lunes, 31 de agosto de 2009

Emma Segovia. En la villa de los buenos aires

ENTREVISTA CON LA POETA
EMMA SEGOVIA

EN LA VILLA DE LOS BUENOS AIRES


Suena el teléfono. Larga distancia. Llamada desde Buenos Aires.
Atiendo y desde el otro lado una voz barnizada de alegría y amabilidad me saluda, “¡¿Cómo anda mi Villa María?!”
Desde hace poco más de medio año, todos los meses recibo su llamado. No me conoce, pero el hecho de vivir aquí y gustarme la literatura son motivos más que convincente para comunicarse.
Alguna vez envió poemas a nuestra redacción y de allí surgió el contacto.
Nació en Canals, pero vivió su infancia en esta tierra. Debió irse, pero siempre está regresando. Villa María tiene una fortificada ligazón con su vida, con su familia, con su literatura. Aquí descansa su madre, aquí vive su hermana y sobrinas, aquí están las raíces de su historia, identidad y de su corazón.
Su nombre es Emma Segovia, es vicepresidenta del Ateneo Poético Argentino, miembro de la Sociedad Argentina de Escritores desde hace más de 28 años, escribe para niños y también rescata y cuida los valores humanos y los de la Patria.
Tiene varios textos publicados. Este año aparecieron “En el país de Morocosoco” (Dunken, marzo de 2009) y “Reflejos angelicales” (Dunken, junio de 2009); en espera se encuentra “Caminitos de mi tierra”, que se publicará en octubre y que tendrá a esta ciudad y su entorno como eje vertebrador de la obra.
Hace unos días la recibieron en la escuela Ameghino, lugar donde cursó sus estudios, allí, llevó sus libros y compartió junto a los más pequeños sus producciones.
De visita por la ciudad el encuentro con Emma no se hizo esperar.



—¿Cuál es tu relación con Villa María?
—Yo nací en Canals, pero vine de muy chica a Villa María. Los primeros tramos de la infancia, tienen la raíz acá, en esta ciudad. Acá conozco mi maestra, Mercedes Pedraza, que es una figura luminosa en mi vida, por todo lo que ella sembró en mi corazón. Yo era una criatura, y a través de ella aprendí a amar a todos los docentes y a aprendí a amar a las letras, que fue lo que me inculcó ella. Vio esa veta que había en mí, porque a los 13 años de edad gano mi primer premio literario, un trabajo en prosa al soldado desconocido. Así que el escritor estaba en estado larvario, todavía sin la manifestación concreta. Ahí estaba la gran facilidad para las letras, memorizar textos y desarrollarlos; porque memorizarlos no es ninguna garantía, ni de inteligencia, ni de nada, el asunto es entenderlos y después recrearlos.

—¿Dónde cursaste tus estudios primarios?
—En Villa María, en la escuela Ameghino donde seré recibida mañana (por el miércoles pasado) por todo el cuerpo docente. Me recibieron con un amor enorme, yo personalmente no lo tomo como una cosa para Emma Segovia, lo tomo para los escritores argentinos, así como ellos me recibieron tienen que recibir a todos los escritores que estamos vivos con la categoría que merece un escritor, realmente somos convocantes, somos formadores de cultura. Sobre todo una persona que se dedica a la infancia, con la escuela tiene mucha conexión, hay un nexo que inexorablemente tiene que producirse, maestro y poeta están con un elemento que es común: el niño. Con todo mi respeto, con mi amor, con una gran delicadeza, escribiendo para los niños, marcándoles pautas, como corresponde; en mis libros les hablo del amor a la patria, respeto a los mayores, respeto a los maestros que son fundadores de almas, ellos que tienen bajos sueldos y que tienen que rendir como si estuvieran perfectamente ubicados en la sociedad, y que a veces no es así.

—Es muy provechoso ese encuentro, a veces, en las escuelas se leen a escritores que nunca se conocen, por ello es interesante que la figura del escritor se meta en las aulas y tome contacto con los pequeños, más aún si son de la ciudad o alrededores.
—Claro, desde la SADE a la que yo pertenezco hace más de 28 años tenemos como una norma común y corriente ir a los colegios de las afueras de Buenos Aires. Nos encontramos con los niños, es algo muy importante para ellos, pero también es enriquecedor para nosotros porque se da ese intercambio de energía, de cariño y de conocimiento. Es muy gratificante, vamos hacia la provincia en lugares muy humildes, KM 28, allá en el linde de la eternidad… (risas).

—Emma, ¿sos maestra? ¿De dónde te viene todo ese afecto por los niños?
—No, yo no soy docente, pero hay toda una cuestión de identificación con la infancia. Mi trabajo de enfermera, pero soy enfermera de niños, ayudante de psicología infantil, organizadora de fiestas infantiles y baby sister; vale decir que me dejás un chico yo te lo puedo manejar desde la cuna. Hay una identificación, una mímesis con la infancia, una corriente empática muy importante con los niños, y un compromiso. Te voy a decir, este es mi camino, mis hermanas dicen “yo quiero que me mandes un poema, ¡no me vengas con el monito Juanito!, yo quiero un poema”. La gente quiere esas expresiones…, una cosa es Emma Segovia escribiendo a los niños y otra cosa es que me pare y diga un poema que titulé “Junto a mi pueblo”: “Estoy de pie junto a mi pueblo/ defendiendo culposos abandonos, tal vez parezca absurda mi esperanza/ pero aún creo en el hombre/ con él va a comenzar la gran historia/ una augural historia presentida/ acaso sea el tiempo de transponer fronteras/ para escribir los versos del mañana/ para sembrar en surcos liberados/ la primigenia y dorada sementera/ entonces, los arados en flor serán escudos/ la mano del labriego un continente/ de paloma y sol/ en la trinchera.”

—Podríamos decir que la temática de lo infantil y lo de tu tierra son elementos muy fuertes en tu escritura.
—Sí, son elementos muy fuertes porque hacen a un lugar del lado izquierdo donde no entra la mentira, porque allí están reinando los sentimientos, y entonces uno no puede mentirse, porque si uno se miente es un hipócrita o un loco. Yo de hipócrita nada, con la locura a veces he cabalgado (risas); pero no lo asumo, porque son locuras transitorias, son locuras buenas, no es para hacer mal a nadie, sino para exaltar: locura por la patria, enamorada del río de Villa María, enamorada del Cristo redentor…

—¿Cuántos libros tenés publicados, Emma?
—Unos cuantos, el primero “Burbujitas de mil colores” lo publiqué cuando entré a la SADE, allá por 1978), después vino “Recuerdos”, “Pinturas de pinceles de Pompeya”, después en antologías también, pero allí no pongo la temática infantil porque a los poetas no se los puede convencer de que también un poema infantil tiene su encanto, tiene su texto, tiene su desarrollo y vale; lo que pasa es que a los que escribimos para los niños nos consideran arte menor.

