas de Río Tercero le decía a su madre, “—Vamos a la casa de la abuela Ana y del abuelo Ano”. Y todos reíamos a carcajadas.
En esa construcción armada sobre la base de asociar la “a” final como letra que define a lo femenino y la “o” como la que se ocupa del género masculino, Ruth resolvió la necesidad de expresar sus ganas de venir a casa mis padres.

Mi madre se llama Ana, pero mi papá Jorge… ¡¿?!
De estos ejemplos hay montones en los niños que comienzan a manejarse con el lenguaje, ese sistema de símbolos y signos que le permitirán poder saciar sus necesidades más pronto cuando los adultos comprendan lo que requieren, logrando de esta manera, como dice John Austin, hacer cosas con palabras. Y mientras van aprendiendo a pasos agigantados el uso del lenguaje, los pequeños son permeables de adquirir todo lo que la sociedad considera bueno, pero también lo que se considera malo. Allí ingresan las denominadas “malas palabras”, ese compendio tan amplio de expresiones, poderosamente reproducible (en el sentido de creación constante de nuevos términos) y que la comunidad lingüística considera tabú, por lo tanto prohibido, reprochable, censurable...
Sucede a menudo que todo aquello prohibido genera curiosidad (¿sino, pregúntese por qué razón usted está aquí?), esto por un lado; y por el otro, el deseo de rebelarse, de trasgredir ciertas normas establecidas. Existen sobrados ejemplos en distintos ámbitos que certifican esta aseveración.
Pero volviendo a los niños, es interesante ver/escuchar como ellos recurrirán a esta estrategia para hacerse notar. Aunque no sepan el significado de las palabras que expresan les resulta poderosamente llamativo decirlas, ya que les encanta el efecto que producen en los demás. Cuando mi sobrina llamó a su abuelo “Ano” en vez de “Jorge” y descubrió que todo el auditorio familiar se desternillaba de la risa, supo que había encontrado sus minutos de fama. También supo que cuando fuese la responsable de alguna travesura, la emisión de esa palabra mágica de tan sólo tres letras, la haría salir ilesa de recibir los retos, las penitencias o algún chirlo bien merecido. Créame lector que fue así.

¿CÚANDO UNA PALABRA ES MALA?
Lingüísticamente, las “malas palabras” son el mejor ejemplo de mostrar en carne viva como funciona el lenguaje y también son las que se producen en mayor cantidad.
Sergio Bufano y Jorge Perednik, diferencian en su “Diccionario de la injuria” (Losada, 2006) las “malas palabras” del “insulto”, caracterizando a las primeras como obscenidades, aquellas que están destinadas al ámbito público y ofenden a la moral y el buen gusto; en cambio, el segundo término está ligado al uso, ofende a alguien en particular y está gestado en el ámbito privado, aunque después pueda pasar al ámbito público, su intención nació allí.
Según estos autores el nacimiento de una palabra tiene dos orígenes, uno popular y otro erudito, en ambos casos el ingreso de una palabra al lenguaje, su permanencia y egreso depende nada más de la comunidad; es ella la que decide consciente e inconscientemente que t
érmino se queda, que término se va o si se otorgan nuevos valores semánticos (significados) a los mismos.
Nótese que hay ciertas palabras que han persistido al paso del tiempo y hay otras que sólo nacieron y vivieron por una temporada; no pretendo dar muchos ejemplos porque quiero conservar mi trabajo en Nativa, pero póngase a pensar lector y brotaran sin mucho esfuerzo.

PALABRAS MALAS O CONSTRUCCIONES PELIGROSAS
Es interesante ver y saber que las palabras en sí mismas no son buenas, ni malas, son amorales; el mejor ejemplo de ello es el lexicón, popularmente conocido como diccionario. Si leemos del mismo “planta herbácea anual, de hojas grandes y enteras, flores pequeñas y amarillas y raíz carnosa comestible”, no nos dice más que la descripción de un “nabo”; pero cuando alguien nos dice, “tu hermano es un nabo”, ya esa palabra toma otra connotación y se ejecuta como un insulto. Peor aún si se lo adereza y se lo enriquece logrando otras construcciones como “tu hermano es un reverendo nabo”, ¡¿qué tiene ver la religión, con la planta y con mi hermano?! No sé, pero que uno se ofendería al recibir estas palabras seguro que sí, porque
sabe que lo están agrediendo.
Muchas veces, se convierten en insulto palabras que no fueron creados con esa intención, ahí reside la versatilidad de la palabra: “sos un negro”, “bolita” (por boliviano), etcétera… cuando negro ni boliviano, en sí son insultos, hasta debería ser un orgullo ser de tal color de piel o hijo de cualquier país de este mundo.
Los insultos se abren ampliamente como un abanico y toman elementos de los más diversos para nutrirse. Mencionaremos a continuación algunos ejemplos (suaves) que vienen al caso:
Verduras: dijimos recién “nabo” que es una planta, pero también una manera de decir que alguien es un inútil, bueno para nada o connotaciones similares; zapallo, “collar de sandías”…
Animales: es muy común vincular a alguna persona con la características propias de algún animal; cerdo (“comiste como un cerdo”), vaca (“estás gorda como una vaca”), perro (“sos un perro, jugando al fútbol”), venado (“Germán es un venado”), burro (“¡no podés ser tan burro!), etcétera.
Características físicas o defectos: cuando alguien quiere agredir, un clásico es resaltar los defectos físicos de la persona en cuestión; narigón, enano, flaco, rengo, ojudo, pelado…
Preferencias sexuales: todo aquello que tenga que ver con la sexualidad y el tabú son materia prima para el escándalo y la ofensa; maricón, traga balas, torta, proxeneta, etcétera.
Religión, nacionalidad o color de piel: judío, bolita, chinaca…
Enfermedades, desastres y afines: cuando se emplea el uso de alguna enfermedad para referirse a un individuo o colectivo de individuos que causan inconvenientes o molestan de alguna manera; “sos el cáncer de esta fábrica”, “esos críos son una plaga de langostas”, “Graciela es un terremoto”…
Diminutivo: el empleo del diminutivo, tan común entre nosotros los cordobeses, muchas veces empleado para referirse a alguien con cariño, también sirve para que la palabra suene más cruel; sirvientita, putita, pendejito…
Ironía: la ironía es uno de los recursos que se emplea muchísimo y hay que estar con cierta preparación para saber cuando son irónicos con nosotros mismos. Es un arma muy efectiva y se consiguen los efectos más memorables con ella; su empleo está reservado a
personas más ricas y desenvueltas de vocabulario que hacen uso de esta forma inteligente. Si bien el empleo de insultos, improperios, y otras atrocidades no es aconsejable, la ironía está un paso más adelante y se rescata de ella la preparación que se tiene para emplearla, en comparación con el insulto fácil, recurrente y chabacano.
Decir palabras en otros idiomas o crear pseudopalabras sin que el receptor de la misma las comprenda; dado que lo que se pretende es que el otro no entienda lo que uno dice, el enunciado se transformaría en una burla.

LOS PRIMEROS INSULTOS
Las “malas palabras” y los insultos son tan antiguos como la sociedad misma. Su primer registro, según Bufano/Perednik vine de las Santas Escrituras. Aunque parezca irónico, el primero que insultó fue el mismísimo Dios al decirle directamente a la serpiente “maldito”, palabra que emplearía contra Adán y Eva, luego contra Caín por asesinar a su hermano Abel y el eco de ese insulto se escuchará en todos los textos que le siguen. También la serpiente insultaría a Dios diciéndole que los motivos por los cuales les prohibió comer los frutos de cierto árbol “no son ciertos”, por lo que lo estaría llamando, en definitiva, mentiroso.
De esta manera ¿paradójica? tenemos los primeros insultos registrados en Occidente. De allí en adelante son muchísimos los textos donde se da cuenta y reproducen insultos (véase más adelante “Las malas palabras en la literatura”).

OTRAS CARACTERÍSTICAS
La característica inmanente e inherente a las “malas palabras” y los insultos es la energía que concentran y que se vacía o se calma cuando uno la descarga al aire libre o contra alguien.
Los insultos cobran vida de acuerdo al contexto en el que se encuentren, ya sea para agredir al otro, para agredirse a uno mismo, o para exteriorizar alguna alegría o admiración por alguien. Cuando uno lanza a viva voz un “hijo de puta” (y lo escribo con todas las letras, siguiendo al recordado Fontanarrosa que decía que poner puntos suspensivos para sugerir una mala palabra era triste y absurdo) esa hermosa construcción que todos usamos alguna vez, podemos significar muchas cosas. Por un lado, la ofensa más grave que a uno se le puede hacer, insultando a la madre que nos dio la vida; por otro, admiración total para un congénere o persona que ha cometido la gran hazaña “¡qué hijo de puta, cómo juega a la pelota!” Y cuando l
argamos un “hdp” (abreviatura eufemística para decir lo mismo que el párrafo anterior) nos damos cuenta de que no suena con tanta fuerza, tampoco llegaría con la misma intensidad si definiéramos el término al proferirle a alguien “¡Sos un descendiente de un mujer que desarrolla su trabajo en el comercio sexual!”. Pasaríamos a ser un tipo raro, hasta pensarían que no estamos bien de la cabeza. Sintetizando, cuando hay que putear, hay que putear con todas las letras.
También es cierto que las “malas palabras” cambian o significan refieren a diferentes cosas, de acuerdo al país, la provincia, la ciudad y hasta el barrio en que uno se encuentre. Me resisto un poco a dar estos ejemplos porque todo el mundo los conoce, el “pelotudo” para España sería aquella persona valiente, que tiene pelotas, cojonudo; mientras que en nuestro país como en varios otros insinúa un insulto.
Debo decir además que generalmente uno expresa un insulto contra alguien, también consigo mismo cuando comete algún error o se golpea física o moralmente; pero en ocasiones también el empleo de “malas palabras” tiene la intención se satisfacer la necesidad de sacar una energía positiva surgida por la obtención de alguna buena noticia, una cuestión emotiva, de alegría inconmensurable que necesita salir de nosotros mismos.
Con el subtítulo de “verdad, mentira y arte del insulto” los citados autores del Diccionario de la injuria, resaltan otras características del insulto. Ellos dicen, con justa verdad, que todos tenemos algunos secretos que no queremos contar o a veces recordar, sucesos que han pasado o ciertas características en nuestra personalidad que no queremos dar a conocer, todos, en cierta forma, tenemos secretos muy bien guardados. Entonces, cuando alguien sale a relucir estos secretos, nos molesta mucho y declaramos no grata a la persona que se ocupó de develarlas. Esto es así cuando lo que se nos dice o se hace vox populi es verdad. Pero también es cierto que el insulto no requiere de verdad, cuando a alguien se le dice “hijo de puta”, esta aseveración puede ser cierta, pero no todos somos hijos de una prostituta. La conclusión de esto es que el insulto no tiene pretensiones de ser verdadero ni falso, sólo quiere incomodar y golpear la moral pública o privada.
Aunque no las definiremos (por cuestión de espacio) estas son algunas formas de las “malas palabras”: adulación, blasfemia, calumnias, falso testimonio y perjurio, frivolidades, hipocresía, insultos, ironías hirientes, juicios temerarios, maledicencia o críticas, mentira, vanagloria o jactancias… y el catálogo se amplia constantemente.

