domingo, 14 de noviembre de 2010

Osvaldo Bonetto. Ingeniero de sueños

Entrevista a
OSVALDO BONETTO
Ingeniero de sueños



Porfirio Osvaldo Bonetto era un tipo antológico. De esos personajes que hoy podríamos
encontrar en las novelas costumbristas o en alguna película de antaño.
Había nacido en el seno de una familia de campesinos cuyos padres murieron cuando era muy pequeño.
Quizás esa falta de la imagen paterna y materna lo hayan hecho un chico independiente, cargado de ganas de hacer cosas y emprender ideas.
Estudió poco, fue más un autodidacta que se dedicó a trabajar; en sus primeros años se empleó para el Expreso Furlong dependiente del ferrocarril. Después de allí “menos de funebrero, hice de todo”, Osvaldo (nuestro entrevistado) recuerda esas palabras en la voz de su padre.
Porfirio era un tipo emprendedor, pero a veces se encontraba desempleado, fue en uno de esos días cuando un vecino amigo, de apellido Simioni y de profesión transportista, le pidió que lo
acompañara en un viaje a Mendoza a buscar vinos. En dicho periplo, ambos observaron como, en una de las tantas curvas, se había dado vuelta un camión y como la carga, botellas de vino en cajones de madera, quedaron totalmente destruidos. El compañero de Porfirio lo miró y le dijo “vos que siempre andás pensando cosas raras, por qué no tratás de hacer algo para que si se rompe la botella no se rompa el cajón”. Con ese desafío propuesto del azar de ese viaje, Porfirio regresó a Villa María con algo que le hacía ruido en la cabeza.
Así fue como diseñó y construyó el primer cajón de alambre, un invento desarrollado en Villa María que dio que hablar y que iniciaría una serie de “ocurrencias” que fueron heredadas naturalmente de padre a hijo.



PRIMER CAJÓN DE ALAMBRE
Estamos a fines de la década del ’50. Porfirio había hecho su primer cajón de alambre y lo fue a vender a la casa fraccionadora de vinos Tonelli, que se encontraba frente a lo que es el edificio Vartalitis. Recuerda Osvaldo que su padre había vendido su primer cajón, pero cuando le pidieron que los hiciera en cantidad les planteó su problema: no tenía dinero. Le compraron anticipadamente los cajones y de esa manera empezó con la “fábrica de envases metálicos Bonetto hermanos”.
“Puso una fábrica con plata prestada de tres bancos, en Maipú al cien, montó un emporio realmente. El lugar tenía un circuito, donde entraba un alambre que lo trefilaban ahí mismo, daba toda una vuelta y salía un cajón por la otra. Trabajaban las 24 horas, hacían más de 1000 cajones por día. Fue la primera industria que tuvo su propio transformador en la puerta. El hermano y el medio hermano lo acompañaron un poco pero fue él el que llevó adelante todo esto. Tuvo la patente nacional. Vendió cajones para leche, gaseosa, vinos…
Y cada uno que estuvo allí puso algo. Un día en las vacaciones, yo tenía 10 años y me llevó a la fábrica. Allí jugaba con alambritos, con las máquinas, soldaduras de punto… un día me dijo que si quería pintar, lo hacían con soplete y volaba toda la pintura. Entonces yo le digo ¿por qué no metés el cajón adentro del tarro de la pintura para que se pinte solo? Así fue como diseñaron un sistema como el de cataforesis de los autos.”
Porfirio había ganado mucho dinero con la fábrica, pero era un hombre que se cansaba rápido de las cosas, siempre que le gustaba algo y se dedicaba a ello aparecía otra diferente que lo atraía más.


ENTRE VACAS Y MOTORES
La vida de Porfirio también transcurrió en el campo y fue allí que armó un tambo modelo. Nos cuenta Osvaldo que ese tambo era muy parecido a los que hay en la actualidad, “la única diferencia es que tenía una fosa grande y los animales entraban por un extremo, después se
achicaba y salían por el otro. Había dos líneas de animales, el tambero le ponía la pezonera desde abajo. Se las ingenió para enfriar la leche, en el año 50 y pico. Era todo manual y para que no se cortara la leche, ponían un sapo adentro, que al moverse la removía. Mi viejo puso un sistema que enfriaba la leche con agua de pozo; el agua fría en contacto con el aire, produce la evaporación y por lo tanto se enfriaba más todavía. Ponía una gran pileta y una turbina hidráulica tiraba agua alrededor, cuando daba vuelta movía unos caños adentro de la leche. Bajaba así algunos cuantos grados la temperatura del animal.
A mi viejo le gustaban los autos con locura, fue auxilio de Oscar Cavalén, tuvo un Ford ´34. Un buen día me dijo que iba a hacer un sistema antirrobo que actúe sobre el embrague del auto, esto fue cuando recién había salido el Rastrojero. Era un sistema en el que vos apretabas el embrague, tenía una llave en el piso y el pedal quedaba retenido, como era mecánico, el auto podía arrancar, pero al estar embragado no salía.”