—Creo que escribir poesía por un lado es un arte difícil, y más aún, hacerla para niños, pero conjugarlas de una manera atractiva e inteligente…
—Escribir poesía con acento, como decía Alfonsina… Yo te agradezco la generosidad, pero generalmente la gente considera arte menor a los que estamos con la infancia, no está dentro de la justicia.

—Mencionás mucho a Alfonsina Storni y le has dedicado varios escritos, ¿qué representa esta poeta para Emma Segovia?
—Alfonsina es madre y maestra; en realidad tengo un ídolo hombre, he estudiado su vida y obra, dando muchas conferencias: Jorge Newbery el fundador de la aviación nacional. Yo trabajé 25 años en la Fuerza Aérea. Hay una conexión con su familia y demás. Con respecto a Alfonsina nos une esto de los versos, pero mi hombre no tiene nada que ver con ella. Todo el mundo conoce su obra, es la gran luchadora de los derechos femeninos, en fin, ella nos ayuda a recalcarle a los hombres que tienen que ser un poco más generosos y no mandarnos a lavar los platos (risas).

—Mi gusto personal por la literatura fue leyendo a Horacio Quiroga, quien tuvo cierta relación de amistad y amorosa con Alfonsina…
—Tuvo una relación con Alfonsina, que gracias a Dios no prospero. Ella tenía grandes amigos y la aconsejaron, “mirá, este loco, o te conviene”. No le convenía, dos personalidades muy potentes, pienso que podrían ocasionarse puntos de fricción. Cuando dos personalidades son demasiado extrovertidas, lo único que puede pasar es que choquen, polos opuestos se atraen, pero no al contrario. En las relaciones humanas uno tiene que estar cediendo frente a lo otro. A mi me gusta ceder, en pro de la paz, yo tengo adversarios políticos, pero no tengo enemigos, simplemente pensamos distinto. Por ejemplo, Jorge Luis Borges, no me despierta en mi corazón la fuerza que me representa Alfonsina. Más cerca de mi corazón está Salomón Deiver, el mejor intendente de Villa María, un hombre, periodista, personalidad brillante, corazón abierto a los niños repartiendo golosinas, haciendo su obra, al parque donde descansarán mis cenizas alguna vez. Entonces él está más cerca de mí.

—Muchas veces, más en este ambiente de la literatura, los poetas que piensan distinto no pueden separar sus ideas de las cuestiones personales y se generan ciertos choques y alejamientos.
—Es muy común eso. Ahora yo te digo, yo puedo estar con cualquiera, ahora con Borges no podría haber estado, porque diametralmente son opuestas nuestras personalidades. Además soy una mujer de condición humilde, asumida, sé de dónde vengo, sé hacia donde voy, sé cuales son mis posibilidades y sé cuáles son mis hipotecas para poder publicar un libro. Él no supo de privaciones ni de nada, por eso yo soy ultranacionalista, amo mi patria, amo la gente de Villa María, amo a mis compañeros que están luchando para poder publicar un libro; a él no le costó, porque tenía mucho dinero y mucho cholulismo en su entorno. No se puede negar que era un culterano, un hombre de una gran formación, yo no le niego a nadie sus méritos, y si está preparado, muy bien, la vida le ha permitido acceder a una gran cultura. No puedo envidiar eso, pero antes de la gran cultura prefiero el gran sentimiento, que es potenciador de todo lo bueno. La persona que vale y está seguro de lo que hace… aquella que íntimamente, corazón adentro sabe que vale, no se pierde en el camino. Te nombro un gran poeta, Don Atahualpa Yupanqui, ¿lo escuchaste alguna vez hablar mal de alguno? Pero si el Tata era más dulce que un caramelito de mil, no necesitaba despotricar contra nadie, él era el gran poeta.

—¿Cómo podrías explicarnos qué es la literatura para vos?
—Es una expresión de vida. La literatura para mí es el latido de mi pecho, es la expansión de mis propios pulsos. Cuando vos leés a algún poeta vas palpando en los versos, un poco, hasta el propio latido del poeta. De acuerdo a cómo escribe tenés los distintos estados vivenciales del poeta. Por ejemplo si escribo para Villa María, hay una eclosión de fuerza y sentimiento y de lagrimitas, porque cuando lo estoy escribiendo me doy el lujo de llorar, cosa que no puedo hacer en público para no estropear el texto.

—Los textos que uno escribe son como radiografías, caminos que va tomando el escritor en el viaje de la vida, me parece…
—Van marcando tu propio pulso, a mí me acompaña. No siempre es la misma actitud frente a la poesía, depende el tema que estás tocando, hay temas que son muy fuertes, temas que te conmueven, y otra cosa, cuando yo escribo para los niños tengo que hacer una mutación de mi cuerpo, hacerme más pequeña, desdoblarme y pasar a esa etapa lúdica que el niño maneja magistralmente, porque es su tiempo de gloria.

—Emma, ¿Por qué te fuiste de Villa María?
—Fue allá por 1950 y un poquito más, mucha pobreza en Villa María, yo la vivía y había que proyectar un futuro y hubo que dejar, hubo que entrar en la diáspora e irse, porque aquí medios no había, posibilidades no había, entonces… escapar a Buenos Aires y allá estar en el frente de la lucha y día a día, haciendo este ser humano que hoy tenés aquí. Con mucho sacrificio personal, con mucha dedicación, con mucho trabajo de por medio, 35 años de vida hospitalaria que me han dado un caudal de experiencia personal, pero, como decía Don José de San Martín, humanizar el carácter, humanizar mi propia vida, y todo eso después, al escribir para los niños, sé a donde tengo que enfocar.

—A pesar de irte hace varias décadas, siempre estás volviendo a Villa María…
—Siempre se vuelve a las raíces del corazón, porque en mi próximo libro lo digo, siempre se vuelve a las raíces del alma, porque esa es la verdad del ser humano, y la que me dan a mí el carácter de mujer del mundo, de ciudadana del mundo. Yo volviendo a Villa María, a mis raíces, me convierto en ciudadana del mundo: pintando esto estoy pintando todo lo demás. A parte no se puede ser desleal, hay que ser leal hasta para equivocarse.



Emma Segovia ama a Villa María, la ciudad, su río y su gente.
Pronto tendrá que partir, pero siempre está volviendo a respirar los “buenos aires” que Villa María le ofrece, a hinchar sus pulmones con el recuerdo y la nostalgia, con el afecto y la poesía.
Voy llegando al final de la nota justo en el momento en que mi mesa vibra. La luz de mi celular se ilumina y la melodía se la lleva el fuerte viento de agosto.
¿Será Emma?


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SIEMPRE RETORNARÉ
Emma Segovia


(A mi Villa María)

Náufraga de sueños claudicantes
acaso sin quererlo,
con la ilusión herida
vuelvo a mis espacios.

Y en la fosforescencia del recuerdo
mi infancia lejana
emerge luminosa
cual rito de milagro.
La miseria rondaba implacable
desnudó mi piel y mi esperanza
todo era ajeno
prohibido y amargo.

Siempre la vida se impone
inaugura futuros desleídos
va marcando el sendero
con frágiles guijarros.

