martes, 22 de junio de 2010

Padre Hugo Salvato (entrevista con Rubén Rüedi)

CORAZÓN EN EL CIELO…
PADRE HUGO SALVATO
PIES EN LA TIERRA




Lo que sigue es una entrevista, más bien diría un relato, que Rubén Rüedi nos contó en ocasión de su último libro publicado. En un bello volumen de 150 páginas, Rubén nos narra la vida de una de las personas más importantes que ha tenido Villa María y Villa Nueva en las últimas décadas. La biografía sobre Hugo Salvato, se convierte en un documento que testimonia el largo peregrinar, de quien decidió entregarse todo para ayudar a los que pocas veces la vida le sonríe. Un hombre que tenía un destino marcado, pero que se afincó en estas tierras para poder intensificar su obra con los niños, con los jóvenes, con la gente…
Dentro de las tapas duras de este libro está la palabra, el accionar, el pensamiento y la imagen de un hombre de bien, de esos que muy pocas veces se encuentran. En suma, un libro necesario que reafirmará la presencia del padre Hugo en los corazones de cada uno de nosotros.


Salvato es un libro que tuvo un largo tiempo de gestación, estuvo macerando durante 8 años, lo que no quiere decir que el libro hubiera estado concluido. Allá por el 2003 se lo hice leer a él y después de su lectura, me dijo que estaba totalmente incompleto; porque le faltaba el final, y los libros sin final no son buenos. Me pidió que lo editara y lo publicara cuando tuviera el final, me estaba diciendo que faltaba el hecho de su muerte y todo lo que ello significó para el pueblo. Entendí su parábola y esperé, luego tuve la posibilidad de hacer otro viaje a Italia donde indagué aún más sobre su infancia y pude hablar con otros familiares.
Viaje en 2001 con él y en dos oportunidades anteriores. En el 2004 viajé solo, hice su camino, hice su recorrido desde su pueblo natal al seminario del padre pasionista de Erba, luego en el Piemonte, también indagué sobre su infancia, accedí a algunos datos de Pieve di Curtarolo, que es su pueblo natal. No sólo pude darle el final al libro como él quería, sino agregarle más información.


APROXIMACIONES A UN CURA
Encontré una metáfora para definirlo: “el cura de los unos y lo otros”, el padre Hugo se comunicaba con todo el mundo, podía hablar con un mendigo y a los pocos segundos con un empresario, y lo iba a hacer de la misma estatura moral y ética, de la misma sensibilidad que lo caracterizaba. Era un hombre muy comunicativo pero tenía distintas maneras de comunicarse, inclusive en sus homilías, sus predicas… no era lo mismo lo que le decía a los feligreses de la Iglesia de San Ignacio allí, en la quinta, que lo que le decía a los italianos del norte en los templos del Véneto, de la Lombardía; era otro el mensaje, porque eran otras las realidades.
Anualmente, sobre todo en la última época de su vida viajaba a Italia, donde recibía ayuda para su obra comunitaria aquí; pero donde se respiraba una realidad muy distinta a la que se vivía en los suburbios de Villa Nueva. Estamos hablando de la región del norte de Italia, sobre todo del Véneto, una de las más ricas del planeta, donde el consumismo exacerbado devora los valores humanos, y este hombre viviendo, entendiendo y comulgando diariamente con la realidad de la pobreza, podía ver totalmente diferente a aquel otro mundo. Y después de estar allá venía aquí y veía desde otra dimensión lo que ocurría aquí en el país.


TESTIGO DEL HOMBRE
Si bien yo lo conozco desde que tenía nueve años, seguí atentamente su última época de vida, tuve la oportunidad de acompañarlo la primera vez que el regresó a Italia. Él llega a Villa María el 27 de septiembre de 1965 y vuelve a su tierra natal en enero de 1970, fui testigo del reencuentro y del abrazo con su madre y con sus hermanas; su padre ya no estaba, había muerto mientras él estaba en Villa María. Fui testigo de su madre asombrada cuando le decía “estos chicos los traje desde Argentina para que veas lo que estoy haciendo”, de las palabras que le dijo el Papa Pablo VI en una entrevista que tuvimos en la Catedral de San Pedro. Después de la misa colectiva, lo hicieron pasar, lo acompañamos un grupo reducido de muchachos, casi niños, incluido yo. Cuando él le contó de su obra, que estaba trabajando con jóvenes, que había formado grupos de boyscout, había abierto el primer comedor comunitario en Villa Carlitos, y el Papa lo agarró de los hombros y le dijo en italiano: “Seguí adelante, no te detengas nunca”. Sus ojos se enrojecieron por la emoción…
En el viaje en barco compartíamos el camarote, éramos tres jóvenes y él, yo lo acompañaba todas las mañanas a sus oraciones matinales en la proa y yo no rezaba porque él lo hacía en italiano. El viaje duró 16 días, la primera mitad estaba todo bien; lo peor fue cuando cruzamos la línea del Ecuador y empezó el invierno, yo iba muy arropado y el vestía igual como lo había hecho en la parte de verano: los pantalones negros, una camisa, una musculosa y las sandalias pescadoras. Me acuerdo que él rezaba mirando hacia el mar, no miraba hacia el cielo. Cuando el tiempo tamiza los acontecimientos las cosas se ven de distinta manera… Treinta años después, en un vuelo hacia Italia y abajo el mar, yo le pregunté y le comenté que tenía muy bien grabado ese recuerdo y el me dijo: “en realidad yo le rezaba al horizonte, porque esa es la mejor metáfora de Dios, donde se junta el Cielo y la Tierra… ahí está la inmensidad.”