LA “MALAS PALABRAS” EN LA LITERATURA
El aporte que ha realizado la literatura a la cuestión de las “malas palabras” o “voces malsonantes”, según Amado Alonso, ha sido valiosísimo, se trata de alguna
manera de suavizar (si se quiere) estas expresiones que al ser dichas por escritores de prestigio o personajes de sus textos, le dan un toque de anestesia para el escándalo. Reproducimos tres aportes (tomados del libro de Bufano/Perednik) para ejemplificar, téngase en cuenta el tiempo en que fueron escritos y el contexto en cuestión:

“El farmacéutico se levantó, extendió el brazo y haciendo chasquear la yema de los dedos, exclamó ante el mozo del café que miraba asombrado la escena:
—Rajá, turrito, rajá.
Erdosain, rojo de vergüenza, se alejó. Cuando en la esquina volvió la cabeza, vio que Ergueta movía los brazos hablando con el camarero”.
(Roberto Arlt, Los siete locos).

“—Por Dios –dijo Sancho- que vuesa merced me trae por testigo de lo que dice a una gentil persona, puto y gafo, con la añadidura de meón, o meo, o no sé cómo.”
(Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha).

“A un oficial nietzscheano que gritó: ‘¡Primero morir que entregar el barco!’, lo tiraron por sobre la borda después de largarle un insulto que, en idioma teutón, debía significar algo así como ‘la puta que te parió’.”
(Alejo Carpentier, El recurso del método).

¿QUÉ HACER CON LAS “MALAS PALABRAS”?
En varias oportunidades, nos encontramos en la situación de resolver que hacemos con estos términos, nos lo planteamos como educadores, como periodistas, como padres de familia, como usantes de un idioma que nos liga a una sociedad cada vez más desinhibida.
Al respecto, reproduzco un fragmento de una entrevista que le hiciese al Lic. Enrique Doerflinger sobre el tema en cuestión,
“hay que procurar que los chicos las eviten, pero no ponerse en una perspectiva moralista, de escandalizarse; se debe incentivar desde el hogar, la escuela y los medios de comunicación (tema aparte porque estos, en especial la TV, son los principales productores de malas palabras)… De algún modo hay que procurar de que nuestro lenguaje se enriquezca con todo lo maravilloso que tiene la lengua, y no me refiero a que debamos hablar con un lenguaje florido o cargado de imágenes barrocas; hay que hacer el uso de otros recursos lingüísticos, que cuando una persona no está lo suficientemente educada lingüísticamente no los maneja, como la ironía. Al mismo tiempo en que son efectos comunicativos determinados sería bueno que puedan ser juegos ingeniosos del lenguaje, esto tiene que ver con el desarrollo de otras potencialidades con el lenguaje, antes que recurrir al recurso fácil del improperio reiterado.”
Hay que destacar también, que la inventiva en materia de forjar “malas palabras” no se detiene y nos sorprende ver/escuchar (más en Córdo
ba donde el humor es una vertiente de complejos vitamínicos para el lenguaje) cuán pensado son los términos que se crean con este fin. Los apodos a políticos, de amigos y demás son de una inventiva notable, al punto tal que más de uno diría que, si fuéramos igual de buenos para el trabajo, Argentina sería un país del primer mundo.
Las “malas palabras”, como fenómeno de la lengua que es, crece día a día y eso es positivo, porque da cuenta que la sociedad está cambiando y el lenguaje se va enriqueciendo; lo importante no es eliminarlas, es adecuarlas al contexto en el que nos encontremos y que de usarse como improperio, sean el sustituto ideal de la violencia física.



(*) Publicado en revista cultural Nativa (Villa María), Año 4, edición Nº26, Diciembre de 2008 (nota ampliada).-


domingo, 21 de diciembre de 2008

Javier Arenas: Con aire de locutor y Periodista

ENTREVISTA
JAVIER ARENAS
CON AIRE DE LOCUTOR Y PERIODISTA


Lunes 19 de mayo de 1986.
Un joven de 15 años sale de la Escuela Superior de Comercio y transita las calles de su pueblo, con el objetivo fijo de leerle a la ciudad. Es el vocero del Obispado, cuyas palabras se escucharán en un informativo religioso. El dial marca 930 en Amplitud Modulada, pionera emisora que se convertiría con los años en su casa de siempre. Llega… la luz de “en el aire” se tiñe de rojo y tiene sus 15 minutos de fama. Culmina su lectura y regresa a la institución educativa a continuar con sus estudios nocturnos.
Por aquel entonces, lo incitarían a formarse en la Capital provincial llegando a recibirse de periodista en el Colegio Universitario de Periodismo “Obispo Trejo y Sanabria”. Hijo de esta tierra, Javier será también Locutor Nacional egresado del ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) dependiente del COMFER (Comité Federal de Radiodifusión).

Lunes 8 de diciembre de 2008.
Acaba de culminar otro ciclo de su programa periodístico con invitados que denominó “En voz alta” (
www.envozaltalv28.com.ar). Desempeña una importante tarea para la UNVM uniendo la institución con los medios radiales de casi 50 localidades. Recientemente estrenó junto a elenco amigo el radioteatro “La casa de Bernarda Alba”, proyecto integral y novedoso para la ciudad.

Veintidós, casi 23 almanaques han caído desde aquellas incursiones de un colegial muchacho que empezaba a descubrir su vocación. Sentado en el living de su departamento en un mullido sillón, veo sobre mis piernas una bandeja con café humeante y un vaso con jugo fresco. Levanto mi vista, lo observo y asiento con mi cabeza el relato de sus inicios profesionales. “—Yo estudié de grande”, me dice y buscando más detalles le consulto.



—¿Por una sugerencia de Monseñor Disandro?
—Claro, de todas las vueltas que doy voy a parar al Obispado y ahí estaba Monseñor (Alfredo Guillermo) Disandro, que es quien me dice que tenía condiciones y que tenía que estudiar. Yo le dije “está bárbaro Monseñor, pero yo no tengo plata”, aparte en Villa María nunca hubo, ni actualmente hay para estudiar periodismo ni locutor. Entonces me dijo que el Rector de la Escuela de Periodismo de Córdoba era ahijado de él y le iba a pedir una beca. En esa época, para ser locutor, decía la reglamentación que uno debía ser periodista, entonces el que no le gustaba tenía que bancarse todas las materias de periodismo; pero a mí siempre me gustaron las dos cosas, siempre estuve feliz. Yo siempre digo que tengo un 50% de locutor y un 50% de periodista. Yo me enamoré de el aire, eso de poder estar en contacto con la gente y personificarme a través de mi voz, mucha gente se identifica con lo que digo, con la forma que yo pienso, con la forma que yo actúo, cómo pregunto; siempre digo que yo quiero preguntar lo que la gente quisiera saber. Ese es el perfil que yo trato de transmitir, de estar seguro, de ponerme a estudiar antes de que el invitado llegue, de conocer su trabajo antes, ¿no? Siempre está la curiosidad del periodista y por el otro la posibilidad del locutor de embellecer esa palabra, el periodista busca la información, la trabaja y el locutor tiene la obligación de jerarquizar esa palabra. Es una conjunción perfecta, son primos hermanos.

—Está bueno que te guste de igual manera tanto la faceta de periodista como la de locutor…
—Sí, el 7 de junio y el 3 de julio yo recibo saludos de la gente, sobre todo la primera fecha. Sucede que está desjerarquizada la categoría de locutor. Tiene que ver con lo que vivimos, porque antes el locutor tenía un lugar de privilegio, hoy está muy echado a menos, con léxico muy elemental, bastardeado por la televisión; el ISER cambió el concepto, ya no tenés que tener la voz de locutor, sino un buen vocabulario, la voz ya no es una condición sine qua non. He tenido alumnos no con voz de pito pero casi; el timbre de la voz te ayuda, pero lo que se busca un locutor integral, que sepa hacer entrevistas, que sepa hacer móvil…casi locutor-periodista, en cambio antes no.

—¿Vos sos de esta ciudad Javier?
—Yo nací acá, tengo padre y madre. Yo me identifico con Radio Villa María, es mi casa. Villa María ha sido muy generosa conmigo y muy cruel, es muy difícil no mezclar los tantos, pero ha sido muy generosa en lo profesional, yo podría haber pedido traslado a otro lado, como estuve a punto de hacerlo, pero fue cuando todo dio un giro y me volvieron a reintegrar y la verdad es que no lo puedo creer, ha sido mágico, único. Entonces cuando todo vuelve medianamente a su cause normal, yo me quedo acá. Ahora tengo la posibilidad de crecer, porque ahora con este rector (Martín Gill de la UNVM) se abre la radio, la televisión y yo espero una jerarquización de mi lugar de trabajo, si me voy de acá tengo que empezar de cero.

—Una de las preguntas que quería realizarte más adelante tiene que ver con tu trabajo en la UNVM ¿cuál es tu función en esa institución?
—Yo estoy a cargo de una red de un poco más de cuarenta emisoras, son 5 AM y todas las demás FM, en la que está Marcos Juárez, Bell Ville, Oliva, Corral de Bustos…; ahora tenemos el rango de Secretaría, con la llegada de Martín Gill se sube al rango de secretaría. Yo estoy a cargo de todos los medios radiales de la Universidad. Mi tarea es producir un informativo que se llama “La Universidad en la radio” que se graba los lunes y se manda por Internet a las emisoras y los miércoles se graba acá en Villa María y sale con Cavagliatto, con el Tony Rinero en Radio Líder y en Villa Nueva, en Radio Villa Nueva y en la radio de los evangelistas. Todo esto más la salida que hago por teléfono todos los días entre las 7 y las 14.

—¿Me decías que hay una posibilidad de crecimiento?
—Se abre la radio el año próximo, por Internet, primero por “streaming”, la señal de la Radio Universidad Nacional de Villa María y después el COMFER va a otorgar AM y FM a la Universidad. Producimos y hacemos notas de todas las áreas, con la incorporación de muchos chicos nuevos que hacen notas, algunos son corresponsales.

—¿Cómo surge la posibilidad de realizar un radioteatro en Villa María? Se irgue y me pide que lo aguarde para buscar un poco de agua anunciándome que tiene un regalo para ofrecerme. A los segundos se vuelve a sentar y me entrega un CD con la grabación del radioteatro íntegro.
—El radioteatro aparece como una posibilidad de jerarquizar la palabra, de volver a incorporar la palabra hablada a través de la radio. Hace muchos años estaba pendiente un texto que a mí me fascina, yo soy admirador de Federico García Lorca de toda la vida, quien escribió una de las mejores obras literarias, “La casa de Bernarda Alba”. Bromeando con un grupo de gente en la que estaba Mónica Céliz, Normand Argarate, Fabiana León, María Eugenia Kfuri, Stella Maris; dijimos que iríamos a hacer la obra. Entonces lo llamamos a Juan Montes para que él la dirigiera, y Juan chochísimo, y empezamos a encarar el proyecto con el distingo de que Bernarda Alba lo iba a interpretar yo; porque en realidad, la primera vez que se hizo en España lo interpretó un hombre y a mí me parece un personaje fantástico. Todos me decían que lo tenía que hacer y yo les dije que si me animaba lo hacíamos. Lo empezamos a preparar para teatro y nunca cuajó, llegó a escena la puesta teatral, recuerdo que ensayábamos en el colegio de abogados. Pasaron los años... yo me reintegro a la radio y vuelve a aparecer “La casa de Bernarda Alba” y yo dije “—No, en teatro no, pero en radioteatro sí”. Busqué quien lo adaptara, el guión del primer acto lo hizo Normand Argarate y el segundo y tercero lo hizo Alicia Perrig, fantástico. Buscamos actrices, narradores y locutores, fue difícil encontrar por que son muchos personajes, todas mujeres y en el caso de nuestro radioteatro los dos personajes femeninos somos dos varones, Bernarda que fui yo y Normand que encarna la abuela porque no teníamos quién lo hiciera. Veníamos los sábados todo el día. Los ensayos eran en este mismo lugar, éramos como diez leyendo y Normand se ofreció a leerlo hasta que apareciera quien pudiese hacer de la abuela. Le salió tan bien que le dijimos que lo hiciera él.