Pero tuve que partir
para buscar el mañana
la distancia duele
es llanto despeñado.

Pero tuve que partir
trasvasar los silencios
y alcanzar con la idea
mil bosques estrellados.

Trepar sencillamente
en las aristas
del viento,
sobre rocío insustancial y enamorado.

Fundar con la palabra
un mundo nuevo,
respirar códigos celestes
emancipando el pasado.

Y leve el corazón
tras de las sombras
ascender sin ataduras
con una luz intacta, en el costado.

Por eso, cuando todo esté cumplido
y los címbalos toquen a duelo
retornaré en cenizas, al río de mi pueblo
para ser sólo, migratorio canto.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 30 de agosto de 2009.-

domingo, 16 de agosto de 2009

Entrevista con Gustavo Borga. En las vías de un poeta

ENTREVISTA CON
GUSTAVO BORGA (**)
EN LAS VÍAS DE UN POETA





Estaba convencido y siempre lo supo.
Como si su vida estuviese predeterminada desde un principio.
Dice el primer poema de "Hermoso niño rubio" (Xión Ediciones, 2006): “Un colibrí / atravesó / con el pico / a un recién / nacido // ¡Será poeta / Gritó / la partera.”
Quería escribir, pero su experiencia de vida apelotonaba las palabras y no podía exteriorizarlas. No salían.
Las sombras de una vida poco feliz lo empujaron a psicoanalizarse, y al poco tiempo nació su primer poema. Era un llamado, un rayo de sol en las tinieblas. Sorprendido por ese logro, inicia un taller literario y comienzan a brotar sus escritos.
“Caí / de rodillas / el día / que el sol / me atravesó // Me levanté // y comencé / a escribir.” El poema de apertura de su libro debut, "Patitos degollados" (autor, 2002), es el reflejo de ese quiebre, de ese comienzo.
Desde niño leía lo que encontraba, gastaba su dinero en libros y hasta robaba para comprárselos. Las historietas fueron una lectura obligatoria, además de consumir cine todos los domingos, cuando con su tío iban en las recordadas motos Puma.
Él es Gustavo Borga, un ferroviario, un tipo que escribe las biografías de sus libros con la brevedad y contundencia de sus poemas.
Su poesía está impregnada de lo familiar, del dolor vivido, de sus lecturas literarias y de las de la gente y ciudad. Una poesía, descarnada muchas veces y bella tantas otras.
Lo cierto es que está experimentando un cambio, como si las vías que recorre lo fueran llevando a distintas estaciones; desde lo más oscuro de las sombras que urgía sacar, hasta su nueva poesía que va buscando una nueva luz.
Muchas veces escuché que la literatura te salva o te hunde, y este es un claro ejemplo de la primera opción, elpoder de la literatura se hizo sentir, el poder de conectarlo con lo bello, con el mundo y la sociedad.
A punto de aparecer se encuentra Poesía reunida (llantodemudo, 2009) y está preparando su tercer libro de poesías "Estoy volando".
Estamos en su casa en Villa Nueva. En una fresca mañana me encuentro con él, con un Gustavo más suelto, más emotivo y locuaz del que yo creí conocer. Sentados en la cocina, mientras espero un té de hierbas naturales observo varios libros sobre la mesa y pilas de discos en un rincón.



—¿Por qué no te gusta dar entrevistas?
—Es por timidez. Me cuesta, además las pocas que hice no me gustaron las cosas que dije. Uno no puede desarrollar todo ahí; pero básicamente es por timidez, me da mucha vergüenza y contesto siempre pavadas, después me arrepiento de lo que he dicho.

—Pero es bueno hacerlas porque muchas veces conocemos la otra cara del escritor.
—Supongo que para la gente que te lee debe ser interesante. Te aclaro que me gustan mucho los libros sobre entrevistas, sobre todo cuando la gente se maneja bien respondiendo, también hay muy buenos periodistas. Cuando se juntan las dos cosas es muy atrapante, lo último que leí bueno de entrevistas sobre teatro norteamericano, me pareció genial. Yo no sé responder bien, correctamente una pregunta, pero son muy interesantes, las entrevistas de Borges por ejemplo; lo que pasa es que son gente muy inteligente que ha leído mucho, no sería el caso mío.

—Venís leyendo hace mucho, a pesar de que comenzaste a escribir de manera “tardía”.
—Pensaba cuando vinieras acá, porque nunca sé qué contestar… yo leí siempre desde muy chico, me aferré a la lectura, siempre supe que lo mío iba a ser la literatura; es decir, cuando empecé a leer, me gustó tanto que supe que iba a leer siempre todo el resto de mi vida, nunca iba a dejar de leer. Cuando comencé a leer, yo no sabía que existía otra literatura que no fuera Kafka, Dostoievski, Pessoa… al empezar a ir al taller de Dolly (Pagani) me di cuenta que había una literatura local, o que yo no la conocía o la subestimaba y eso fue algo novedoso y bueno para mí; poder comprobar que había una literatura local, incluso que yo podía hablar con esos autores, eso me sorprendió mucho. Saber que muchos de ellos eran muy lectores y que escribían muy bien, no como Dostoievski, Herman Hesse o Hemingway, pero eran muy buenos y eso fue para mí un descubrimiento muy grande, porque cuando yo empecé a escribir, me corregían cosas, o me decían “no pongás esto”, así que fue algo muy novedoso y lindo.

—¿Y por qué te arrimaste al taller literario? Vos habías leído mucho, pero nunca habías escrito nada, ¿o sí?
—Llevaba un diario, está todavía por ahí, pero muy mal escrito. Lo que pasa es que a mi me gustaba escribir pero no podía, lo intentaba, pero no me salían las palabras y veía que lo que hacía no era algo auténtico, no era algo mío que naciera de mí, que saliera de mí, y yo quería escribir algo que saliera de mí. Yo sabía que lo mío era la literatura, pero no podía, no sabía cuál era el tema sobre qué escribir, pero yo sabía que tenía que escribir sobre algo. Entonces hago un proceso, empiezo a hacer psicoanálisis y al poco tiempo que hago terapia, escribo mi primer poema, y después que hago ese poema empiezo a ir al taller de Dolly.

—“Dios no existe, Patricia”…
—Sí, el poema se llama así, que ahora va a salir publicado en una compilación que sacará la Editorial llantodemudo. Me van a reeditar la obra, mis dos libros. Ese poema va a salir sin título, me costó mucho laburo hacerlo; pero lo que más me sorprendió a mí fue darme cuenta que el primer escrito que yo hice fue un poema; porque a mí lo que me gustaba y me gusta mucho es la prosa, el más sorprendido fui yo. Es más, tuve oportunidad de Dolly, porque caí en un buen lugar, en el grupo había gente que me recibió muy bien, porque yo vivía al margen de la sociedad, si bien leía, pero yo era un marginal, y través de ese taller es como que yo me reincorporo a la sociedad. Siempre digo que ese grupo de personas: Marina Giménez, Alcide Fornero, Adriana Claudeville, Puqui Charras, Lina Master, Martha Colasanti, Dolly… seguramente me olvido de alguno, fueron gente que me ayudaron mucho en mi vida personal, siempre estoy agradecido de ese grupo de personas.