CURA DE OTRA GENERACIÓN
El fue un hombre de un gran vuelo intelectual, pocas veces se resalta esto, porque se lo veía vivir modestamente, en un solo ambiente, acompañado de sus perros, la bolsa de pan, la caja de papas, los cartones con huevos… pero era un hombre que leía mucho, tenía una visión muy particular y muy original del mundo, de la sociedad, no estaba alineado con el tercermundismo, con la teología de la liberación; pero yo personalmente creo que estaba muy cerca de esa posición dentro de la Iglesia.
Si bien era muy comprensivo, muy amplio, yo creo que estaba por encima de las distintas posiciones, es un hombre que tenía el corazón en el cielo y los pies en la tierra, fue un ecumenista, fue un precursor, a partir del papado de Juan Pablo II se abre la Iglesia hasta otras religiones, hacia los otros credos, pero él ya lo hacía en 1965, él me lo contó cuando venía hacia Argentina, siendo un joven sacerdote de treinta y pico de años. Iba con rabinos judíos a rezar, mientras otros curas que iban en el barco observaban eso como una inconducta y se lo decían, y aún en los últimos años de su vida asistía a algunas celebraciones en templos evangélicos, lo invitaban e iba. Todo eso le costó muchísimo, pero supo perdonar, murió sin rencores; otra de las cosas es la terrible soledad en la que vive un sacerdote, porque era un hombre que escuchaba a todos y de todo, pero ¡¿quién lo escuchaba a él?! Y todo eso lo absorbía, tenía posiciones en cuanto al celibato sacerdotal, decía que debía ser optativo, que los misioneros debían hacer votos de castidad porque viajaban por el mundo; pero él planteaba el celibato optativo a pesar de que era un cura de otra generación, era de origen de una familia rural, crecido en los estragos de la segunda guerra mundial.


LA VILLA DE LOS NIÑOS
El viene a la Argentina porque es misionero. Era de la Orden de los curas pasionistas, lo que pasa es que fue un misionero que acá echó anclas y no lo pudieron mover más. Cuando fuimos a Italia, tuvo algunas reuniones con jerarquías eclesiásticas de los pasionistas y le indicaban que su próximo destino iba a ser Japón y él volvió acá y resistió y buscó la forma de que su destino siga siendo Villa María y Villa Nueva. Cuando él se recibe, primero trabaja en Italia, en Roma estaba haciendo unos estudios y conoce al Papa Juan XXIII y en alguna oportunidad recorrieron juntos las cárceles, visitando a los privados de la libertad, eso fue una experiencia que lo marcó mucho. Allí lo conoce a otro pasionista, que fue el primer obispo que tuvo la Diócesis de Villa María, monseñor Alberto Deane, quien en realidad estaba buscando algunos curas para traer a Villa María y cuando escucha hablar sus propuestas, sus convicciones y la fuerza que tenía este gringo, lo compromete venir a Argentina. Su destino era Brasil y estaba estudiando portugués, porque muy pronto viajaría a una favella cercana a Río de Janeiro. El padre Hugo acepta, se ve que el monseñor tenía un gran poder de convicción, porque era muy difícil hacerlo cambiar de posición a Salvato, el tenía un horizonte, un objetivo y hacia allá iba.
Decide venir a Villa María y acá revoluciona la ciudad, sobre todo en la juventud. Primero está en las Hermanas Rosarinas, donde aprende castellano, se aclimata a la Villa y después lo mandan a la Iglesia Catedral donde estaba el padre Gottardi que tenía una visión de la Iglesia totalmente diferente a la que traía Hugo. Allí se produce una colisión, pero en torno a él se empiezan a juntar centenares de niños y adolescentes. Él genera por si mismo un espacio de contención, el creía que la vida al aire libre, el contacto con la naturaleza mejoraba las personas, nos hacía mejores, por eso organizaba los campamentos en las sierras de Córdoba, a lugares agrestes, a lugares donde no había nada. Y llevaba niños, creía en la Providencia. Yo he ido a los 9 años a un paraje cercano a La Cruz donde no hay nada de nada, agua de río… esa comunión del hombre con la naturaleza era lo que le hacía falta para marcar una juventud distinta.