—¿Por qué la elección de esa obra?
—La elegí porque tiene que ver con lo que yo siento, a lo que Lorca plantea teniendo en cuenta que es un momento muy difícil de España donde él escribe la obra. Empieza con el golpe de los tacos de las mujeres que llegan del duelo, ese taconeo militar, de que todo tiene que estar en orden, que nada podía salirse de eso, Lorca denuncia ese silencio en que lo obligaron a estar. En un momento dice “en este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, siempre bebemos el agua con el miedo de que esté envenenada”, y yo creo que en alguna manera, en todos los pueblos, inclusive en Villa María, hay una casa de Bernarda Alba, donde siempre bebemos el agua con el miedo de que esté envenenada. Nos pasa eso muchas veces. Lorca denuncia todo el tiempo, en otro fragmento dice una de las criadas “—No te podés quejar han venido todo el mundo” ¿Cuántas veces nos pasa que viene todo el mundo a nuestro cumpleaños, a nuestra fiesta, a nuestro acto de egresados, pero para qué? Bernarda le contesta, “—Sí, a llenar mi casa de enaguas y el veneno de sus lenguas. / —¿Pero no hable así madre? / —¡Es así como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin río!” Creo que es duro.
Después la frialdad con que el personaje de Bernarda lleva a lo largo de la obra, aún ante la muerte de su hija, ella dice “—Las lágrimas para cuando estemos solas. La muerte hay que mirarla cara a cara, no quiero llantos.” Y niega una realidad, todos sabemos que la hija no murió virgen, que tuvo relaciones con Pepe Romano, pero ante esa sociedad que lo crucifica a él por ser homosexual, porque Lorca lo fusilan por ser homosexual, entonces él denuncia eso, “silencio y nadie dirá nada”.
A mi me parece que una de las cosas más fuertes es el final de la obra, pero yo sostengo que Bernarda es víctima de todo ese contexto, marca toda una época, tiene textos riquísimos, diálogos fantásticos. A mi hay cosas que me han quedado grabados, como cuando dice “los pobres sienten, tienen sus penas, pero las olvidan delante de un plato de garbanzos”.
Creo que esta historia está muy cerca de lo que somos ahora. Denuncia la avaricia, el querer parecer…

—¿Cuánto hace que no se realiza en la ciudad un radioteatro?
—No sé, es la primera producción integral. Se hizo hace muchos años con Raúl Suppo, y después no se hizo más; Córdoba es pionera en esto, LV2, LV3, Oscar Kloner, Jaime Kloner, Ana María Alfaro… acá en Villa María Paulina Villagra, Nelly del Prado, Raúl Suppo…

—¿Cuál fue la repercusión de la obra?
—Brillante, llamados acá y en la radio. Yo creo que lo que más llamó la atención fue que yo haya hecho el personaje y Normand la abuela. Las vueltas de la vida hacen que llegue un director de teatro español a la ciudad, que se llama Héctor Pascual Álvarez, él dirigió “La casa de Bernarda Alba” en versión inglesa, donde el personaje también era un hombre, así que nos contactamos e intercambiamos su DVD por nuestro CD.
La repercusión fue buena, mucha gente de los pueblos. Fue una coproducción UNVM, Universidad Popular y Radio Villa María. El aporte de la UNVM muy valioso porque lo grabamos en los estudios de calle General Paz y vamos a repartir ese CD que te obsequio, por todos los colegios, porque hay muchos colegios que lo pidieron para trabajarlo en Lengua y en Historia y también las 40 radios.

—Volviendo a tu programa ¿qué invitados recordás a lo largo de estos años?
—A lo largo de todos estos años han ido muchos invitados, políticos, artistas, muchos escritores y docentes, cineastas, teatreros, gente que hace mimo, payasos… Un programa que recuerdo es uno que hicimos sobre la historia de los taxis en Villa María, invité a un par de taxistas que no querían ir; uno de ellos aceptó y estuvo fantástico, pero debe hacer fácil seis años. Un programa que me sensibilizó fue un muchacho que tenía cáncer, fue a contar su experiencia y como fue lo duro de él de llevar adelante su enfermedad, de dar su testimonio y a la vez pedir ayuda económica. Recuerdo que salí de la radio y me vine muy mal, me costó llevar el hilo de la conversación, mirá que he trabajado hasta el día que falleció mi abuelo…

—¿Vos sos muy permeable a todo lo que pasa a tu alrededor?
—Depende…con el paso de los años me he puesto un poco más frío, también las vueltas de la vida hace que estés mejor parado o parado de otra forma, una postura diferente frente a las cosas que ocurren. Han dejado de ir los políticos, yo soy una persona que critica al Gobierno, a mí el Gobierno no me auspicia ni quiero que lo haga.
Yo siempre digo que estoy más incisivo para hacer las preguntas; me he dado cuenta que no tengo miedo de preguntar. Antes no me animaba, parecía que se me iban a enojar, pero lo hago con respeto. Uno está en su derecho de no contestar lo que no quiere, yo no niego una realidad. Yo digo que entre lo íntimo de uno y lo profesional siempre hay puntos que se encuentran. Una cosa es que yo no hable de lo que hago acá adentro y otra que yo niegue una realidad, pero yo apuesto a este tipo de cosas, yo quiero que la gente me conozca por lo que soy, por lo que hago como periodista, a la gente no le interesa lo demás. Tiene que quedar lo que uno hace, porque yo voy a pasar, pero tiene que quedar lo que yo hice. Me reconozco una persona conocida, que todo lo que va vuelve y que el tiempo lo dirá, que en parte lo está diciendo, algunas cosas por decantación salen. Me parece que esta es una posibilidad de difundir lo que uno profesionalmente sigue haciendo, más allá de lo que puedan decir o lo que hayan dicho.

—¿Con qué tipo de programas te sentís más a gusto?
—Me gusta lo que hago. Por un lado yo disfruto del invitado, disfruto de preguntarle cosas; por el otro, la del locutor, creo que mi parte histriónica la tiene el locutor, que tiene la posibilidad de actuar. Todo lo que sale por los medios de comunicación es una representación de la realidad, nunca es la realidad tal cual; a mí no me interesan que se sepan algunas cosas, creo que la gente a comprado ‘a pesar de’, creo que la imagen de Javier Arenas en la gente sigue estando y eso es lo que me ha sostenido y es lo que me tiene hoy en el aire nuevamente, que me haya convocado Kfuri otra vez, que esté en una institución pública, que goce del respeto de la gente… y hacer lo que me gusta, yo me identifico con la gente que hace cosas, y ellos tienen un espacio en mi programa. A mí me criticaron muchas veces diciendo que mi programa era elitista, porque mi programa en algún momento se llamó “Nivel 10”; yo no tengo falsa modestia, no tengo falsa humildad. Me molesta terriblemente la gente que dice “—No, a mi que no me nombren porque yo no quiero.” ¡Mentira! A mi me gusta ser Javier Arenas, me encanta ser lo que soy y lo hago con toda mi alma, disfruto de lo que soy.



Con fuerza de verdad, estas palabras rajan el aire en dos, dejando el intersticio justo para liberarlo. Miro la bandeja, veo la borra del café y a medias el vaso que contiene jugo. Apago el grabador y le agradezco su atención y sus palabras. Esas, que como la herramienta de un obrero emplea para escudriñar en lo más hondo de las personas, esas palabras que pule y trata de hacer brillar cuan si fueran piedras preciosas, esas palabras que se incrustan en nuestros oídos cuando la ciudad merma su actividad y la cubre un progresivo manto de tranquilidad, con el que Javier se abriga dándonos calor por las noches.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el domingo 21 de diciembre de 2008.-

domingo, 14 de diciembre de 2008

Flavio Govednik: Navegante apasionado de sonidos

ENTREVISTA CON
FLAVIO GOVEDNIK
NAVEGANTE APASIONADO DE SONIDOS


En uno de los vértices del barrio del Golf, frente a la salida del hoyo 11, se emplaza oblicuamente una casa de color blanco, de mediano tamaño, con piscina en el patio y un hermoso quincho para múltiples usos. Hay además una embarcación encubierta que me hizo dudar de si estaba o no en el lugar correcto.
Golpeo las manos, no sale nadie. Intento nuevamente y nada. ¿Estaré en el domicilio indicado? Llamo a su celular y desde dentro de su casa se escucha el ring tone que suena sin cesar hasta desembocar en la casilla de mensajes que simplemente me dice “Flavio”.
La puerta de la casa está abierta, y desfilan por su patio media docena de perros que me miran impávidamente; uno de ellos llamado Fernández, grande, en años y tamaño me torea acercándose al portón de ingreso. Desconozco que pasa, el calor húmedo me hace transpirar y no sé que pensar, son las 17, no puede estar durmiendo, ¿habrá salido? Me cobijo bajo la sombra de un árbol y vuelvo a presionar la tecla “send” dos veces. Ésta vez atiende y me dice que ya me abre.
Estaba durmiendo, pero comprendí después la organización de sus tiempos al saber que la noche se transforma en el mejor momento para explotar su capacidad creativa. Flavio Govednik es profesor de las cátedras “Sonido y Musicalización I” y “Sonido y Musicalización II”, que dicta desde 1999 hasta la fecha en la Lic. en Diseño y Producción Audiovisual. Todos los años, sus alumnos, de primero y segundo año, muestran sus trabajos en algunos lugares públicos de la ciudad. Ese es la excusa de mi visita.
Me estrecha la mano, y me ofrece hacer la entrevista en el patio. Busca dos reposeras y nos sentamos a la sombra con el trinar de las aves que nos escoltarán durante este intercambio dialógico.