—¿Durante cuánto tiempo estuviste en el taller?
—Habré estado un año y medio, fue una época muy importante, porque todos los días escribía un poema, añoro esa época, “Patitos degollados” salió así, venían uno atrás de otros los poemas. Después todo se fue frenando y ahora cada vez escribo menos.

—¿Por qué razón escribís menos?
—Supongo que lo más importante lo dije, de todos modos, es una experiencia muy hermosa escribir, es una de las cosas más hermosas de las que me ha pasado en la vida. Escribir un poema, aunque aún así con el tiempo ese poema no te guste, es una experiencia fabulosa. Escribo poco, pero cada vez que me sale un poema, eso tan extraño que no sabés de dónde viene, cada vez es más lindo. Antes tenía que ver con el sufrimiento, por cosas que yo tenía que decir, cosas que me habían ocurrido, pero ahora el proceso es más lindo, lo que me está ocurriendo es una experiencia que me hace mucho bien, me siento muy bien cuando escribo algo, cosa que antes no me ocurría.

—¿Cuando escribís un poema es porque te sentaste y salió o lo venías pensando? ¿Forzás la escritura?
—Nunca fuerzo la literatura. El poema viene en un momento inesperado. La literatura es un territorio sagrado, sobre todo el de la poesía y la voy a respetar y no voy a forzar un poema. No lo hice nunca ni lo voy a hacer, forzar un poema, escribirlo, para poder publicar un libro no, es algo que viene inesperadamente. Creo que en la prosa es diferente, pero en la poesía es algo sagrado el poema viene de algún lado, últimamente pienso que viene de afuera, antes no. Cuando escribí “Patitos degollados” me parecía que todo lo vomitaba, que salía de adentro, era una cuestión como un vómito; en cambio este proceso que estoy viviendo ahora es como que los poemas vienen de otro lado, es una experiencia hermosa. Es algo raro y lindo, eso ocurre cada tanto, ojalá sucediera más seguido. La ventaja que tenemos la gente que amamos la literatura es la lectura, vos agarrás un autor, un Pessoa, Tennessee Williams, Silvia Plath, cualquier tipo de esos, por hablar de los grandes autores y eso te hace mucho bien, es la gran ventaja que tenemos los que escribimos, que estamos enamorados y esos autores nos transportan, nos hacen muy feliz… el caso de Glauce Baldovín o de Edith Vera. En cualquier momento nos sentimos reconfortados leyendo esos autores que amamos, no necesitamos escribir.

—Hablando de prosa, también tenés algunos cuentos por allí, ¿no?
—Sí, pero… a lo mejor cuando termine un libro que me está dando vuelta, por allí me dedique a la prosa, a intentar escribirla. Lo bueno que ocurre en Villa María es que hay gente que está escribiendo prosa, me parece muy interesante. Creo que se está viviendo un momento muy especial en la literatura de Villa María. En esa antología que publicó la universidad (se refiere a “Voces de este río”, Eduvim, 2009) hay algunos autores, ahí hay futuro.

—Yo tome cierta conciencia de la cantidad de escritores cuando me embarqué en la preparación de un libro sobre autores locales, que saldrá próximamente y en el cual participás.
—También eso ocurre, lo pensaba el otro día, sucede que hay una tradición acá. Cuando yo te decía que iba al taller literario, ahí me di cuenta de que había muchos autores y que muchos ya venían escribiendo (Norman Argarate, Edith Vera, Fabiana Leon, Mario Moral…) y creo que nosotros, en cierta forma, venimos de ahí. Yo creo que ya había algo, esto no era el desierto, ellos fueron los que iniciaron un poco la cuestión y están vivos y siguen escribiendo. Lo que pasa es que ahora hay una nueva camada, siento que todo está por comenzar, que lo mejor se viene, yo veo mucho futuro en la literatura de Villa María, me parece excelente y me llena de alegría. La Editorial de la UNVM va a publicar a muchos autores de la ciudad y eso me parece muy bueno, están publicando a viejos autores de la ciudad, fantástico. Para ponerle un moñito a todo creo que deberían publicar la obra de Edith Vera, pero creo que hay una cuestión legal, me dijeron. Me atrevería a decir que la literatura de Villa María está en su mejor momento y que se vienen momentos mucho mejores. Creo que hay mucha gente que está inédita que van a empezar a publicar, y eso me parece lo más interesante.

—En la actualidad hay más facilidades para publicar también.
—Yo creo que sí, que la UNVM lo hace gratuitamente, eso es un respaldo muy bueno y hablo así de la UNVM, y eso que yo no he publicado ni publicaré allí; pero te quiero decir que es una buena medida.

—¿Qué autores locales te gusta leer?
—Lo que yo leo y me gusta es Edith Vera, Iván Wielikosielek, Fabian Clementi, Silvina Mercadal, Carina Sedevich... Yo tengo séptimo grado, pero me parece que lo de ellos es de muy buen nivel en literatura. El caso de Iván creo que cumple una doble función, primero como periodista, él ha cambiado para siempre el periodismo de Villa María, lo sacudió, lo marcó para siempre. Con las cosas que ha escrito, con las cosas que ha dicho y la forma de abordar las notas, el periodismo local nunca más va a ser igual después de él. Tiene un estilo muy particular, que lo subestima un poco, creo que es el mejor y no sólo en el periodismo sino que marca la literatura, cayó del cielo, porque la prosa de él es una de las mejores de Córdoba, son esos tipos que le hacen bien a la literatura, porque hay gente joven que se va a animar a abordar la prosa como él la hace, como diciendo se puede escribir de esta forma. Al tipo lo tenemos en Villa María, es un tipo común y corriente pero con mucho talento. La poesía de él no me gusta. Mercadal, es excelente. Lo de Fabián me gusta mucho, ojalá yo pudiera escribir como él. Me mostró su ultimo libro y me parece muy bueno. Fabián es el futuro, sólo vimos una pequeña parte de lo que puede dar. Y por su puesto Edith, “El arbolario” creo que es la mejor obra de Villa María, casi te diría que es imposible superar ese nivel. Ella nos deja un ejemplo de la dignidad del poeta, creo que ese es el mensaje que nos deja, consecuente con sus ideas y muy digna. La dignidad en momentos difíciles de la dictadura, la honestidad 100% y eso debería marcarnos para siempre a todos. No siempre ocurre así, porque en el ambiente hay un poco de egoísmo y ella representa la otra parte, por eso también es grande Edith, porque ha escrito muy bien, reconocido, pero además porque era una gran persona. Y después un grupo de escritores que han escrito mucho pero que están inéditos y lo que yo he podido leer es muy bueno, sería importante que publicaran, porque hay un hueco allí, un vacío, le harían muy bien a la literatura. Yo espero con ansiedad sus libros. Es el caso de Mario Moral, Marina Giménez y Fabiana León, que han escrito bastante.