IMAGEN IMBORRABLE
Hay hombres que jamás podrán ser borrados de la historia, por más que se los intente; ocurrió con otros personajes de la historia argentina, universal, de la historia latinoamericana y volvieron a aparecer en el corazón del pueblo. Cuando un hombre es él de verdad se encarna en el prójimo y todos tuvieron algo que ver con el padre Hugo, en alguna circunstancia de sus vidas, ya sean de Villa María o de Villa Nueva.
A mí me parece que la Iglesia debería mostrarlo, debería levantarlo como un emblema y decir, “esto también es la Iglesia”, más en estos tiempos, con hechos que son de público conocimiento y que no le hacen bien a la Iglesia como institución. Era un paradigma, como lo fue el padre Bernardo Longo, coterráneo, nacido en el mismo pueblo de él y muerto en el África, en el Congo Belga en la década del ’60, en toda Italia está su imagen recordándolo... como lo fue monseñor Angelelli, como el monseñor Romero, obispo de El Salvador, y tantos otros, creo que el hecho de la proximidad no debe impedir ver la grandeza y la trascendencia histórica de un hombre.


EL LIBRO Y SUS PROPÓSITOS
Yo escribí el libro, no desde la devoción religiosa, desde la experiencia existencial, desde lo vivencial. Más allá de un trabajo de investigación, de un trabajo literario tiene un propósito y un objetivo fundamental que es proyectar la memoria del padre Hugo, por eso contiene citas que contextualizan su vida.
Está escrito en un orden cronológico, en primera persona generalmente. Yo vivía a cuatro cuadras de la Iglesia Catedral, mi familia no era católica practicante, pero era la novedad… ir a ver a ese hombre y lo que proponía ese hombre. En el verano ir a las piletas de natación, la única posibilidad era ir al Sport, y no cualquiera era socio, y el padre Hugo consiguió las piletas inmensas de la Fábrica de Pólvoras y consiguió ómnibus para que los llevaran todos los días. A la siesta había tres o cuatro colas para abordar la misma cantidad de colectivos para que nos llevaran a hacer natación allí. Después llegaba el campamento y había que ir al campamento. Siempre tenía alguna propuesta para la juventud. De ahí me fui acercando a él. Debo reconocer a Ferreyra Editor que hizo un esfuerzo para que el libro saliera a la calle. Debo decir que el camino que el padre Hugo hizo, lo voy a hacer con las presentaciones del libro: ya fue socializado en Villa María, en Villa Nueva, también en Cruz Alta donde estuvo poco tiempo pero revolucionó a la ciudad y luego lo voy a presentar en Italia, lo estoy haciendo traducir al italiano para mostrarlo en Pieve di Curtarolo que es su pueblo natal y también en Morazzone donde se fueron a vivir sus padres. Todo con esfuerzo personal y familiar, con el apoyo de mi mujer, de mi hija… no hay ningún mecenas.


RESPETO
Yo aprendí mucho con él, hay que ser muy respetuoso de las ideologías de los demás, de las religiones de los demás, de la fe de los demás; lo que no siempre significa adherir a todo. Siempre trate de no hablar de lo personal, para que el libro fuera de todos, pero hay cosas que son excluyentes… yo me casé con una mujer que viene de una familia musulmana, mujer cuyas ceremonias iniciáticas en la fe las recibió en una mezquita. Cuando decidimos casarnos con Graciela, el padre Hugo estaba separado de la Iglesia y había una disyuntiva, ninguna de las dos familias presionaba pero había que definir, decidimos no casarnos por Iglesia. Fui a hablar con él, me miró, me pegó en el brazo y me dijo “¡pero no te apures por entrar en la Iglesia, hay que apurarse por ser bueno.” Y la noche que nos casamos por civil, nos encontramos en un lugar determinado con él, nos dijo unas palabras e hicimos un brindis. Nunca me cuestionó que no nos casáramos por Iglesia.


EL HOMBRE VERDADERO
Fue un hombre que se hizo cura para entregar su vida por el prójimo y bajó al Cristo de la cruz y lo puso a caminar entre la gente. Así como se hizo cura, se podría haber hecho partisano, que eran los héroes del pueblo, que luchaban contra la ocupación Nazi. En definitiva fue eso, un hombre que se hizo cura para transformar al prójimo en su integridad. Hizo de la imagen crucificada un Cristo tangible. Dejó testimonio, muchas veces analizamos personajes históricos de acuerdo a como terminan su vida y decimos fue un fracasado o un derrotado; yo creo que es una imprudencia juzgar la historia de una persona a poco tiempo de su final. El testimonio que dejó fue lo que debe ser un sacerdote y lo que debe ser un cristiano, él predicó con el ejemplo y cuando uno hace eso se convierte en una verdad; no todos son una verdad, hay componentes que a veces delimitan esa verdad. Él era una verdad, y va ha seguir estando entre la gente.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 20 de junio de 2010.-