—¿Cómo es la vida profesional del profesor Govednik?
—¿Por dónde empiezo? Los docentes generalmente tenemos que cumplir con tres tareas: extensión, investigación y docencia. En extensión he pedido que me dejen hacer un programa de radio y estoy haciendo dos; la idea era hacer un programa sobre la historia del jazz pero muy diferente, entonces me inventé un personaje que solamente está en mi imaginación nada más, que supuestamente a tocado con todos los músicos reconocidos de toda la historia del jazz desde los primeros a los últimos. Con lo cual mi personaje debe tener como 120 años, tocó con Dexter Gordon, con Eduardo Elía, con todos, y si no ha tocado con ellos ha estado ahí, los conoce personalmente. Este personaje está buscando a una mujer, nunca sabremos si es su esposa o su hija. Está en Villa María porque la está buscando en la ruta pesada. Los profesores y alumnos van a verlo porque es una celebridad del microcosmo del jazz. Le agrego mucha bibliografía, y si bien el personaje es ficticio, las cosas que dicen son ciertas… En el intento de hacer esto, aparece la posibilidad, entre comillas, presionado por mi amigo Santiago Druetta que me dice “loco, escribite un guión para que hagamos un programa de la Universidad, pero popular, para la gente”, entonces hay dos locutores, Javier Arenas y Fernando Lanfranco trabajando en esto, quienes discuten temas de los más diversos planteados por otras personas a las que se les llama o entrevistan para confirmar que lo que dicen es así. Esto me ha llevado muchas horas de la noche.
En investigación estoy en dos proyectos, uno con la Doctora Alicia Sarmiento y en otro con el Arquitecto José Seia, con quien el año pasado estrenamos un libro y un DVD respecto de la estética, con un programa reality, el guión lo escribí yo y lo mejoró José. Este año vamos a hacer algo parecido, menos pretencioso porque se trata de hacer un relevo de la plástica en Villa María, hay que ir, revisar cosas, fotografiar obras, ver donde están, hablar con los autores, hay que citarlos y eso lleva tiempo.
Además estoy terminando mi Maestría, quiero terminar la tesis en abril que es el tiempo para que me esperaran… como verás estoy muy atrasado.
Luego están las clases propiamente dichas, en donde, como si me faltaran tareas, me puse a dictar un módulo de arte como materia optativa, que es lo que más me ha gustado dar este año. Esto me ha hecho muy feliz, me ha puesto muy contento, me puso pilas para todo lo demás.
En lo personal soy saxofonista, también soy compositor pero no estoy ejerciendo porque no hay mucho que hacer por estos lados y no tengo muchas ganas de irme a otro lado, así que estoy tocando el saxo donde me contraten, como los domingos en Rigoletto.
Y en los ratos libres estoy terminando mi barco que quiero tirar el 6 de enero, para Reyes, como regalo; estoy sumamente conectado con gente que está en el tema de la náutica en España en un foro que se llama “La taberna del puerto” que me ha hecho muy feliz. Y nada, ya no puedo hacer más nada.

—¿Para qué más, no? Además, son actividades tan diversas, la música, la docencia, la navegación…
—Bueno, la navegación es tan vieja como mi pasión por la música. Navegaba antes de que me gustara la música, tenía la suerte de que mi familia tuviera un barco, después como no lo mantenían económicamente, yo le hacía todo lo que había que hacerle en términos manuales, pero se terminó hundiendo, pobre mi amor. Con el tiempo fui haciendo cursos, fui instructor, viajé… hasta que me pude comprar el barco, que también lo estoy restaurando íntegramente.

—Contame como es el tema de presentar los trabajos finales de tus alumnos frente al público de la ciudad.
—Yo le estaba contando a la gente que fue que esta vez sentí esa sensación ambigua de felicidad por haber terminado una etapa con unos alumnos que dejarán de ser mis alumnos hasta que se reciban; por otro lado, he tenido una respuesta de mis alumnos que no he tenido en toda mi historia; he tenido excelentes alumnos, es un feedback siempre… Pero esta vez me ha dolido, sinceramente, porque estos tipos no sólo me han comprado por su manera de trabajar sino por su compromiso por la vida. Gente que sin que se lo haya pedido ha investigado sobre algo, ha puesto muchísimo esmero, no ha escatimado costos en tiempo y esfuerzo, nunca había visto ni sentido nada igual. Nunca había visto tanto compromiso.
A mi me asusta cierta abulia en los jóvenes, y me preocupa porque cuando uno habla así, es porque se está volviendo viejo. Ese discurso yo lo he escuchado de mis mayores cuando yo era joven, “estos jóvenes son unos irresponsables”. Y la sensación que yo tengo ya no pasa ni por una cuestión de irresponsabilidad, pasa por un sinsentido, sin ganas de nada, inclusive gente que quiero mucho. “—¿Y qué vas a hacer? / —Y no sé, algo haré” y tienen 22 o 23 años. Imaginate lo que te estoy contando, mi pasión por la música, por los barcos, por la docencia; si me ponés me apasiono con un programa de radio y ese programa deriva en otro, me sobran vocaciones y hay tipos que no saben lo que les gusta, lo que quieren. Hay una cosa generalizada de los pendejos de que quieren ser famosos de lo que venga, es lo mismo ser Borges que Maradona, lo importante es ser famoso. Es preocupante, y en realidad no estoy muy preocupado por el universo porque siempre ha sabido encontrar el lugar donde desagotar esos excesos de, en este caso, abulia. Estoy preocupado porque estoy chocando con los jóvenes, con lo cual estoy absolutamente seguro que me estoy convirtiendo en un viejo gruñón. Pero este año, los chicos de segundo año han estado refutándome esta teoría todo el tiempo, comprometidos, mejorando día a día su trabajo, empezó el módulo de arte y los tipos se anotaron sin que nadie les digiera nada y algunos me han prometido que harán la segunda parte el año que viene y eso es lo más importante que le ha pasado a un profe en la vida.
Ese reconocimiento en el sentido de que han recibido perfectamente lo que les doy, me han dejado muchísimo más, y bueno cuando se termina el año parece un alivio pero los voy a extrañar, realmente me molesta pensar que el año que viene voy a entrar al aula y esos tipos no van a estar. Yo le estoy agradecido a los Dioses (yo hablo en esos términos) haber conocido esa gente porque te reconcilian con la vida, te dan esperanzas.

—¿Te han sorprendido los trabajos que presentaron?
—Han sido muy homogéneos. El año pasado y los anteriores había trabajos excelentes en relación a otros que no daban ganas ni de presentarlos, pero la razón por la que se presentan a fin de año es porque desde el primer día de clase de mi cátedra, se tiene absolutamente claro que en esta carrera se trabaja para un tercer, para el otro. Esto de que “yo hago arte y lo hago para mí”, en ni cátedra no existe y me enoja; yo disiento con varios de mis camaradas docentes que se autoproclaman artistas, me enojan mucho, porque lo que hacemos puede ser arte, pero antes que nada es una industria que tiene un consumidor.

—Artista es una palabra como muy grande…
—Bueno artista es Bergman, ahora, como Bergman y yo estamos en el mismo rubro, somos colegas, pero ¡andá a la mierda! No es así, claro, como yo soy músico y Beethoven también, los dos somos artistas, no jodamos... Que la gente te considere artista, por otro lado la gente considera artista a Tinelli, pero él tendrá un mérito, pero está donde está, ahora… está en los medios y nosotros tenemos que aceptar que los medios son lo que son y entonces es irrefutable esto de que se trabaja para otro. Aunque hagás un documental sobre la vida sexual de la hormiga salteña y cómo se hace la torta de limón en Egipto, que a nadie le va a importar, habrá alguien que te lo pidió o te lo encargó, hay otro que lo va a ver, porque si no lo ve, no lo hiciste, no está, no existe. Vos podés saber la súper teoría y te voy a poner un nueve, en la práctica supongo que uno se va afianzando su técnica y sus conocimientos, pero los que van a determinar lo que pasó con vos son los destinatarios de tus productos. Si sos un genio incomprendido, ese destinatario te comprenderá y te reconocerá dentro de 200 años, pero hace falta el otro, hace falta mostrarlo y hace falta hacerlo. Estos poetas que meten el poema en la mesa de luz y creen estar capacitados para discutir con Borges y con Cortázar, está lleno de esos tipos y nadie leyó nunca nada. Yo no creo en eso, el reconocimiento final lo da el destinatario, entonces preséntese al destinatario, háganse verdaderamente responsables de eso que están haciendo.

—¿Y esto es así desde que empiezan el primer año de la carrera?
—El que no tiene claro que esto es como es, que no estudie esta carrera. Ese es otro mito, la gente entra a la Universidad creyendo que va a estudiar una cosa, porque tiene una fantasía respecto de una profesión y no es así como se pensó.
Después tenés la otra variante de estudiar una carrera que le permita vivir bien, por ejemplo las tradicionales, abogacía, contador… ¿Te permite vivir bien? ¡No! Primero porque hay muchos y segundo porque no te gusta y lo hacés con desgano y no ves la hora de terminar de hacerlo para irte al club o donde quieras. Probablemente sean las profesiones mejores pagadas, pero hasta que vos consigás un cliente con esos criterios y hasta que sea bueno lo tuyo, cuando en realidad eso tuyo te disgusta, sólo un milagro te va a convertir en un tipo próspero. Y todo esto también me convierte en un viejo gruñón.

—Así hagas lo que hagas, si sos bueno en eso el laburo lo vas a tener...
—Vos vas a ser medianamente bueno, pero si le ponés pasión. La gente busca los tipos apasionados, esos que se levantan pensando en su trabajo y se acuestan pensando en su trabajo, que parecen obsesión, pero el trabajo te tiene que divertir, si eso no pasa es una vida muy fea, tan áspera, tan larga. ¿Por qué la vida nos parece tan corta? Porque la venimos pasando bien, si la pasáramos mal nos parecería eterna, para un tipo que tiene cadena perpetua una vida debe durar muchísimo, cada segundo parece una hora; pero cuando te estás divirtiendo querés navegar, querés preparar la clase para el módulo de arte y estás con la cabeza en 20.000 lugares y se va rapidísimo. Yo no puedo creer que ya he pasado 22 años de docencia, ¡¿en qué momento?!

—Hace 9 años que estás en Villa María, ¿viniste de Córdoba?
—Yo soy de Córdoba, di clases 10 años en la UNC en una carrera colega en el Departamento de Cine y Televisión y estuve casi 6 años en La Metro, en la escuela privada de Cine y Televisión donde he tenido ciertos problemas con la empresa, porque tenemos diferencias políticas, diferentes maneras de abordar el respeto hacia el otro. La gente viene porque vos tenés una serie de equipamiento y quieren practicar con ellos y vos le decís ¡No! Vamos a tener estos micrófonos, estas cámaras, estos cables y resulta que todo ese equipamiento no está, porque se vendieron; entonces vos dibujás una consola en el pizarrón y el sonido no se dibuja, se escucha. Si para enseñar consola durante dos años, ya tenía el croquis hecho.

—En relación con el equipamiento y en comparativa con la UNVM, ¿eso lo ves como una fortaleza?
—Tienen un pro y un contra, primero, hay muchas universidades que tienen equipamientos pero que no tienen la modalidad de los nuestros, los cuidados de los nuestros, ni la cantidad de los nuestros. Las cuotas de hace más de 10 años atrás eran de $1.000 para vivir allá, actualmente en la UNVM ese dinero te sobra, para residir, para los apuntes y el uso de todos esos equipamientos. Esa es la ventaja. La desventaja es que como todo eso está, nadie le da el suficiente valor que tienen, creen siempre estuvieron, que están en todas partes. En Córdoba un tipo necesita un micrófono para hacer un práctico y mis alumnos tienen al menos un práctico por semana, ese micrófono lo tiene que alquilar. Y acá no se valora, se piden las cosas, no se usan, se las mira… Qué injusto, ¿no?
Me cuenta la historia de una alumna que utilizaba una consola que tenía su padre para hacer los trabajos y deja libre a otros compañeros el equipamiento. Ese es el compromiso con la vida que yo celebré con estos alumnos de segundo año y eso es una cosa que me encanta sentir, que he experimentado, no quería morir sin pensar que hay unos “chichipíos” que están haciendo todo bien, que hay unos “chichipíos” de los que hay mucho que esperar y me tranquiliza que estén porque van a salvar a todos los otros. Entonces uno se puede morir tranquilo. Es una preocupación menos y un gol más, yo tengo la sensación de que algo que ver en eso, algo de mí está por ahí y me siento muy orgulloso, a veces pasa que le dan un Oscar a un argentino, para generar una analogía que más o menos tenga algo que ver, yo nunca me sentí identificado con un logro que no sea el mío, yo nunca me sentí más argentino porque Vilas ganó una copa, o porque Reutemann ganó un subcampeonato, o porque Maradona es argentino.