—Contame cómo es la próxima edición de tu libro en llantodemudo.
—llantodemudo me editará mis dos primeros libros en uno sólo, incluirá mi primer poema que estaba inédito, unos haikus y un cuento que leí alguna vez en la universidad. Van a rediseñar la tapa y saldrá pronto. A los poetas nos pasa que escribimos y después no nos gusta lo que hacemos. Por eso trato de hacer una tapa más o menos que cuando la agarrés con el tiempo, por lo menos te guste la tapa. Eso va a ser más que nada para Córdoba, porque acá los libros se han leído.

—Mi impresión personal es que tus dos libros son uno solo, como una continuidad, los dos se unen…
—Sí, es así; y lo que estoy escribiendo ahora que es muy diferente con lo que estaba haciendo, me parece que es una continuidad de lo otro, otra etapa, una cosa es “Patitos degollados”, otra cosa “Hermoso niño rubio” y otra cosa esto; pero me parece que hay una continuidad. Hay un hilo que los une.

—Alguna vez dijiste que, “si yo fuera otra persona, no compraría mis libros, no valen nada”. ¿Por qué?
—Es que yo siento eso, a veces leo lo que escrito y me da vergüenza, no me considero un buen poeta; por eso cuando alguno me dice “qué bueno lo tuyo”, me sorprende y no lo creo, pienso que me están tomando el pelo. ¿Soy poeta yo? ¿Es literatura lo mío? En realidad, creo que escribo para la gente que uno quiere, para los amigos, para mi hermana; lo demás no me importa mucho.

—¿Te gusta leer en público?
—Sí, al principio me costaba mucho, el problema mío son las horas previas, es una gran angustia, sobre todo si no sabés a dónde vas a ir, con quién te vas a encontrar, porque en el ambiente de la literatura están los intelectuales que creen que se la saben a todas, algunos son muy jodidos y soberbios; por eso generalmente leo en Villa María, porque ya conozco el círculo de personas. Me gusta porque intercambiás la poesía, conocés otros poetas…

—Susana Giraudo me decía, que Marcos Silber o Jorge Madrazo (no recuerdo quién de los dos), manifestó que tu poesía era buena, pero que no tenías que repetir tantas veces la palabra “mierda”.
—Yo le decía a Susana que la mierda sirve de abono. En el primer libro pronuncio mucho esa palabra, en el segundo no tanto; de todas maneras si tengo que decirla otra vez, la voy a decir.

—Me gustó mucho uno de tus poemas donde ves a Villa María desde arriba y que culmina con una palabra que resume a parte de la sociedad villamariense: “fingen”.
—Eso tiene que ver con lo que yo siento con la clase media, de todas las clases sociales es la que yo más detesto, porque nunca se sabe, se van de un lado para otro, les da lo mismo aoyar a los milicos que a Kirchner; cuando no pueden pagar la cuota del auto, ahí los tipos se vuelven nazis. Creo que son peligrosos para la sociedad, no digo que todos sean así, pero en su gran mayoría sí. En Villa María si no fuera por esa gente sería una mejor ciudad. Ese poema lo escribí porque subí a un techo y vi a Villa María de otra forma, por abajo todo tan lindo y por arriba todas esas chapas herrumbradas, ahí debe estar lleno de ratones y cucarachas. Por eso siempre digo orgulloso que soy de Villa Nueva, porque no ves ese fingimiento, la gente es de otra extracción social. Son completamente diferentes.

—Veo que comprás muchos discos y libros.
—Sí, me doy con los gustos, para DVD y libros me prohíbo de otras cosas, podría tener un auto o una mejor casa, pero mi gusto es este; son gustos que no me podía dar en otra época cuando era chico cuando he llegado a robar libros, o he vendido cosas de mis viejos. Mis viejos le echaban la culpa a otras personas que visitaban la casa, ¡no! era yo que los vendía (risas). Los chicos que lean este reportaje les digo, róbenle las cosas a los viejos mientras compren libros, para otras cosas no; pero si van a leer a Kafka, a Walt Whitman o Robert Louis Stevenson, les aconsejo que le roben las cosas a los viejos. Los libros son mejor que el oro y los va a hacer mejores personas. Un libro te va a enseñar más que ir a algún colegio, vos leés a Roberto Arlt y te va a enseñar más cosas de las que te pueden enseñar en cualquier colegio. Los chicos que lean a Salinger o Abelardo Castillo van a ser mucho más felices que asistiendo a todas estas instituciones que hay en el mundo.

—Finalmente una pregunta que hago muy seguido, ¿creés que en el ambiente literario hay mucho egoísmo?
—Existe en todos lados, somos muy egoístas, porque es una profesión muy solitaria, a veces nos creemos dioses, pero se soluciona fácil, vas y lees a Glauce Baldovín y quedas ahí abajo. Esas lecturas te ubican en el lugar donde cada uno tiene que estar. Es como cuando uno esta jugando al fútbol en la “B” y lo sientan a ver un video de Maradona, creo que se da cuenta enseguida que el otro es un genio. Es difícil manejar al ego, hay que pulverizarlo al yo, matarlo al yo, porque eso es lo que te da la felicidad. Pero la literatura ha dado gente muy piola como Kafka, Juan L. Ortíz, Abelardo Castillo… Edith Vera tiene que haber sido así, por lo que me han contado de ella, porque no la conocí. Nadie me habló mal de Edith. Ahora en mi próximo libro escribo sobre ella, creo que ella está en el corazón de la gente, que trascendió, por eso es grande. Me di cuenta cuando estuve con algunos poetas de la ciudad, hablaban de ella y se les humedecían los ojos de lágrimas, porque tiene que ver con lo sentimental. Es una figura muy fuerte. Después cuando estuvimos en el grupo ”Invisibles” con Mario Moral, Omar Álvez, Fernando de Zárate… habíamos hecho un homenaje a ella y salimos a repartir volantes. Sucedía que cuando entregaba alguno, la gente hablaba con emoción de Edith, yo me sorprendía. Había mujeres grandes que decían que a sus hijas le leían los poemas de Edith y éstas a su vez les leían los poemas a sus hijas, una cosa de no creer. Edith reunía los dos aspectos, lo humano y lo literario. Allí me di cuenta de lo grande que fue, porque trascendió eso tan imposible, trascendió la literatura, está en el pueblo, en el corazón de la gente y eso no lo logra nadie.-


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POEMAS DE "VOY VOLANDO" (inédito).


-------------------------------a Ivan Wielikosielek

cuando era niño
un poema trabó
la rueda delantera
de mi bicicleta

pasé de largo

todavía no caí

estoy volando

* * * * * * * * * * * * * * * *

-------------------------------a Edith Vera

Edith escribe
poemas

un ángel los deja
sobre el techo
del geriátrico

de noche los niños
trepan a sus casas
miran en silencio
el único techo

iluminado

* * * * * * * * * * * * * * * *

-------------------------------a Fabián Clementi

hoy apareció
en el patió
Kurt Cobain

creí que estabas
muerto
le dije

me miró
como diciendo

el muerto
sos vos

* * * * * * * * * * * * * * * *

en el 76

cuando me
torturaban

un niño
me abrazo
se fundió
en mi

el niño
camina
por la tierra

yo desaparecí


* * * * * * * * * * * * * * * *


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 16 de agosto de 2009.-

(**) Entrevista ampliada.

lunes, 10 de agosto de 2009

Entrevista con Miguel de Lorenzi. Diseño de un talento.

