domingo, 30 de octubre de 2011

Os quatro companheiros. Chorinho brasileiro

Entrevista
OS QUATRO COMPANHEIROS
Chorinho brasileiro


El choro es un género musical del Brasil que popularmente se lo conoce como “chorinho”. Es una música instrumental que tiene más de 130 años de vigencia y convoca a todos los géneros y edades. Si bien, etimológicamente la palabra choro significa “lloro, llanto”, el ritmo de estas composiciones, por lo general es alegre, movido y festivo. Se la considera la primera música popular brasilera y fue muy difundida en el mundo hasta que la bossa nova le expropió la popularidad.
Hoy domingo a las 20.30 en el Auditorio del Rectorado de la Universidad Nacional de Villa María (Entre Ríos 1431), se ofrecerá un espectáculo musical compuesto por integrantes de esa comunidad universitaria, que nos ilustraran sobre este género. Los “chorões” son el docente Pascual Crichigno (flauta), el alumno Renato Borghi (cavaquinho) y Pablo Vélez (guitarra) y el recientemente egresado Luciano Cuviello (pandeiro). Vale aclarar que la entrada es totalmente libre y gratuita, por lo que ya no quedan excusas para no ir.
Desde este espacio, irrumpimos en el último de sus ensayos para que nos cuenten sobre el género en cuestión y la presentación de esta noche.

                                                                                                                              
Darío Falconi
eldiariocultura@gmail.com



Bajo el techo de la Licenciatura en Composición Musical surge lo que hoy conocemos como “Os quatro companheiros”. Allí un alumno proveniente de Riberao Preto dialoga con su profesor de flauta sobre el repertorio de uno de los géneros que ambos comparten en gustos. El alumno, se llama Renato Michelín Sanches de Oliveira y su profesor Pascual Ángel Crichigno. No será tema de un encuentro, sino que la pasión por la música los convocará en varias oportunidades.
Más adelante, en alguna de las juntadas que realizan los estudiantes de música, Pablo Vélez escucharía el cavaquinho ejecutado por Renato y comenzaría a desarrollarse el germen de este cuarteto tan singular, que se terminaría de desarrollar con la inclusión de Luciano Cuviello.
                                           

Pascual: -Empezamos sacando fotocopias de una treintena de temas y desde allí los comenzamos a estudiar. Iniciamos a mediados del año pasado y de poco fuimos haciendo mejor las cosas, luego aprobaron el proyecto de extensión y decidimos empezarlo a tocar y presentarlo este año.
Renato: -Una de las cosas que hicimos, fue tratar de buscar cómo tocar el lenguaje del choro, que es lo más difícil; porque aprender los temas es leerlos e interpretarlos, pero queríamos más que eso.
Pablo: -Yo arranqué de cero, no había escuchado más que “Tico-tico”… un choro en toda mi vida. Entonces, venir de afuera y asimilar un ritmo para tratar de que suene así, es difícil y lleva tiempo y todavía lucho para que salga algo más o menos auténtico.
Renato: -Tocamos muchos temas porque estamos concentrados en cómo tocarlos. El choro es el género más viejo del Brasil y todavía está vigente. Surge a partir de una forma de interpretar determinadas músicas de la moda de aquella época de la mitad del Siglo XIX, la polca, el vals, la mazurka, el chotis… Son géneros de música de salón, en el contexto de ese tiempo en Río (de Janeiro) en músicos que eran letrados, pero no eran músicos que tocaban en grandes salones, sino que eran gente de clase media baja y que trabajaban en el funcionarismo público. Había muchos carteros, mucho funcionarios, secretarios… esa es la gente que empieza a darle a forma al choro, a partir de una forma de tocar de esos géneros. De ahí quedó el nombre de choro (llanto), porque se dice que tocaban esas cosas más melancólicamente, más “llorado” que lo que venía en el original de los valses, yotis y de cosas más viejas que ya dejaron de existir… era una mezcla y reinterpretación, un cambio en la manera de tocar. Hay mucha gente que asocia el choro con temas muy rápidos en compás de dos; pero hay otros que son mucho más lentos, pero que siguen siendo choro.