—Deberías mencionar algunos más actuales o van a decir que estás viejo… (risas).
—Cañas, Nalbandian… que se yo, a mi no me gusta el tenis, ni el fútbol, ni nada; en todo caso era muy fanático de Reutemann cuando era pendejo. Nunca sentí que yo tuviera algo que ver con esos triunfos, en todo caso lo celebraba porque su manera de hacer las cosas a mi me encantaba. Hoy veo un Valentino Rossi, que no es argentino en lo más mínimo, hacer las cosas que hace con su moto y siento una admiración enorme, si fuera argentino lo haría igual, no me siento más argentino o mejor porque él es argentino; sí me siento mejor porque mis alumnos han mejorado día a día, eso a uno lo llena de satisfacciones. Habrá algunas diferencias generacionales, pero creo que me van a sentir igual en un sentido, yo también puse mucha garra, yo también fui comprometido con la vida. En eso sí somos colegas, estamos en el mismo nivel, por lo menos en la exigencia, estamos en el mismo estrato.

—¿Qué apreciación te merecen los docentes de la Licenciatura en Diseño y Producción Audiovisual en cuanto a los conocimientos que imparten, en cuanto a su manera de enseñar?
—Tengo un íntimo amigo que se llama Pedro Klimovsky, un amigo de hace años, igual que Santiago Druetta, con los que generalmente disentimos en nuestras opiniones; pero yo estoy muy de acuerdo con Pedro cuando dice “antes, desde mi punto de vista, había dos formas de hacer las cosas, como las hacía yo o mal” (risas). No había ninguna posibilidad al medio. Como en ese punto éramos iguales llegó un momento en que pudimos sentarnos en una mesa y decir, “—yo veo las cosas de ésta manera / —No, yo veo las cosas de ésta otra manera…” aprendimos a decir “no está mal”, porque existe otra manera de ver, que yo no puedo ver porque yo no soy vos. Así que yo no puedo hablar de mis colegas, porque tienen un punto de vista que no es el mío, casi la mayoría de ellos.
Celebro que entre la bibliografía para la materia de Guión haya capítulos de la interpretación de los sueños, la celebro con cañones y con una alegría inmensa, porque en mi materia que es Sonido y Musicalización hay mitos griegos. Entonces no es solamente la técnica para manejar un programa, hay una sensibilidad que nos va a meter en una determinada línea a pensar una sonoridad desde otro lugar y ver como llegamos a esta estética que tenemos, cual ha sido el hilo conductor y porque Freud, ha utilizado todas estas cosas griegas para decirnos “miren, les guste o no, nosotros somos como nos han venido haciendo, y acá estamos”. Por eso decimos que tal cosa es linda; de haber nacido en África tal cosa no sería linda, ni tenida en cuenta. Con la cultura pasa todo el tiempo eso. Hace relativamente poco, en el hilo de la historia hace solo segundos, los africanos no tenían arte. Vinieron los europeos y dijeron “ah sí, esto podría ser considerado arte”. Mientras tanto el arte sólo el arte era europeo. Arte es una palabra moderna, ahora podemos hablar de arte, Homero no era un artista, el arte como tal no existía, y ahora cualquiera que escribe un fragmentito es un escritor, un poeta… por esas cosas que te contaba antes. El tango Cambalache está cada vez más descriptivo de nuestra realidad, está todo mezclado, los artistas con los escritores, Homero con los que escriben la redacción de la vaca…

—En cuanto a la modificación del plan de estudio de la carrera que ha cambiado recientemente, tus materias pasaron a los primeros años, ¿fue sólo un corrimiento o hubo actualizaciones importantes?
—Hubo cambios radicales en todo, fijate como se llamaba antes (Lic. en Diseño y Producción de Imagen), el sonido no está… ahora se llama Lic. en Diseño y Producción Audiovisual), porque como verás el audio está primero, y no es que voy en desmedro de los realizadores y fotógrafos; es que si ves una película de terror sin sonido, no te pasa nada, si ves una película de amor sin la música de fondo, no te pasa nada, si ves una película de guerra muda, no-te-pa-sa-na-da, entonces… ¡¿Cómo que la imagen vale más que mil palabras?! Vos tenés que poner palabras, música y ruido.

—¿Cómo se define Flavio Govednik? Me comentaste que no sos artista, ni esto, ni lo otro y que te molesta cuando se autoproclaman de esta manera.
—Me defino como un apasionado, como músico, como un profesional de algo, el otro dirá si lo que hago le sirve y le gusta. Como músico yo soy un saxofonista, que le debe gustar a alguna persona y a otro le debe disgustar. Yo soy un profesor con un criterio y un punto de vista con respecto a la docencia, estoy absolutamente convencido que existen otros puntos de vista, que no tengo otra alternativa que respetarlos, y me cuesta por lo apasionado que soy, pero los respeto por educación y principios. Cuando armábamos el plan de estudios me he peleado con amigos del alma, por defender lo que yo creía que era lo mejor, por suerte los amigos del alma no se pierden porque uno los lleva en el corazón, y pudimos reconciliarnos, pero fue un momento muy duro. Ahora que lo miro a la distancia puedo ver que buenos tipos fuimos, capaces de mellar una amistad por aquello que creemos que es la educación. Me podría definir como un apasionado, pero yo también tengo mis escapes, porque la gente cuando se quiere escapar toca un instrumento, tocá música, eso también es mi profesión. Tengo un barco que lo estoy armando y restaurando y eso me desenchufa de toda esta vorágine más o menos intelectual.

—¿y dónde tenés pensado irte con el barco?
—Yo tengo una casa en Embalse, así que el barquito lo miro desde la ventana. Sueño hacer alguna travesía, como varios compatriotas (en esto sí me siento muy argentino), Enrique Celesia, Gerónimo San Martin..., una serie de navegantes, para citarte algunos y hay un montón. El que más admiro es Jerónimo San Martín, tipos que han dado la vuelta al mundo en barcos construidos por ellos mismos en una etapa que la vida presiona para que hagas otras cosas, entre los 35 y 45 años. Gerónimo San Martín, además de unir el Polo Norte con Ushuaia, ida y vuelta. Cuando estuvo en Alaska le pidieron que llevara unos dibujos a personas más australes y San Martín vivía en el país más austral del mundo, así que a su regreso en vez de quedarse en Buenos Aires, San Martín saludo a su familia y siguió de viaje hasta Ushuaia para entregar eso que le habían pedido, no tenía ninguna razón para hacerlo, pero se había comprometido con alumnos de allá había sido ese. Cuando leo esos relatos y el hecho tener la suerte de conocerlos y estar sentado frente a frente, comiendo algo porque la comunidad náutica tiene ese tipo de socialismo. Vos podés poner que soy antisocialista, la izquierda me repugna, y lo digo a cara descubierta, pero en la comunidad náutica no importa cual es la eslora de tu barco, importa que tan bueno sos navegando, entonces se va a sentar un armador, como lo llaman en España un patrón de yates, al lado de un tipo que tiene un H20, el barquito caminero más pequeño que existe, y con ese barco se fue a Alaska y después a Ushuaia y después a Buenos Aires… Entonces ese tipo cena en las mesas de los señores del mundo, porque tuvo los huevos para hacer eso en un H20, que se hacía en Quilmes. Su diseñador, Gaylord tiene una libreta, porque hizo 570 barcos iguales con el nombre de los dueños y a quién lo han vendido, y anda todo el tiempo con ella porque cuando encuentra uno consulta quien lo tiene, a quiénes se lo compró y va llevando ese registro. Ese tipo es un tipo como yo, comprometido con la vida y apasionado.

—¿Y no te imaginaste un viaje largo en el barco? Con todo lo que ello implica en cuanto a abandonar obligaciones y demás.
—¡Ufff! Estoy tan agradecido de Villa María, porque es una bisagra. Llegué a esta ciudad en el peor momento que haya podido recordar, espero que nunca haya algo parecido. Vine acá escapándome del mundo, en una de las depresiones que de vez en cuando me tocan, todo me iba mal, acepté venir a radicarme porque no sabía qué hacer con mi vida y tenía la posibilidad de quedarme o de vender todo lo que tenía, que no era mucho pero alcanzaba para comprarme ese barco que tengo, cargar mi saxofón y tocar en los puertos para comer, para pagar el amarre de esa noche y ya vería que haría con mi vida. En ese interín se cruzó Adelqui Pellegrino, sino probablemente yo estaría naufrago o hablando en varios idiomas con la boca así de tanto tocar el saxo.

—¿Y de dónde conocías a Adelqui?
—Lo conocí en La Metro, a él le gustaba como encaraba las clases y cuando armó su proyecto me tuvo en cuenta convocándome, estoy en la primera camada de profesores, sólo que comencé el tercer año porque mi materia se había empezado a ver el tercer año. Con todo lo que yo lo apreciaba a Adelqui, peleé mucho para que eso se cambiara, Sonido tiene que estar desde el primer año; antes estaba en el segundo y cuarto año, había un sándwich que no tenía sentido. Era un excelente fotógrafo, buen escritor, ¿por qué tenía que saber de sonido? Armó la carrera y ya está y yo celebro y lo aplaudo. Después, cuando hubo que cambiar la carrera, fue como volaron sillas, platos, puñales; pero la ventaja que tuvo fue que ahora sabemos quién es quién. Eso es fantástico a la hora de caminar con determinada seguridad. Y esto es todo lo que puedo decirte de mí.