ENTREVISTA CON
MIGUEL DE LORENZI
DISEÑO DE UN TALENTO
Por Darío Falconi


El talento puede percibirse en una pintura, en un afiche, en la armonía estructural que se disfruta en las notas de un diario, en una publicidad o quizás en un logo de esos que nos quedan marcados para siempre…
Lo estamos esperando. La tarde fría y gris no se condice con el colorido de las piezas colgadas en la pared.
El es un villamariense en Córdoba, un profeta en otra tierra.
Miguel de Lorenzi es un artista que por más de cuarenta años ha plasmado su talento en las páginas de diversas publicaciones periodísticas, la pantalla de algún (de muchos) televisor(es) o alguno de los lienzos en los que inmortaliza el impacto de lo más cercano.
Cachoíto trabajó intensamente en La Voz del Interior desde 1979 y 2005 donde lució sus ideas y diseños en los suplementos Temas y Cultura. Lo sigue haciendo, pero ya acogido a los “beneficios” de la jubilación y del teletrabajo.
Es una artista de décadas que sigue ávido de aprender y transmitir su aprendizaje.
Recientemente, gracias al Centro Cultural España Córdoba y El Emporio Ediciones, se publicó “ReCácholis” un libro-catálogo con muchas de las obras de diseñador local. Allí se pueden encontrar ilustraciones periodísticas, pinturas, logotipos, dibujos y diversos diseños.
Llega al lugar y saluda sorprendido por la impresión que le causa ver sus trabajos aquí. Es muy amable y cordial, capaz de reírse se sí mismo, como cuando nos contó que está por cumplir 59 años y a los pocos segundos se retracta sonriente, adicionándose la década que faltaba.
El talento puede percibirse, puede olerse, como un halo que rebalsa el Bonfiglioli y nos acaricia la piel. Nos sentamos en un costado y nos disponemos a conocer un poco más sobre su vida.


—¿Cuál es su relación con Villa María?
—Nací aquí, me eduqué en el Colegio Rivadavia y luego viajé a Córdoba. Muy ambicioso, me hice una carpetita y me fui a una de las agencias más importantes que había en Córdoba en ese momento (Nueva Propaganda) y tuve fortuna. Llegué y no lo podía creer, son tiempos que no corren ahora, me preguntaron, ¿cuándo querés empezar a trabajar? Eso para un estudiante es una cosa descomunal, que a los tres días de estar en Córdoba tuvieras trabajo era increíble. Aquí en Villa María vive mi hermana, por lo que es una ciudad a la que vuelvo con asiduidad.

—Usted es ilustrador, diseñador, pintor… ¿Cómo podría autodefinirse?
—No lo sé, porque entré a trabajar en una agencia de publicidad cuando el título de diseñador gráfico no existía; es decir, que primero fui un dibujante publicitario, y debo haber sido uno de los primeros que empezó a usar la denominación de diseñador gráfico, en Córdoba. Luego la profesión se jerarquizó. Yo pienso que, si bien hay unas pequeñas diferencias entre un diseñador gráfico y publicitario, hay puntos importantes de contacto y fuertes entre ellos. Los diseñadores gráficos lo niegan, “no, nosotros no somos publicitarios, somos diseñadores gráficos”, pero son comunicadores al fin. Varía un poco los estilemas con que cada uno se vale para llegar al público, ¿no?

—En estos más de cuarenta años en que ha trabajado las herramientas (sobre todo) informáticas ha dado pasos agigantados, ¿cómo repercutió el desarrollo de la tecnología en su labor?
—Estuve vinculado a cambios de lenguaje, por ejemplo, luego de la agencia de publicidad, pase a trabajar en Canal 10, que es un medio televisivo. Esto es que, además de la parte estrictamente de diseño gráfico, había un diseño gráfico para televisión, algo que ahora está muy en boga y que nosotros en Córdoba para los SRT (Servicios de Radio y Televisión), practicamos. Yo tuve una cierta familiaridad con lo digital. Después de haber estado muchos años en los SRT en Canal 10 pasé a La Voz del Interior, con la misión de asistir al diario en un cambio tecnológico, a una tecnología que no conocía e iba aprendiendo a medida que se la iba incorporando al servicio del diario. Es decir, de una rotativa que imprimía en plomo caliente y que componía en plomo también en linotipo, se fue asando al Offset, a las computadoras para composición tipográfica y luego la computadora para el diseño, para infografía, para ilustraciones…
Estos cambios repercuten, pero hay una base que uno tiene, que es la que se ha formado con el lápiz y el papel; pero los campos se van dividiendo cada vez más, porque las nuevas tecnologías están dotadas de herramientas muy potentes que los jóvenes saben muy bien aprovechar, y los que venimos de lo analógico sabemos muy bien combinar. Se lo toma como algo muy dramático, pero no es así, son complementarios.
Hace un tiempo escuchaba una acotación que me gustaba acerca de las computadoras, “las computadoras son como los perros, huelen cuando uno te tiene miedo”, entonces, cuando vos te arrimás, no podés hacer nada con eso si le tenés miedo. Entonces, una de las cosas es no tenerle miedo a la computadora y meterse... Torearlas.

—Me da la impresión que muchas veces el trabajo del diseñador queda en cierto anonimato, ¿estos es así?
—Hasta cierto punto. Están adquiriendo nombres, mirá yo aparezco aquí en una exposición con mi nombre y es una cosa sorprendente. Hay diseñadores gráficos que son como estrellas de rock; cuando vino David Carlson, hace unos años a la Universidad de Buenos Aires, te digo que era como si hubiese subido al podio Keith Richards, John Lennon o Paul McCartney; los estudiantes lo aclamaban como si fuera un recital.

—Ahora que menciona alumnos, sabemos que dicta clases en una institución educativa cordobesa, ¿qué sensaciones experimenta cuando se pone delante de los jóvenes y les transmite lo que usted aprendió en años?
—Te digo que es reciente mi experiencia en la docencia; digamos, desde hace muchos años me invitan desde universidades públicas y privadas a dar charlas sueltas sobre un tema determinado, lo hago con gusto y me encanta; pero ya este año he empezado con algo más sistemático que es tener un grupo de alumnos que te va siguiendo. Es fantástico, uno va descubriendo cosas. Si bien no confío demasiado que sea un saber que se pueda transmitir, no sólo el diseño, sino también la pintura y algunas otras disciplinas; uno puede resultar una guía para aquel que va a prendiendo. Creo que el 90% del resultado lo tiene que poner el alumno, el educando. Depende de la actitud que tenga el chico, hay jóvenes que están esperando “a ver venga, enséñeme”.