LA HERENCIA DE OSVALDO
Osvaldo nació en 1947 y tuvo la suerte de estudiar. Su papá siempre le pedía que estudiara que era lo único que lo iba a ayudar. Rememora todas las veces que viajaban a Córdoba y se daban una vuelta por la Facultad de Ingeniería por el simple hecho de mirar el lugar y repetirse “algún día voy a salir de ahí”.
Así fue, en 1972 se llevó en las manos el título de Ingeniero Mecánico Electricista que sumadas a la herencia paterna que circulaba como la sangre en las venas, potenciaron todas esas “ocurrencias” que vendrían con el correr del tiempo. Muchas de ellas, Osvaldo, reconoce que son resultante de la porfía y la prueba del mecanismo prueba-error, para luego “buscar la tecnología para poder explicar lo que uno está haciendo y mejorarla aplicando la parte de la tecnología pura. Un poco la escuela de mi viejo.”
“Con los años hice el sistema antirrobo que había hecho mi papá y vi que un chico de Hernando también lo había hecho. Yo no lo publiqué ni lo patenté. Lo quería patentar, pero me sugirieron que no, porque te copian una piecita y hacen otra cosa y lo vuelven a patentar. Además yo llegué a una cuenta muy simple, para hacer algo tiene que mejorar lo que está en el mercado, ser mucho más barato y más simple. Si es igual de caro y es más complejo no sirve. No prosperó, porque los autos tienen embrague hidráulico y con distintas características, otros tienen una mezcla de hidráulico y mecánico, otros son a cables… Entonces hay que hacer algo que sea masivo, como el platino de los viejos motores, una cosa que sea simple y que se aplique a todos en general.”


MAGICLICK Y TRANSFORMADORES
Después de recibirse Osvaldo empezó a trabajar y se hacía algún tiempo para “hacer algunas cosas”. Jugaba con sus hijos con un magiclick cuando de repente se le cruzó una idea. Le pidió a Nicolás (uno de sus hijos) que le trajese una bujía y comprobó que al ponerle un cable emanaba una chispa azul que (pensaba él) podría encender un motor. Y funcionó. “El magiclick tiene una serie de ventajas, puede funcionar bajo el agua, es un cristal que se deforma y recupera, es muy elástico, no necesita bobina, condensador, platino, ni nada; pero tiene un problema, sirve para los motores estacionarios, motores que no superen un régimen de revoluciones, porque el cristal no alcanza a recuperarse y por lo tanto no hace el salto de chispa.”
En el desarrollo de su actividad laboral Osvaldo Bonetto ha trabajado con diversas cooperativas
eléctricas, 25 años para Tío Pujio, 30 años para James Craik, en General Deheza con la cooperativa, con la aceitera y con la estación transformadora. Hizo lo propio en Misiones, y también en La Pampa, donde no pudo cumplir con su contrato ya que eran los años de la dictadura (1974 a 1976) y lo amenazaron para que abandonara la provincia en una hora. Si bien él sólo se dedicaba a trabajar, tenía entendido que algunos compañeros podrían estar en la guerrilla. En este último lugar su tarea fue fundamental, realizó todo el plan eléctrico de la provincia y las estaciones transformadoras, todo trabajo donde están en juego 132.000 voltios. Su tarea consistía en realizar los proyectos y supervisar las obras, tarea que en la actualidad realiza con menor asiduidad.
Con ese espíritu de curiosidad que lleva en la sangre, Osvaldo veía en los lugares que trabajaba que los transformadores más chicos eran de 5Kv “¿y por qué no hacer uno de 2kv? Lo hice y vendí un montón y hasta lo presenté en la Secretaría de Energía de la Nación, donde me mandaron una nota muy conceptuosa allá por 1987. Hasta hice uno de 1kv. EPEC lo utilizó como un experimento en una estación transformadora. Conjuntamente con el transformador, hice un sistema con el que reducí mucho los costos de equipos y mantenimiento, hasta me di el lujo de sacarle el pararrayos y hasta el medidor porque yo sabía cuanto es lo máximo que podía gastar el usuario. Fueron ideas que se aplicaron parcialmente en la cooperativa de Tío Pujio y en Misiones.”