Y tiene mucho más que decir, pero será otro espacio (este del blog), ya que el mismo muchas veces se torna tirano y no deja reproducir todos los enunciados de nuestro entrevistado. Desconocía una faceta, ahora comprendo la barca en el patio de su casa, por lo que me dice y porque al buscar sus antecedentes en la web, se encuentran más entradas relacionadas con la navegación en comparativa con sus otras dos pasiones.
Flavio es el profesor universitario, Flavio es el músico de pub, pero Flavio también es un apasionado navegante en el mar de los sonidos.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el domingo 14 de diciembre de 2008 (entrevista ampliada).-

domingo, 30 de noviembre de 2008

Marina Giménez

ENTREVISTA CON
MARINA GIMÉNEZ
EL PODER DE LA PALABRA


— “¡¿Hoy tenemos la hora?!”
Inocentes caritas apuntan a sus ojos que sólo esperan una respuesta afirmativa. Son los niños del “Hogar San José”, que escrutan a la poetiza que oficia de maestra, compañera, amiga, y porqué no, un poco de madre.
Los chicos de tres a quince años esperan ansiosos la hora del cuento, un taller literario para niños coordinado por Marina Giménez, quien echó en “La Herradura” su cable a tierra; allí, en ese paraje ubicado entre Cárcano y Ballesteros encontró (casi por casualidad) el espacio para intercambiar sus conocimientos y buena onda, por un sentimiento amalgamado de satisfacción propia y bienestar. Es un momento lúdico y de aprendizaje que se torna en perfecta sinapsis entre las dos partes y que se percibe en el aire cuando la escritora nos relata sus experiencias. Se huele la alegría y el afecto que ella tiene, se degusta en cada anécdota que sirve en la mesa, brillan sus ojos lustrosos mientras nos cuenta esa realidad.
Si bien no hay transporte que llegue al lugar, una vez a la semana viaja con la trabajadora social o su marido (al que los niños aprecian tanto), para encontrarse con ellos durante un par de horas. A veces, esas horas se extienden a cinco, según los requerimientos de los pequeños, con los que se necesita estar totalmente preparado para ir adaptándose a las diversas situaciones que el momento exige.
Publicó junto a ellos, tres revistas de la manera más artesanal y menos costosa posible, “Sobre duendes y poetas” fue el espacio donde mostró producciones escritas y dibujos de sus alumnos, con la ayuda de sus hijos y a puro pulmón; sin embargo sueña con el día en que pueda presentar, a todo color, los trazos de sus alumnos que imagina muy felices si esto ocurriese.
En la sofocante tarde de jueves y después de varios desencuentros, me siento cara a cara con Marina quien me contará sobre los dos ejes en los que se mueve su actividad social y literaria: su taller de lectura y escritura y la publicación de su segundo y dilatado libro de poemas.

—Marina, ¿desde cuando hace que dictás los talleres literarios?
—Empezó en 2001 con una llamada equivocada. Hice muchos papelitos promocionando un taller literario para personas de cero a 90, porque no me importaba si iría gente de 15, de 30; lo repartimos por varios lados pero no pasó nada. Un día recibo un llamado de una mamá que me dice que tiene un hogar de niños y a mí me fascinó el tema; pero le preguntaba que es lo que necesitaba. Había dos maestras que daban apoyo escolar ahí y querían que fuera al hogar y les contara un cuento. Lo primero que yo le aclaré es que no tenía problemas para ir, pero yo voy como madre y como poeta, no como maestra, ni narradora, ni nada que se le parezca. No sabía cuáles eran sus expectativas, pero fui y así comenzó el taller. Yo no sabía lo que era un taller literario para niños, entonces fui aprendiendo de poco; hice cursos, no soy especialista pero fui leyendo, consultando y de esa manera me fui haciendo.
Lo que yo tenía claro es que esos chicos los tenía que cuidar como si fueran mis hijos, con esa pauta jamás tuve problemas. Ellos tienen una necesidad de suplir todo lo que no tienen, de afecto, de cumplir con las tareas de la escuela… Entonces, primero la palabra que es el eje del taller, oral y escrito, después todo lo que te puedas imaginar.

—¿Cuál fue el planteo de esa actividad?
—El planteo del taller de lectura y de escritura es llevar la palabra, es un espacio libre y lúdico. La idea es acercar la cultura, yo diría la palabra, a un lugar donde es menos accesible que los lugares donde están los centros culturales. Yo no creo en las casualidades, creo en Dios; en mi vida tuve muchas experiencias de Cristo, creo que todo tiene un propósito, que este espacio con los niños en muchos momentos me han salvado la vida a mí. Recuerdo que había fallecido mi padre y tenía los chicos que me daban aliento, que me preguntaban como estaba, entonces yo pensaba, si ellos pueden vivir con lo que tienen y con lo que no tienen, tengo que sacar fuerzas para seguir. Mis visitas, después de este suceso se cortaron en un lapso; pero por algunas insistencias fui de nuevo y aunque dije que era sólo una vez, después no dejé de ir más.
Recuerda, en el primer momento que inició el taller, haberle consultado a un niño si iba a escribir, a lo que el chiquillo le respondió “tí, pero no té”. Entonces, (me comenta que) con los que no saben escribir, me dicen verbalmente lo que quieren poner y lo escribimos en el pizarrón.

—¿Te emociona mucho estar con ellos?
—Totalmente, pasa por otro lado el tema. Y recuerda otro momento de los muchos que tiene en su memoria y en su corazón… Me pasó que tenía unos hermanitos de 13 y 15 años que se fueron con unos tíos que los recibieron, los reinsertaron a su familia. Se me fueron y no los pude saludar. Cuando llegué [al Hogar] y consulté me contaron y no sabía cómo hacer para no llorar delante de los demás chicos, se me hizo un agujero; porque yo empiezo a formar parte de ellos. No voy como maestra, ni “maretra” como me dice uno, creo que voy como persona, y como persona que escribe.

LA PUERTA QUE SE ABRE
Hace unos meses atrás, Marina pudo concretar otro de sus sueños, y este es… seguir publicando. “La puerta”, fue el libro con el que fue finalista de un concurso de poesías de la recordada revista Lea, en el que participaron 612 escritores de diferentes países.
Ha pasado casi una década y, a diferencia de su primer libro “La morada y el pájaro” (Argos, 1998), “La puerta” se editó de manera artesanal en una tanda de 100 ejemplares que no se presentó en sociedad, pero que está circulando subterráneamente por la ciudad.
Lo primero que suscitó mi asombro fue el texto con que inicia el libro y en el que la autora da cuenta, a vuelo de pájaro, sus miedos, sus demoras y sus anhelos. En esa página de una sola carilla se (nos) confiesa, “llegué a pensar que publicar era un acto de soberbia, de vanidad. Que más importante es la acción del escritor en la sociedad, el escritor como palabra activa, como semilla compartida para que otros también accedan a la maravillosa experiencia de crear, o de conocer a través de la literatura, una nueva realidad más visible.”
Y mientras continuamos la charla en el comedor de su casa me cuenta “lo que hice fue sentarme a la máquina, esto no tiene nada de editado ni de corregido, porque si yo hago eso, en este momento no lo pongo y quise que fuera así. Si yo lo hubiera elaborado, yo puedo hacer una carta al lector, porque auto prologarse es muy difícil, objetivarse para hablar de mí, ¡no! Que lo haga otro. Quise explicarles el porqué de este libro, que ya tiene casi 10 años, ya es una antología, casi todos los poemas son premiados de distintos concursos.”
*
—¿Por qué la aparición del libro ahora?
—Habían pasado unos años de haberlo terminado, tenía el dinero para hacerlo y mi marido me había dicho que lo hiciese en ese momento, pero me preguntaba si esto de publicar no era vanagloriarme; porque es verdad, ahora estoy preparando dos libros, y no estoy teniendo mucho tiempo, por las visitas a los niños, ofrecimientos de hacer algún taller… Tenés que optar, no podés hacer todo. Me preguntaba si en realidad no estaba haciendo trabajo solo por mí, me planteo siempre si el fundamento de la vida era publicar tantos libros. Me dije que no, tengo que trabajar con los niños, si me piden que vaya y yo puedo hacerlo y transmitirle esa poesía a ellos, entonces lo hago. Así fue que mis textos quedaron un poco relegados.
Sucede que había entregado el libro a un impréntelo local, ya diseñado, con todo, faltaba armarlo; después sucede el accidente de mi marido entonces tuve que cancelar todo. Debí trabajar muy duro y hacer de todo, porque muchos creen que vengo de la alta alcurnia, pero no es así.
Pasó el tiempo y se realizó una reunión en el Consejo Deliberante por el proyecto de publicar a libros locales; me gustó la idea, pero no la manera de implementarse y seleccionar autores. Entonces llegué a casa y le dije a mis hijos que el libro lo íbamos a hacer en casa, lo único que me compré fue una abrochadora y fui comprando las resmas, la tapa la arme yo, con papel de diario, fue todo casero, escaneamos, Luciano (su hijo) cortó las hojas con una trincheta.
Me demoré porque la parte económica del escritor, es todo a pulmón, le dije a mis hijos hagamos una carpeta y la atemos con un hilo, porque ya esta poética no es la misma que tengo ahora, tengo necesidad en este momento de sacar un libro más actual, y ya viene empujándole otro; es un libro viejo, pero tampoco puedo tirarlo porque tuvo su etapa creciendo sobre nosotros mismos. Esta escritura ya no me gusta, ahora me gusta otra cosa, y ya el próximo no me está gustando, es así; se ponen viejos antes de salir.

—¿Tanto cambio hay en tu poética?
—Si yo te leo un poema de los de ahora, creo que no tienen que ver con estos de “La puerta”, ahora son cortos, concisos y directos. Este libro nuevo lo escribí más rápido, pero no es que sea tan fácil. Los símbolos deben ser los mismos, pero hay que encontrarlos.

—En tu libro mencionás a Kafka, a Pío Baroja… (y antes de que culmine la pregunta Marina se adelanta y me contesta).
—Me siento identificada con Kafka, no en la altura poética, sino en cosas que te causarían gracia. Kafka tenía asma, tenía baja autoestima, era constipado, da la coincidencia que yo también trabajé en seguros. Kafka dijo lo que yo quería decir, en realidad no hubiese sido falta ni prólogo, yo tomaría a los que yo amo Girondo, Edgar Allan Poe, Pizarnik, muchos que podrían hablar tranquilamente por mí… pero por sobre todo a Kafka. También a Jean Paul Sartre… la consciencia de la existencia del hombre es ineludible, pero a la vez yo sé que existen otras cosas que aunque no las podamos ver están, pero también sé que nos vamos a morir, ¿no?, me da un poquito de cosa, porque en este momento estoy aferrada a este cuerpo y soy muy imperfecta…
Y mientras este notero va hojeando el libro ella ve sus dibujos y sin vacilar me dice…”y el tema de los dibujos aparecieron después, el libro era solo; aparecieron porque en ese verano cuando murió mi papá, yo dejo de escribir y pasó mucho tiempo, hasta en la actualidad escribo poco. Es más, el libro que sigue está escrito cuando papá estaba vivo. En ese momento yo no tenía ganas de escribir y agarré un fibrón y empecé a hacer unos garabatos y cuando se los muestro a la psicóloga me pregunta el porqué no ponerlos en el libro.

—Mencionaste que sos muy exigente con vos misma ¿cómo te llevás con la corrección?
—Hay que escribir, pero no hay que publicar todo. Si agarro la computadora ahora tendría varios libros para publicar, no estoy de acuerdo, soy muy exigente. ¿Por qué voy a publicar cualquier cosa? Tenemos que ser críticos y tenemos que formar autocríticos.
Me cuenta que un amigo suyo, poeta de la ciudad, le presenta un cuento para solicitarle su opinión, entonces le dijo “Mirá, está buenísima la idea, pero hay que trabajarlo, porque hay cosas que no están bien, esta largo al vicio, mezclás cosas, lo tenés que redondear… y es una tarea que él no quiere hacer. A veces por ahí yo también tiro y prefiero hacer un nuevo texto, porque retocar es aburrido, pero ese es el trabajo que hay que hacer. Hay que agarrar algo que hiciste hace algún tiempo y ver si vale o no. Me ha pasado con unos cuentos míos que los he releído y me dije “oh, pero acá hay palabras de sobra”, mis cuentos son de una carilla y media y sólo uno largo…
Cuando yo empecé a corregir en los talleres, yo tachaba, tachaba, corregía, corregía, tachaba, y llega un momento en que la corrección se te mete adentro y cuando vos vas a escribir, te decís eso está de más… es el oficio.