—Claro, los alumnos necesitan estar leyendo, investigando, mirando cosas…
—Sí, en realidad, es tal el bombardeo que hay con Internet, que ahora una de las tareas de la pedagogía es enseñarles a seleccionar el material. Están abrumados, por ello el profesor (creo que para todas las disciplinas, incluida la medicina) tiene que resultar en este momento en un instructor. Es tanta la información que uno tiene que convertirse en un instructor para saber como aprovechar ese material y como discriminar lo que sirve de lo que no sirve, que también, en esa avalancha de información hay cosas que no sirven.

—Vemos en esta muestra, sus pinturas que datan de unos 15 años atrás, ¿Continúa haciéndolo en la actualidad?
—Tengo tres series de pintura, una son imágenes sobre los monoblock donde vivo, otra sobre el Parque Sarmiento y una inconclusa sobre las sierras de Córdoba. Me ha cazado mucho lo digital, hay como un prejuicio, sino lleva lo que ha hecho en la computadora y lo imprime en una tela, lo enmarca, no parece ser lo mismo que si uno lo hubiese pintado; es como si la gente valorara el esfuerzo de estar con el pincelito, pero no es así.


En los últimos días, las notas sobre la muestra de Miguel de Lorenzi han ocupado varias páginas de nuestro matutino. Y es que “Cachoíto” ha dedicado una vida a llenar las de otros diarios de nuestra provincia, complementado su visión estética con el contenido de la palabra.
Hoy le toca ser el contenido de nuestras páginas. Se lo merece, por su trabajo, por su talento, por su influencia y por su gesto para con este diario... el agradecimiento de siempre.

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"Cachoíto" y El Diario
Por Raúl Olcelli


En las artes gráficas en general como en las artes plásticas en particular como lo demuestra esta obra, De Lorenzi vuelca todo su talento desarrollado a través de los años
Es un orgullo escribir que Miguel De Lorenzi, el ilustrador, el diseñador, el artista plástico, al que vimos durante largo tiempo estampar sus inconfundibles collages, algunos "de tablero" y otros ya de la etapa digital, es villamariense.
Su extensa sucesión de trabajos en diversos medios, lo hace acreedor de un nutrido y amplio currículum, fruto de su trabajo de artesano que gestó día a día.
En cierta ocasión, trabajadores de este diario todavía de la otrora editorial, decidimos llegar a su colega de La Voz, para visitar sus instalaciones y mejorar nuestro producto de la edición cotidiana, era la época en que el matutino capitalino aparecía en colores, concretamente el 21 de setiembre de 1995, previo rediseño, en su estética general como en su formato de papel.
Y en ese viaje uno de los que nos recibió e intercambió pormenores fue De Lorenzi, escondido tras sus inconfundibles gafas y poseedor de su envidiable talento y conocimientos.
En ese sencillo acto nos presentamos y como villamarienses que somos, recordamos gente que conocíamos ya sea del propio oficio o de aquellos que rondaban las redacciones de tal o cual medio, y ahí sin mucha ceremonia fue en busca de unos manuales que él tenía guardados y a su alcance y nos los prestó a manera de verdadero amigo para que nos instruyéramos en el manejo, que en aquel entonces para nosotros era poco menos que chino básico: el Quark X Press, vaya a saber qué versión.
Fue la primera vez que nos interiorizábamos acerca de ese software y, casualmente (o no), el que contiene los formatos de estas páginas, las mismas que en aquel entonces intentábamos mejorar y precisamente un villamariense, un artista fogonero de ley, nos ayudaba a crecer.
Fue justamente Cachoíto el de La Voz, el de las "argentinitas", el egresado del Rivadavia, el de Villa María.





(*) La muestra de Cachoíto en el Museo Bonfiglioli, permanecerá abierta hasta el 2 de setiembre.
(**) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 09 de agosto de 2009.-

lunes, 3 de agosto de 2009

Alejandro Schmidt. Imagen de un poeta

ENTREVISTA CON
ALEJANDRO SCHMIDT
IMAGEN DE UN POETA





Entra.
Atraviesa el umbral y apoya algunas cosas sobre la mesa.
Está rodeado de libros que se acomodan perfectamente a su rededor y a los que tiene ordenados con criterio de bibliotecario. Descansan allí los clásicos de la literatura universal y argentina, los textos de filosofía y religión, los inhallables y todos aquellos que deben estar siempre a mano. No falta el espacio destinado a la literatura local, Alejandro, quien trabaja infatigablemente por las letras de la ciudad, es feliz cuando agrega un volumen más a esa colección.
No pretendo obviar su abultado curriculum, pero basta mencionar su nombre y poesía para saber que hablamos de Alejandro Schmidt. En su persona está concentrada la poesía y el placer que lo llevó a tomarla de todas las maneras posibles: como poeta, editor, periodista, bloggero, dictando charlas y cursos…
Recientemente, y como una marca personal en su actividad literaria, publicó dos libros de poemas: “60 poemas breves” y “Videla” (Recovecos, 2009). Libros que brillan por la calidad y contundencia con que están escritos. El primer volumen desperdiga su contenido en todas direcciones, como un enjambre que se nos abalanza y deja su aguijón en algún poema inesperado. “Videla”, por su parte, nos sacude a interrogantes, nos cuestiona sobre un pasado argentino y personal del que todos (de alguna manera) hemos sido parte.
Alejandro conserva todos sus escritos prolijamente guardados. Sabe que su vida está contada en los versos que marcan su camino.
Pero volvamos a la habitación antes descrita, a su biblioteca… Está ahí, me lo imagino ahí… A su costado derecho se encuentra una ventana que conecta con el mundo y al lado, la computadora que dispone a encender.
Se acomoda y saca un atado de Philip Morris. Toma el cigarrillo. Lo enciende. Abre su casilla de correo electrónico y contesta, con admirable prontitud, nuestros interrogantes.



—Teniendo en cuenta que es recurrente en vos el hecho de publicar de a dos libros por vez, ¿a qué estímulos obedece esta actitud?
—Escribo permanentemente, los textos se acumulan, en cuatro años publiqué ocho libros, en ese mismo tiempo escribí casi diez ¿qué puedo hacer? publico para ir dejando, al menos, una parte de la obra afuera, atrás.

—¿El hecho de que “Videla” se haya publicado recientemente obedece a alguna decisión o momento en particular?
—No, son poemas escritos desde el golpe del ’76 en adelante.

—En “24 de marzo de 1976” decís “yo tenía todo el fracaso que llegó / yo tenía que ir hacia la nada / y allí fui.”, ¿qué era la nada en ese entonces? ¿Cómo ves ese momento hoy cuando han transcurrido más de tres décadas?
—La nada era todo lo que se vivió en la dictadura, el asesinato de tanta gente maravillosa, los exilios, la opresión, el achatamiento, la censura, la mentira sistemática, la destrucción de la economía, etc.
Impera todavía la visión maniqueísta, falta matizar, atreverse a enriquecer eso de los buenos y los malos, preguntarse por qué. Este libro de poemas, sesgado y contaminado por la lírica intenta eso, poner en cuestión, en crisis, tantos discursos cómodos de un lado y del otro.