-En el caso tuyo Luciano ¿cómo te integraste al grupo?
Luciano: -Hace como cinco años atrás me encontré con el pandeiro, que como percusionista, me llamó mucho la atención y empecé a estudiarlo técnicamente. Lo que sucedió después es que, cuando llegó Renato (de Brasil), nos conocimos y empezamos a compartir los conocimientos que él traía de allá y con lo que yo sabía empezamos a tocar. Lo que sí pasó, es que después, el grupo se formó sin mí, porque yo tenía otras cosas; hace un tiempo volvía reintegrarme.
Renato: -Igualmente Luciano estaba desde el principio porque si bien no tocaba choro dominaba muy bien el pandeiro, que es el apoyo del choro, es lo que lo sostiene rítmicamente…
Pablo: -No había problemas de ensayar cierto tiempo y luego llamarlo a Luciano porque se iba a adaptar perfectamente, no es como mi caso, que debía ensayar más por conocer menos el género.
Pascual: -Primero maduramos las obras, que son muy difíciles, hay algunas que son virtuosísticas, entonces hay que tocar muy bien el instrumento para tocarlos. No es que uno se sienta hoy a practicarlas y mañana ya están listas; todo tiene una maduración y una integración del código.
Renato: -Además hay muchos subgéneros del género del choro, decidimos incorporar otros subgéneros para refrescar esto que nos gusta.


-¿Generalmente, cómo es la formación de un grupo de choro?
Renato: -Nuestra formación es muy tradicional. Para el caso de los solistas pueden usarse la flauta o la mandolina, puede ser un trombón u otro tipo de instrumento; la base siempre va a ser pandeiro, cavaquinho y guitarra de siete cuerdas, que aquí no se utilizan.

-¿Qué particularidades tiene el hecho de estar incluido dentro de un proyecto de extensión?
Pascual: -Lo hicimos para poder institucionalizar esta idea, para que desde la Licenciatura en Composición Musical con orientación en Música Popular, tuviera una música popular de un estilo de un país vecino y hermano como es Brasil. Algún día alguien querrá hacer joropo o merengue venezolano y mostrarán eso... Nuestro punto de partida es tratar de conocer esta música, que a nosotros nos agrada, porque creo que los músicos somos así, si una música no nos agrada nos pasa por el lado, no la tocamos. Realmente nos tiene que llegar a lo más profundo de cada uno, eso hace que nos pongamos a investigar y estudiar, a escuchar como lo tocaban otros, y hacernos la versión propia de cada uno de nosotros.

-¿Se improvisa en el choro?
Renato: -La improvisación como la conocemos en el jazz, no está en el choro más antiguo, después se la agregó por la propia influencia del jazz; en el choro no se toca ni parecido a lo que está escrito, en el sentido de la rítmica, en el sentido de giro melódico, de ornamentos que se le agreguen, es muy del género. El cavaquinho no sigue un patrón rítmico, el principal sentido es la guitarra que tiene un “bordoneo”, que es todo el acompañamiento de los bajos que forma un contracanto a la melodía, es completamente improvisado. Genera una textura contrapuntística que es muy interesante y muy característico; cuando hay dos guitarras, las dos hacen lo mismo y generan un contrapunto más denso todavía. También se hace mucha alternancia de solistas.
Pascual: -Nosotros no sólo notábamos que teníamos respetar un código; sino que también teníamos cierta libertad para hacer cosas, dentro de lo escrito y fuera de ello, eso tiene lindo este género.

-¿Y en la Argentina se escucha el choro?
Renato: -No hay mucho… En una charla que he tenido con el Director de la Orquesta de Música Ciudadana, Alberto Bacci, me comentaba que en una época llegaba mucho este género a la Argentina… o sea, antes de la bossa nova, el choro era la música que más salía del Brasil; por eso te digo, que antes de esa época los temas de choro se hicieron muy conocidos fuera de Brasil, y después dejó de ser la música número uno del Brasil para los otros países. Pero sigue vigente, es la música que une generaciones… no es de un contexto específico, vos vas a un bar que tienen mesas afuera, en la calle, los vas a ver tocando y la gente que se acerca, y vas a ver niños con sus padres. Verás también que están los músicos de 70 años tocando junto a los que tienen 20, eso tiene el choro.
Pascual: -Como ves, este es nuestro grupo, aquí tienen a los chicos de 20 años y aquí el chico de 70 (bromea y se señala, con su humor siempre tan particular).
Renato: -Algo muy importante que quiero rescatar, el choro tiene su centro, no en presentaciones en vivo, es un género instrumental, tiene alguna composiciones que le agregaron alguna letra pero posterior a su composición. No es para bailar, es un género para escuchar. Su centro de existencia es la ronda del choro, alrededor de una mesa, con cerveza, a la tarde donde se juntan a tocar y se va arrimando la gente. Los músicos se acercan y si no saben lo que tocan se van adaptando y tocan. No es una música de noche, a las cuatro seis de la tarde, generalmente es cuando se toca esta música.