—Vos que has ganado varios premios en concursos de poesías ¿Cómo ves esta práctica?
—La primera vez que gané un concurso me gané la mitad de la edición, o sea que era compartida, también gané plata…; yo creo que hay que mandar a los concursos, pero también que no hay que mandarlo a cualquiera. Hay que ver quienes son los jurados.
Los concursos te van enseñando que podés gustarle a uno, que hay mejores o peores calidades, que no hay un parámetro, vas a prendiendo a la vez que no se necesita de los concursos para superarse en la escritura… La parte positiva es que es un aliciente, pero por otro lado vas descubriendo que pretender ganar alguno, puede ser como no, porque juegan muchas cosas políticas en concursos grandes; cuando vos analizás quien lo ganó, quiénes estaban de jurado, te das cuenta de algunas cosas. En esto hay mucha subjetividad, pero ojo, más allá de esto también se puede elegir gente que tenga una calidad estética para jurar. Si alguien organiza un concurso, creo que hay ciertos parámetros éticos y estéticos, porque si vos ves que el jurado es gente que está publicando hace mucho, que da cursos en la Universidad, que tiene talleres literarios o que ha editado a otros escritores que ya tienen cierto vuelo, vas viendo que hay una trayectoria, no estás poniendo a cualquiera. Tendríamos que charlar ocho horas más o menos para que puedas después resumir todo lo que estoy diciendo y armar la nota.

Y quizá tenga razón, porque han sucedido dos horas y media desde que llegué a su casa y continuamos charlando sobre las pasiones de Marina. Sobre un mundo que la entusiasma y que ha podido reencender su motor literario después del golpe de acontecimientos no favorables, aquí está su libro, allá esperan dos más; aquí está su poesía que viene a responder a todos aquellos que se preguntan qué sentido tiene la literatura hoy. El sentido está en las expresiones de niños que aprenden a escribir, que crecen compartiendo con sus pares, que encuentran una manera de expresarse, que son motivados por la palabra de alguien cuya satisfacción más grande es poder brindarle un poco más de lo que no tienen.


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Des – templanza

casi nada acierto en descubrir
como si fuera el miedo

la única palabra

y el sonido incierto que anuncia la sombra

el artilugio ciego del dolor
proyecta su impiedad en los rincones
mientras algo sucede sin saber
debajo de la lluvia

de poder elegir
consagraría la luz
primigenia
de los muros
pero el claustro del dolor
ignora las ventanas

hoy, no es preciso ser poeta
la distancia mayor
es la del alma.

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… de la palabra

De qué sirve ser poeta en la ilustre ciudad de los
horarios?
De qué sirve la nada que escondes en la rutina escasa
de tu bolsillo
Y sales a repartir puertas y ventanas
(pájaros como palabras)
cuando las tuyas, las de tu casa
no dan a ninguna parte.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el somingo 30 de noviembre de 2008.-

domingo, 23 de noviembre de 2008

Germán Aprile Luthier

ENTREVISTA CON
GERMÁN APRILE
LUTHIER



Todavía siente el frío del cristal en su nariz.
Contemplaba los cuerpos esbeltos de las guitarras que se exhibían en la vidriera de un local de hace 20 años atrás.
Observaba aquel objeto tan preciado que lo acompañaba en su cabeza desde que ponía sus pies en el suelo, hasta el momento en que cerraba los ojos para terminar el día.
Soñaba con tener una guitarra, con formar una banda y poder tocar. Era inalcanzable, otra época, menos mercado, precios impensables para sus 17 años.
Sin embargo, no se contentaba con esa realidad, sus conocimientos sobre carpintería ebanista aprendidos en la Escuela del Trabajo y la influencia ejercida por su abuelo carpintero, le debían servir de algo. Consiguió un pedazo de madera y con una guitarra de modelo facilitada por un amigo, se abocó a tomar las medidas y dibujar un plano a escala. Su teoría de cabecera era la deducción; no había Internet, no había textos en la ciudad sobre el tema, hasta recuerda que para todo Vila Nueva sólo había un teléfono público en la Asistencia.
Aún así, con tan pocos medios de comunicación e investigación, después de observar, deducir y probar, logró su propósito fabricando su primera guitarra. Fue tal su satisfacción que iniciaría a partir de allí, un hobby apasionado que hoy le da sustento a su familia y que sigue aportando sus frutos a la música de la ciudad.


Me cita en su departamento. Llegó puntual pero le interrumpo el almuerzo, son cerca de las tres de la tarde, pero Germán Aprile no hace mucho que llegó de trabajar. Su vida laboral juega como un ping pong entre su taller en Villa Nueva y su negocio en Villa María.
Enciendo el grabador y me comenta de sus inicios tan marcados como si hubiesen ocurrido en el día de ayer.

—Antes de comenzar a fabricar tu primer instrumento, ¿vos tenías conocimiento de la música?
—Sí, pero por amigos, a mí la música siempre me atrapó desde el punto de vista de los grupos humanos que se armaban, en esa época era muy lindo hacerse de amigos por la música y también me atraía mucho el hecho de decir “yo quiero tener mi banda y tocar”. De allí partió todo, en esa época explotó todo lo que es el rock nacional y se podían escuchar muchas cosas: Virus, Miguel Mateos, Soda Estéreo. Teníamos para absorber mucha música, entonces los que no nos encontrábamos en ningún estilo comenzamos a sentirnos identificados con alguna banda y tocar algún tipo de música. No podíamos comprarnos instrumentos, entonces yo me la fabriqué. De ahí empezó toda una cosa maravillosa, se tornó muy adictivo de querer fabricar otra. En mi caso no tuve la posibilidad de que la segunda me saliera mejor que la primera, porque los métodos que usaba para construirlas eran demasiado precarios.

—¿Pero te salió muy bien la primera guitarra?
—Yo creo que la primera fue la que mejor me salió y la segunda, por una cuestión de confianza inconsciente, no salió así. Me di cuenta que el mástil estaba todo errado tuve que hacer todo de nuevo, fue problemática, la segunda guitarra fue un bochorno en mi carrera. Después hice la tercera con un método no mejor, pero fue una guitarra que usé durante mucho tiempo, unos 10 años, tocando, tocando, tocando. Por ahí se me daba por cambiarla de color, la lijaba y la pintaba de nuevo, pero siempre era la misma viola.
La historia con la primera guitarra también tuvo algo de complicación, porque yo llego a la parte donde termino con la madera y me encuentro que tenía que contar con cierta cantidad de dinero para comprarle las clavijas, los micrófonos, las cuerdas… llegué hasta la madera nomás. Vine un amigo de la barra que me dice “yo a la guitarra la quiero”, porque veía que la tenía estancada, estaba muy bonita, pero ahí estaba. Entonces le dije que se la vendía pero no quería dinero a cambio, quería accesorios; porque ese chico estaba estudiando ingeniería electrónica. Ahí fue que ya con todo, empecé la segunda, el gran bochorno, no sé si fue porque tenía todo y quería verla armada, pero así fue como logré juntar la primera guitarra para mí que usé.
En Córdoba había un luthier muy famoso, que en este momento está en Italia, Carlos Michelutti. Entonces todos los toques finales que se le hicieron a la guitarra se las hizo este luthier, por intermedio del chico que estudiaba en Córdoba y volvía a veces a Villa Nueva. Michelutti, le había consultado quién la había fabricado, y se entera de mí. Entonces se generó un cruce de información por medio de este chico, ya que cada vez que venía me traía alguna anotación con algunos consejos. A raíz de eso empecé a ver de dónde podía juntar material para informarme; él estando en la universidad y teniendo acceso a la biblioteca me traía algún libro que a lo mejor estaba en el último estante de todos pero era información para luthier.

—Y qué en la ciudad no conseguías nada.
—Acá no conseguía nada. Recuerdo que el libro estaba muy errado con las maderas a usar; pero lo demás, toda la data que no tenía que ver con la madera estaba muy buena; entonces, empecé a leer libros. Lo que más influyó en mí fue mucha deducción, de ver muchos instrumentos como estaban armados. Hoy me meto en Internet y tengo a disposición las fábricas, inclusive hay muchas páginas que mueven al propio músico para que se haga sus propias guitarras, que no está mal, cada músico tiene que ser un poco luthier de su propio instrumento.

—Una de las preguntas que tenía pensada es justamente eso, consultarte ¿si es necesario ser músico para ser luthier o se puede prescindir de ello?
—La mayoría de los músicos de Villa María, me llevan sus guitarras para que yo las calibre, está bien que yo se los haga cada tres meses o un año. Por ejemplo también, con las mismas cuerdas una calibración para hacerla tirar un poco más afinada para tocar en vivo o meterse a un estudio; y en realidad eso lo debe hacer el músico. Un músico debe saber para qué lado se mueven los caballetes del puente para afinar la cuerda que ya no calibra bien, tendría que manejar ciertas cosas físicas de la guitarra para poder así solucionar algunos problemas; porque a mi me llevan la guitarra, yo se los hago en 15 minutos y a lo mejor ellos suspendieron la grabación de un día. Yo sostengo que el músico debe tener su guitarra con su estuche y su bolsita o cajita con las llavecitas indispensables para la viola. Después sí hay cosas que un músico no puede hacer, enderezar un alma por ejemplo, porque hay un montón de cosas que intervienen en esa acción que si no conocés se puede romper.
Vos fijate que cualquier músico que no sea ni guitarrista ni bajista se las arregla solo, algún baterista, sube al escenario o está a punto de grabar y está con la llave en la mano ajustando, afinando… porque hay una variación muy grande entre la sala de ensayo y entre un Costanera Rock a las seis de la tarde donde hace 37º; entonces todo varía.
Creo que algunos lo hacen por una cuestión de sentirse seguros, porque ellos saben que yo cobro por hacer ese trabajo, pero saben que si van a grabar al otro día, sólo tienen que mover dos o tres clavijas y salen grabando. A veces tengo que ir yo a la sala de estudio, más allá que a mi me conviene hacer todo ese tipo de trabajo, creo que cada uno tendría que saber, eso sería como casarse con una mujer y no conocerla.