EIMAD
En uno de sus viajes a Córdoba, su mirada atenta se clavó en el acoplado de un camión que tenía una calcomanía que decía “vehículo controlado a distancia”.
Enseguida pensó que si eso se podía hacer con los vehículos debería poder controlarse el consumo eléctrico también. Compró un medidor electrónico, adquirió normas en Suiza, se relacionó con
gente conocedora en electrónica y desarrolló y registró el EIMAD (Equipo Inteligente de Medición a Distancia). Nos cuenta Osvaldo “lo ponías en una casa, yo me había hecho hacer un programa que llamaba al medidor y me daba el consumo registrado y si el usuario no pagaba la energía se cortaba el suministro. Tenía un botón que sonaba en la cooperativa si había algún problema. Todo esto estaba relacionado con la telefonía celular que recién asomaba en Argentina, luego se armó el despiole económico, la telefonía se fue a las nubes y fue imposible aplicarlo porque además tenía que usar tarjeta para el celular.”
“Lo resolvimos de otra manera, tome un modelo parecido al que había en Misiones y rediseñé un almanaque que le entregamos a cada usuario. Ahí decía todo los tipos de medidores que teníamos y cómo debían leerse y en cada hoja correspondiente al mes, al dorso, estaban los datos de nombre del usuario y número de medidor. La lectura lo traía el cliente todos los meses cuando venían a pagar. A los seis meses nos dábamos una recorrida para ver si era así o había que hacer ajustes. Significo un ahorro bárbaro y mi equipo quedó relegado” (risas).


ROBO DE ENERGÍA
En otra oportunidad, cuestionándose sobre el robo de energía que ocurría en Córdoba, se le ocurrió hacer un artículo en el que Roberto Babalfi le ayudó a publicarlo en La Voz del Interior.
“El robo de energía ocurre en todos lados” nos dice y nos mira buscando aceptación, “están los de guantes blancos y los que ó roban energía ó se quedan sin energía, gente que no tiene posibilidades. Usan los ganchos y muchas veces hay alguien que muere, además del problema eléctrico que pueda ocasionar. Lo que hice fue proponer que en todas las villas de emergencia con la línea de alta tensión, pusieran pequeños transformadores de baja potencia. Y con un aparato que diseñé que corta cuando el usuario consume un poco más de lo que estaba previsto. Lo propuse a Epec, me recibieron muy bien, pero luego surgió otra alternativa; pero siempre le digo a mis hijos, que he tenido la satisfacción de pensar algo, imaginármelo, hacerlo y que funcione.”


ENERGÍA SOLAR
Osvaldo tiene muchos proyectos, pero el espacio en un medio es tirano. Sin embargo no queremos dejar de mencionar lo último que ha hecho y que nuestro diario lo reflejó en alguna oportunidad.
Hizo un calefón (colector) solar fabricado con botellas de gaseosa, que es muy usado en Brasil. Resumiendo un poco su funcionamiento se trata de que el agua entre con más grados al termotanque, de esta manera se ahorra energía, ya que en invierno puede llegar a funcionar un 30% menos y en verano, podría no utilizarse.
Nos dice el ingeniero, “con insolación solar que hay en Villa María andaría perfecto. Yo saqué las mediciones promedio de esta zona y hay 97 días de cielo cubierto y 137 días de cielo claro y 97 días de lluvia. Entre cielo claro y cielo cubierto son 200 y tantos días; o sea que se puede utilizar perfectamente bien. Los pioneros son los mejicanos y los españoles, estos últimos tienen ordenanzas que exigen el uso de colectores para el agua para uso sanitario. Va a llegar un momento que la energía como la conocemos se nos va a acabar. El petróleo vamos a tener que usarlo para otra cosa, no para quemarlo, porque va a ser demasiado caro. En la casa podemos ahorrar energía y yo no digo defender la ecología, porque son muy pocos lo que entienden lo que es, a la gente le interesa más el bolsillo.
Esto tiene que ser una política oficial para que sea orgánica y no una propuesta privada porque se presta a otra cosa, creo que todo en la vida debe tener una función social. Esto se debería que hacer con los barrios nuevos, e iría más lejos, la iluminación de las calles, también se puede usar en la lancha, en el bolso de una computadora portátil, un teléfono celular. Creo que en esto está el futuro de la energía barata.”


Con esa premisa, la de cuidar la ecología y el bolsillo es que nos vamos despidiendo. Osvaldo es
un soñador, alguien que tomó las enseñanzas de un padre que lo incentivó y que le dejó
enseñanzas como premisas de vida. Porfirio, el inventor del cajón de alambre le dijo, “fracasar es volver a empezar” y ahí reside uno de los secretos, el de ser perseverante, buscar las formas, encontrarlas y si no se adecuan a la realidad, reiniciar la misma.
Osvaldo Bonetto es así, un hombre que está atento a las cosas cotidianas y que con su conocimiento e inventiva, trata de dar soluciones a las pequeñas y grandes cosas de la vida.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 14 de noviembre de 2010.-