-¿Cuál es el repertorio que tienen preparado para hoy?
Renato: -Son todos temas de grandes referentes del choro como Pixinguinha, Esquina de Abreu, Ernesto Nazareth, entre otros. Hay algunos que son de compositores menos conocidos, que tienen solamente un tema que todo el mundo ha tocado, pero casi nadie conoce las demás canciones que han realizado. Todos estos temas son antiguos, ninguno se ha compuesto después de 1940.

-Por último, ¿qué significa para ustedes interpretar este género poco difundido en la Argentina?
Pascual: -Para nosotros es un gran desafío, porque salvo Renato, ninguno de los tres antes había tocado esta música. Fue un desafío estudiarla también. Lo importante es que la gente vaya a escuchar, que no se va a ir defraudada, porque es una música muy bonita.
Pablo: -En mi caso confío en lo que dice Renato, de que estamos sonando bien…
Renato: -Después de tiempo de ensayo, llegamos a sonar bastante bien y bastante fiel, por eso creo que vale la pena ir. Espero que la gente nos acompañe.







(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 30 de octubre 2010.-

domingo, 23 de octubre de 2011

Augusto Porporato. Literatura cordobesa en evolución


entrevista
AUGUSTO PORPORATO
Literatura cordobesa en evolución



El novelista cordobés presentará su libro en Villa María.
Cuando el reloj maque las 20.30 de mañana, la Medioteca Municipal será el escenario de una nueva socialización literaria. Una propuesta que trae un escritor cordobés a nuestra Villa. Augusto Porporato nos visitará para presentarnos su última novela “La crisálida”. Oficiará de anfitrión el magíster en Literaturas Latinoamericanas de la Universidad Nacional de Córdoba y docente de la Universidad Nacional de Villa María, Fabián Mossello.
“La crisálida” integra la colección “Viceversa” que, como nos dice el editor de Recovecos Carlos Máximo Ferreyra, “es una alianza entre el Gobierno de Chaco, la editorial Cuna (Chaco) y Recovecos (Córdoba); apunta a lograr excelencia en cuanto a la calidad de las ediciones, aunando estéticas y formas de trabajo que den por resultado ediciones de cuidada terminación, corrección y circulación nacional.”
Augusto Porporato es cordobés; nació 1973 y desde la infancia se dedicó a la música. Se ha presentado en muchos escenarios del país como concertista de piano. Estudió el traductorado de alemán hasta descubrir la pasión por la literatura. Es corrector del diario La Voz del Interior, en el que realiza comentarios de manera esporádica. Con su primera novela “Punto de fuga” resultó finalista los premios Planeta (2005) y Emecé (2007). Tiene un par de novelas que aparecerían próximamente.



Por Darío Falconi
Fotos gentileza La Voz del Interior
eldiariocultura@gmail.com



 Anticipándonos a su llegada a la ciudad, hablamos con el autor de esta obra que propone una historia entrelazada entre dos mundos. Dos espacios que se desarrollan en distintos tiempos, pero que a medida que avanzamos en la lectura se rozan y encuentran puntos y puentes de confluencia. Las historias se van entretejiendo en el seno de una antigua civilización y en un manicomio en pleno proceso militar. La novela ofrece una lectura atenta, en la que debemos ofrecer “una entrega total de los sentidos” para comprender e intuir qué se está gestando dentro de “La crisálida”. 


Justamente, la crisálida es un estado de transición, un proceso de gestación, de metamorfosis, ¿cuándo y cómo se gestó esta novela?
La inicié y la terminé en 2006, no bien acabé mi primera novela, “Punto de fuga”. La gestación de una novela es algo misterioso, yo al menos nunca sé por qué en un determinado momento siento la necesidad de escribir ciertas cosas, y de dedicarme por entero a un proyecto que sé que me va a insumir un tiempo prolongado. Lo que sí tengo claro es que la novela nació desde la necesidad de seguir escribiendo algo de largo aliento, ocupar mi tiempo placenteramente, saber que me iba a levantar a la mañana siguiente y seguiría conectado con una historia. Por suerte, este deseo de creatividad me sigue acompañando. Además, siempre quiero escribir sobre la demencia, las alteraciones mentales y sus consecuencias, y un contexto como el manicomio, que ya lo tenía presente como posibilidad de ficción, me sirvió de disparador para lo que quería decir. 

En otra entrevista declaraste no poseer planes a la hora de escribir, ¿de qué manera te organizás para no perderte en el mundo que estás creando?
Releo permanentemente lo que ya escribí, y voy adaptándolo a las novedades del argumento, corrigiendo y modificando los detalles para que tengan correspondencia con el resto de la obra. De ese modo puedo enfrentarme a la creación con libertad y al mismo tiempo controlar la arquitectura general del texto.