—Además de la fabricación de los bajos y las guitarras eléctricas, ¿te dedicás a otro tipo de instrumentos?
—En realidad yo he hecho muchas cosas, pero me inclino más por esto porque es lo que más me gusta. Lo primero que yo hice fue una guitarra eléctrica con cuerpo macizo; pero que todo el mundo tiene una idea bastante errónea, se piensa que porque es un cuerpo macizo con dos micrófonos que lo toman no hay nada más para investigar, y sin embargo hay un montón de cosas que se pueden hacer para que suenen mucho mejor, para que tenga un tipo de vibración diferente a otra guitarra, por ahí he desarrollado algunas cosas con la madera para que no fuese necesario poner un micrófono de tanta calidad… y está bueno, teniendo en cuenta que esa información no es mía, sino de leer artículos de Gibson, o anécdotas… cuando Les Paul pidió su guitarra se encontraron que el micrófono que estaba puesto en esa guitarra no daba con el sonido que querían, entonces diseñaron otra estructura para que anduvieran, etcétera.
Eso es lo que más hago, pero he hecho guitarras de caja, bajos acústicos; pero no guitarras clásicas, porque se necesita cierta infraestructura y además porque la competencia es muy desleal, hoy te encontrás con guitarras que cuestan 200 pesos; no quiero decir que yo me meto en la misma bolsa, pero nadie me va a venir a comprar una guitarra clásica de luthier, por más linda, y bella y hermosa que suene, porque de hecho le va a salir muchísimo más caro. Hay todo una cuestión que va desde la selección de la madera hasta todo un trabajo hecho a mano que la fábrica no lo hace.Trato de ser totalmente amplio y sincero en todo el tema, porque la luthería no es un artículo de primera necesidad, por eso los recomiendo aunque te vienen a preguntar y vos sabés que no te van a comprar, es un servicio que también hay que dar. Yo no fabrico ciertas cosas, pero aconsejo o le doy el servicio que puedo. Me costó mucho decir que soy luthier, “yo hago guitarras eléctricas”.

—¿Qué elementos son los necesarios para obtener una buena guitarra o bajo? Y cuando digo elementos, no sólo me refiero a los materiales, sino a otros componentes inmateriales también.
—Creo que ésta es la parte más interesante, cuando voy a empezar un instrumento y me planteo “¿qué necesito para hacer este instrumento?” Lo primero que interviene es que la madera que vayas a usar esté en condiciones de ser usada y que en lo posible sea una muy buena madera. Pero una muy buena madera no significa que sea una madera cara, puede ser mucho más barata de la que usa cualquier otro luthier. Para eso interviene una buena veta, buena disposición de la fibra de la madera y a lo mejor es un pedazo de guatambú, que es una madera nacional y que al lado del maple cuesta centavos. Sucede que mucho tiempo recibimos instrumentos desde afuera y todos venían con maple. Nunca supimos que esa madera era seleccionada por otras cualidades, que tenían que ver con lo liviano, la flexibilidad; pero no con el hecho de reproducir o mantener vibraciones, es una madera ligera y que cumplía con algún otro requisito. Acá en Argentina tenemos muchísimo mejores que esa, lo que pasa es que cuesta romper el mito de que se puede hacer un buen instrumento con una madera nacional; también porque nos cansamos de ver maderas nacionales en instrumentos nacionales muy mal hechos. Me he cansado de vender guitarras con guatambú, que en la actualidad, con la escasez de madera que hay, ha incrementado su precio; es más el primer pedazo de madera que yo utilicé para hacer una guitarra el aserradero me lo regaló, pero si vas hoy te cobran la madera, el corte y demás.
Lo segundo, que no es primordial a lo primero, pero es muy importante es que realmente estés dispuesto hacer el instrumento con todo lo que ello implica, saber de que vas a tener que trabajar concentrado y que lo tenés que hacer una sola vez, que no tenés la posibilidad de cometer error; eso demanda todo lo que me estás preguntando: paciencia y demás… Pero también hay algo más importante que eso, el amor por el instrumento y el respeto por el tipo que te lo pidió. Yo no fabrico de la misma forma un instrumento a pedido que uno para tener colgado en el negocio. Inclusive yo converso mucho con el cliente, a pesar de que algunos me dicen que demoro el trabajo, pero me pasa en el 99% de los casos que cuando entrego el instrumento he logrado ver en la cara del cliente que he dado en la tecla, pero todo eso se ha logrado conversando.
Quiera o no quiera el cliente ejerce una influencia muy grande sobre la mano del luthier; inclusive la guitarra hecha de igual modo, el mismo modelo, para una persona y para la otra tampoco es igual; siempre hay cosas, inclusive detalles que uno deja pasar porque sabe que para el tipo no son importantes. También porque el músico te habla desde la música y vos tenés que pasar todo eso a la parte técnica del instrumento, a la parte física.

—¿Cómo repercutió en tu tarea la puesta del local comercial?
—La política del negocio ha sido un emprendimiento con mi mujer de llevar a cabo un sueño. Es una cuestión de comodidad para todo el mundo, es el lugar donde yo atiendo mi gente y es el lugar donde pueden encontrarme. Antes los chicos tenían que juntarse entre dos o tres e irse hasta Villa Nueva donde me encontraban; hoy por hoy no me encuentran muy seguido (risas), pero tenemos un teléfono en el negocio y un celular que lo tiene todo el mundo. Yo arranco tempranísimo pero en vezde invertir una hora y media en el negocio, cuando yo sé que no va a ir nadie, me voy al taller. Todo el hueco de tiempo que tengo libre aprovecho para ir al taller. En el negocio me ayuda mi mujer que me limpia los vidrios, me lleva todos los papeles, los pedidos, las averiguaciones, responde mails, yo ya no me acuerdo la clave de mi correo. El trabajo gracias al negocio se me incrementó en un 400%, porque además no sólo van los músicos, sino también aquellos que usan el instrumento para el asado de los viernes…

—¿Quiénes son los compradores de tus instrumentos?
—Yo me realizo haciendo las guitarras, obvio que si se vende es mejor, pero es sobre todo la cuestión de saber que se están llevando una guitarra con mi nombre, ¡es muy importante! Cada vez que he vendido un instrumento siento esa cosa, que no se si importa tanto lo que vos estás metiendo en la billetera, sino que lo más que te conmueve es que hay una guitarra más con tu nombre dando vueltas en el circuito y de que hay un reconocimiento.
Si vos vas a una casa de música y hay una guitarra que dice “Ket**it**tac” y si es barata, el cliente la prueba y compra; pero si vas a un luthier, es muy jodido, porque el luthier tiene que tener una trayectoria para que reconozcan que puede hacer un buen instrumento. La gente lo tiene que testear, yo hace 20 años que hice mi primera guitarra y las que le siguieron las regalé a amigos, porque nadie estaría dispuesto a comprármela. En cada instrumento que vos vendés se destaca un reconocimiento.
He tenido la suerte de que un chico que está por empezar a tocar la viola venga y me diga “yo quiero que vos me hagás la guitarra”, eso es maravilloso, porque el tipo no tiene mucho conocimiento de que se trata, pero está confiando su carrera como músico o un montón de cuestiones que tienen que ver con la música, lo está dejando en manos tuyas. Después el reconocimiento de gente más grande, gente de Rosario que son músicos muy grosos, que vinieron, charlaron conmigo, volvieron a venir, de esa gente y sus pretensiones aprendés muchísimo.

—¿La música te apasionó tanto como la luthería?
—La música fue un medio para llegar a esto, recuerdo muy bien mi pensamiento de cuando yo tenía 17 años y que decía que esto es lo que yo quisiera morir haciendo, no como músico, que me hacía la guitarra que yo quisiera, por ahí cambiaba de guitarra dos veces al año. Me apasionó tanto desde la primera vez que no pensaba en otra cosa, me dormía pensando en guitarras, me levantaba pensando en guitarras, hoy con 40 años me pasa lo mismo, esto me apasiona muchísimo, no puedo ser objetivo en el tema.

—Cuando vas a hacer alguna guitarra, ¿seguís los modelos estándar o tratás de hacer alguna cosa nueva?
—Generalmente sí, porque es muy complicado tratar de meter algo nuevo en la cabeza de la gente, asimismo, tengo un modelo de guitarra que es mío, ya lo tengo casi listo, la hice yo, la dibuje yo, trate de dar con algunas curvas y cosas que a mí me gustaban de lo que es conceptualmente una guitarra; porque sino, roza lo ridículo y pasa a ser una risa. Yo hago guitarras todo el tiempo que tienen que ver con otras guitarras, o sea, que respondo a modelos que ya están. Primero porque mi negocio es una gran catálogo caro, porque si a mí no me compran esas guitarras que están colgadas mejor, porque no me vacían el negocio y yo hago a pedido sobre la pretensión del músico, es sólo para que vean que lo que está ahí se puede hacer, entonces, hay una modelo de una Les Paul, Perrese, Parker… son todas guitarras que valen mucha plata si vas a comprar la marca que son. Porque les paso un presupuesto que termina costando la mitad que esas marcas y modelos y les pongo los mismos componentes.

—¿En una ciudad como la nuestra, se puede vivir de la luthería?

—Se puede, pero antes de ser luthier tenés que ser persona. Creo que uno de las cuestiones más satisfactorias es que esto es un sueño que se cumple todos los días, porque yo me levanto a la mañana y el hecho de que no te pese ir a trabajar es impagable, cuando yo he tenido miles de trabajos y te quejás porque no podés salir hasta las 12 del mediodía; cuando yo hoy me levanto y no sé si salgo hasta las 10 de la noche.
Yo me siento cómodo con toda la gente que va al negocio, creo tener onda con todos los músicos de los distintos géneros que hay en Villa María, y yo creo que eso se da siendo honesto; porque si vos a un tipo le mentiste una vez, y generalmente con la luthería hay un gran mito, la luthería es una fábrica de guitarras haciendo las cosas más lerdas, de hecho eso beneficia al instrumento, pero conceptualmente es lo mismo. El beneficio del luthier es que uno puede hablar con el fabricante, si cualquiera pudiera hablar con Don Gibson y decirle “quiero esta guitarra” sería un bochón; entonces, ese es el tema, la posibilidad de hablar con el que te la va a fabricar y el que te la va a revisar cuando lo necesites. Acá en Villa María hubo muchos que quisieron vivir de la luthería, pero no pudieron sobrevivir porque su gran error fue hacer malos trabajos, en decirles que le van a fabricar una guitarra con tales micrófonos, pasarle un presupuesto y luego cambiarle los componentes por otros más económicos, cambiarles maderas…
Creo que con honestidad se vive con cualquier trabajo, los trabajos que más demanda tienen son en construcción, en herrería y otros que son los que más auge tienen hoy por hoy; pero si el encargado de la obra quiere hacer un muy buen trabajo va a buscar el más reconocido, entonces, el más reconocido indudablemente tuvo una actitud con un montón de gente que hizo que fuera el más reconocido. En mi caso mis instrumentos, tienen una garantía por un año, con unas cláusulas que lo protegen al cliente y algunas que me resguardan de algunas cosas. Tengo la tranquilidad del control del instrumento, de que lo puedo ver y si yo estoy tranquilo el cliente mucho más. Hay una cuestión de honestidad en esto que no se puede negar.

—Y la mejor garantía no está escrita.
—Exactamente, porque hay un montón de gente que hoy va al negocio y me consulta que se puede hacer con su instrumento que sufrió algún accidente, entonces, yo le sugiero lo que se puede hacer, y te lo dejan y te dicen “lo que vos digas”. Es una gran responsabilidad porque te dejan en tus manos el instrumento que más aman. Entonces tenés que hacer un trabajo de volver su guitarra a la normalidad sin que se note, el tema es eso, es hacer el trabajo sin que se note.
Creo que no hay otra forma que no sea siendo honesto con lo que uno hace; porque de otra manera no podría dedicarle el 90% del día a esto, el 5% a dormir y el otro 5% restante a mi familia.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, el domingo 23 de noviembre de 2008 (entrevista ampliada).