—Siempre decís que lo que escribís lo conservás porque son momentos del alma, ¿cómo es el alma de Alejandro Schmidt?
—Si yo pudiera saber cómo es mi alma no tendría necesidad de escribir.

—Después de haber publicado tantos libros, ¿qué sensaciones experimentas cuando publicas un nuevo trabajo en tapas duras?
—El alivio de haber soltado esas palabras al mundo y el impulso de seguir escribiendo; nunca me releo, siempre estoy en el poema que vendrá, o no vendrá, mañana.


Como una tormenta que va y viene, Alejandro carga y descarga esos “relámpagos, pequeños flashes” sobre el papel, que no sabe porqué, pero que llegan y se estampan para dar cuenta de una situación, de un estado, de esos “momentos del alma”. Escribe mucho y publica mucho. En otra oportunidad lo recuerdo decirme, “el gran antólogo es el tiempo, él es el que dice que queda o no; un autor puede sentir muchas cosas, pero el tiempo sepulta la obra o la mantiene vigente.” También se aparece en mi conciencia cuando me confesó sentirse más libre al publicar, “cantidad no es calidad, ojalá lo fuera, es una cuestión de temperamento, soy así, me siento y escribo lo que puedo.”


—¿Para que sirve la poesía, Alejandro?
—Juan L. Ortiz lo dijo por todos: “la poesía no es útil, es necesaria”.

—En todos estos años has publicado cerca de 40 textos de poesía, ¿con qué libro te quedás de todo lo que has producido? ¿En qué publicación considerás que salió lo mejor de tu poesía y por qué?
—Tres títulos: “Serie Americana”, “En un puño oscuro” y “El patronato”, en ellos desarrollé algunos temas y algunas estructuras que me acompañaron desde el comienzo (allá por mis trece años) a saber: lo cotidiano, la pobreza, lo siniestro, lo fantástico, la luz, la cultura popular norteamericana que se irradió para el mundo a partir de la posguerra, la lírica, el fraseo musical de las vanguardias, las escenas teatrales de lo onírico.

—Vos que has viajado por diversas partes de la país y publicado a distintos poetas de la Argentina, ¿qué nombres de escritores de la ciudad reconocen fuera de estos límites? ¿A qué creés que se debe?
—No hace falta viajar para saber eso, basta leer la crítica en los medios nacionales y estar actualizado con la investigación de los centros de estudios literarios…Edith Vera y Marcelo Dughetti son dos nombres de proyección nacional.

—Últimamente estás incursionando en la publicación de blogs, ¿qué beneficios tiene esta nueva modalidad de difundir poesía? ¿Qué opinión te merecen los libros electrónicos, los e-reader y toda esa nueva movida informática?
—Estoy desarrollando diez blogs desde diciembre del 2008, con el beneficio de la rapidez y la liberación de andar pidiendo dinero para hacer revistas (mendigué durante 20 años para editar a medio millar de poetas del país y el mundo). Veo con entusiasmo todo recurso que sirva para leer, sentir, pensar.


Además de su poesía, si hay algo que me sorprende y admiro de Alejandro Schmidt es su constancia, esa fuerza interna que no cesa, que no decae, esa militancia literaria que durante cuatro década cultiva día a día. Un tipo que continuamente está leyendo, trabajando y publicando. Hay en él una desesperada avidez de conocimiento, de estar al día con la literatura, pero también con la realidad. No han sido pocas las veces en que lo he visto desayunar antes de las 7 en un café céntrico y leerse todos los diarios antes de irse a trabajar.


—¿Cuál es la clave para mantener esa constancia de escritura, de lectura… de militancia literaria?
—La fe en la belleza, el amor a la palabra, mucha obstinación y buena salud.

—Sos un referente inevitable de las letras locales, esto a mucha gente le gusta y a mucha otra les pesa; ¿qué opinás de las envidias y los egos en las letras locales?
—Decía José Ingenieros: “las murmuraciones de los envidiosos siempre han sido el pedestal de un monumento”; en todos los ordenes de la vida, las negaciones, las maledicencias y tantas mezquindades son el peaje a pagar para quien hace algo más que ganarse la vida o dedicarse a inflar su ego. A lo largo de 40 años con la poesía tuve el privilegio de conocer y tratar a prácticamente todos los poetas valiosos del país, los más trascendentes, inevitablemente, fueron los más generosos y desinteresados.

Y en ese instante, mientras coloca el punto final, me lo imagino adjuntando el archivo en su correo personal. Lo hago presente justo cuando teclea “enviar”. En la habitación, las últimas volutas desprendidas de retorcidas colillas, ponen fin a este momento.
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ARMA MORTAL
(de 60 Poemas Breves)

No dirás que la poesía
puso un revólver en tu cabeza
no,
lo puso en tu mano

uno de agua
de esos amarillos, transparentes
que venden en la mercería
del barrio.


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24 DE MARZO DE 1976
(de Videla)

Yo estaba en una pensión en Tablada al 40
yo dormía
yo me levanté a las 4 de la mañana
y encendí la radio
yo escuché: comunicado número tanto
y una música maravillosa
me quedé quieto
atento al orden de los comunicados
a esa voz de la patria.
A las 6 se fueron levantando los compañeros
yo me asomé al balcón
un colimba me miró desde la esquina
se veían tanques en el puente
yo miré para otro lado
al Mercado, a los camiones
yo no tuve miedo
yo no hice nada
ni entonces, ni después

yo no era nadie
yo vivía colado ahí
los muchachos trabajaban en el Mercado
yo leía a Gurdjieff
yo vendía la guía de Córdoba
en la Cañada
yo andaba pelado y descalzo
yo tenía un suegro militar
yo tenía 21 años
yo tenía un bolso y un cepillo

yo tenía todo el fracaso que llegó
yo tenía que ir hacia la nada
y allí fui.


- * - * - * - * - * - *


ALIMENTO
(de 60 Poemas Breves)

Las puertas del cementerio están abiertas.
Los dioses bajan a comer.


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VIDELA
(de Videla)

Videla, es la patria

sus bigotes
su paso
tierra

su libertad
aire

agua
su espejo

los huesos
todos sus huesos
fuego

la patria es irrenunciable
por eso la perseguimos
en los cuatro elementos

no podemos permitir que algunos digan
que otros crean
que la patria es la cadena o el perdón

que tiene medida,
razón, semilla
porque Videla nos hizo
y el resto…

Ahora disfrutamos la prenda del olvido

mientras brillan

esos ojos

junto a la estrella de la paz.


- * - * - * - * - * - *


LO QUE EL BURRO SABE
(de 60 Poemas Breves)

Entre el burro que algo sabe
y el puro, puro, burro
una diferencia hay

el burro puro, puro
solamente rebuzna
y a veces

incluso

dulcemente.
(*) Publicado en El Diario del Centro del País, domingo 02 de agosto de 2009.-