¿Qué pretendés del lector de "La Crisálida"?
No sé si pretender sea la palabra precisa. Yo diría que le pido al lector de mi novela lo mismo que me pido a mí cuando leo a los otros: atención exclusiva, concentración absoluta. Y lo digo no porque esta novela sea compleja, que en muchos aspectos lo es, sino porque así me parece que se debería leer cualquier texto, con una entrega total de los sentidos.

Portada de "La crisálida" (Recovecos).
En muchas ocasiones el trabajo de periodista debilita y hasta consume la tarea del escritor de ficciones, ¿cómo influye esta tarea en tu caso personal?
Yo no hago periodismo exactamente. La tarea que realizo en el diario es la de corrector, y de vez en cuando, además, escribo reseñas. Coincido con vos en eso de que el periodismo te "seca" la cabeza con sus exigencias coyunturales. Así que agradezco tener un trabajo como el mío, porque me permite tener la mente despejada para la ficción.

Habiendo sido finalista de importantes premios literarios, ¿qué ves de positivo de los concursos y qué de negativo?
Lo positivo es que, si los ganás, la nueva situación hace que lectores y editores te vean de otra manera, te individualicen dentro de la hojarasca de escritores que existen, y eso no es poco, porque cada vez hay más gente interesada en publicar. Además te dan prestigio, más allá de que muchas veces uno no entiende cómo pueden obtener premios ciertas obras cuya calidad jamás estaría a la altura de semejante reconocimiento. Y en esto, justamente, está lo negativo de los concursos. Hay modas, intereses editoriales, perfiles determinados buscados por las empresas que llevan a descartar trabajos sólo porque no encajan en estos cánones, sin tener en cuenta, a la hora de evaluar, la calidad literaria por sí misma.

¿Cuáles son los temas que no podés obviar al momento de escribir?
La vocación, las consecuencias de una elección, las exigencias del entorno familiar respecto de esas elecciones vocacionales; la intolerancia, el abuso de poder; la locura, que siempre alienta la posibilidad de percibir la realidad de una manera distinta, que es algo que me fascina. También, la literatura en sí misma, usada como un disparador del argumento.

¿Tenés algún recuerdo de la última dictadura militar en Argentina? ¿Qué motivaciones te impulsaron a escribir bajo ese techo?
Creo que la dictadura está en el ADN de todos los argentinos, independientemente de la polémica que genere y de las posiciones que cada cual adopte frente a lo que pasó en esos años. Es por eso que resulta inevitable que un escritor argentino escriba en algún momento algo que la relacione. Salvando las importancias históricas, resultaría igual de extraño que un narrador alemán contemporáneo no se refiera en alguna de sus obras, aun tangencialmente, a la Segunda Guerra, el Holocausto y sus consecuencias en la castigada sociedad alemana. De todos modos aclaro que “La Crisálida” no toca la dictadura como tema principal, sólo la utiliza como contexto necesario para justificar el desarrollo de la historia.

¿Qué particularidades tiene el hecho de pertenecer al catálogo de la colección Viceversa?
Es una gran alegría para mí compartir el catálogo con escritores muy buenos. Además, Viceversa alienta una apuesta cuidada y de mucha calidad, y muy ambiciosa en relación con aquello de arriesgar mediante una propuesta diferente. 

Augusto Porporato
¿Cuál es tu opinión acerca de la "literatura nacional" actual y la cordobesa sobre todo?
Hay un panorama de mucha producción. Y dentro de esa abundancia, hay lugar para todo: para lo comercial, para lo más “literario”, incluso para lo experimental. Dentro de lo que me interesa a mí, se hacen cosas muy buenas, aunque siento que esa misma literatura cae a veces bajo los dictados del mercado. Creo que se premian poco la ambición y el riesgo y se estimulan productos que se venden bien y rápido, que en definitiva son aquellos que cuentan con las mayores posibilidades de seguir escribiendo en editoriales grandes. Y eso seduce, claro, no lo puedo negar; cuesta mucho mantenerse en un camino propio. En Córdoba, en cambio, no veo tanto eso, creo que se da una libertad mayor, más allá de su abuso en el regodeo del realismo, en todas sus formas, aunque sobre todo el carveriano. Hay una fórmula que les resultó a algunos, y de ahí en más muchos se dedicaron a escribir a lo Carver, o sea a escribir como un estadounidense y por eso mismo alejados así de nuestras tradiciones. Eso me suena falso, independientemente de calidades y buenas intenciones. 

¿Qué escritores conforman tu canon de literatura nacional?
Borges es inevitable para todo escritor argentino, ya sea porque lo incorpore a su tradición o porque lo resista. En mi caso noto, y parafraseándolo, “un leve influjo” en cuanto a cierto uso de su vocabulario. Después, me han animado escritores de tradiciones tan diversas y de estéticas tan opuestas como Di Benedetto, Moyano, Rivera, Conti, Gallardo. De los contemporáneos me han gustado algunos libros, pero no me reflejo en la totalidad de la obra, aunque quizá esto se deba a que aún no han terminado de escribirla y uno como escritor no tiene la perspectiva histórica para asumirlos como una influencia canónica.

¿De qué manera lo invitarías al lector villamariense, para que te acompañe mañana?
Que se acerque a un encuentro con amigos, por ahí descubrirá un libro que puede ser su compañero durante un tiempo.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 23 de octubre de 2011.-

lunes, 17 de octubre de 2011

domingo, 16 de octubre de 2011

Mario Trecek. Un cronopio en la Villa



entrevista
MARIO TRECEK
Un CRONOPIO en la VILLA


El tiempo ha pasado, pero él sigue igual. No parece haber acusado los golpes del reloj y del calendario. Aparece en la Plaza Centenario con su traje, corbata, anteojos y esa gorra que lo identifica. Él es el mismo de siempre, pero no sólo por su figura, sino por su manera de ser y su voz, esa voz que aún resuena en mi cabeza de niño, cuando habitaba la misma ciudad que él.
Su nombre es uno de esos que no deben faltar cuando hablamos de la literatura del interior, su militancia cultural de décadas lo han hecho un personaje público, un hombre de cultura, un referente de nuestro río, allá, aguas arriba.
Invitado en la reciente Feria del Libro local, el Poe-mario llegó a Villa María para presentar su último libro que, curiosamente, se llama “Crónicas de un cronopio”. Trecek, poeta por naturaleza, muestra en sociedad su cuarto libro, los anteriores habían sido de poesía.
Mario Trecek es Diplomado en Gestión Cultural y Gestión Pública. Cursó Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba y ejerció periodismo cultural en el semanario Tribuna y por radio en LV26 Radio Río Tercero con su programa “Cronopios”, que ya lleva más de dos décadas en el dial.
Desde EL DIARIO Cultura aprovechamos la oportunidad para hablar de su nuevo libro, pero también de otros temas que nos interesaron.


De la mano de Quo Vadis Ediciones, se presentó en la carpa central de la Feria “Crónica de un cronopio”, una recopilación de notas que Mario Trecek publicó durante dos años en el semanario Tribuna. Como una suerte de aguafuerte del interior cordobés, el autor de “Implosión” escoge temas y noticias del momento y a partir de allí vincula la realidad con la ficción, haciendo convivir en textos breves a personajes de todos los tiempos, a músicos, políticos, películas, lugares y demás expresiones culturales de las más diversas. De esa manera esta recopilación de textos, se erige como otra forma de leer el mundo contemporáneo en el que estamos insertos.


-Mario, toda tu vida te conocimos como poeta, ¿cómo surge este libro de crónicas que viniste a presentar a esta ciudad?
-Lo de las crónicas fue una invitación del director del diario (Tribuna) que quería una nota pero que no fuera de opinión política. Creo que como escritor, tenía un desafío de tener un espacio y provocar, que hubiera cosas que tuvieran que ver con la noticia del día o de la semana, el emergente que surgiera de lo político o de lo social, pero siempre dándole ese corte especial donde todo estuviera atravesado por la cultura y el espectáculo. La verdad que lo logré bastante y me divertía mucho, porque además yo tengo una forma de hacer asociaciones ilícitas, de jugar con el humor, me salva de la depresión, entonces me divierto un rato. Como lo decía anoche (en la presentación de su libro) el humor permite desdramatizar, lo que no significa que uno no pueda decir las cosas. Le agradezco a Justo Dagorret porque fue él que me invitó, porque me salvó de un momento especial de mi vida, me ayudó a tener un trabajo, porque tampoco estaba escribiendo poesía... Esto me permitió descubrir también que una nota por encargo se puede hacer, pero un poema por encargo, no. 

-¿Durante que tiempo realizaste este encargo y con qué respuesta?
-Esta tarea me provocada buscar un tema, desarrollarlo, buscar información en el “mundo Google”... Lo digo como una travesura lo de “mundo Google”, porque siempre se demoniza todo esto y lo digo a propósito, porque el problema no es Google, sino qué hacemos con ese mundo; porque la cultura es tan virtual como cualquier biblioteca; porque mientras no abras el libro, que está prometedor de tantas cosas, no pasa nada…
Arranqué tomando la noticia de un joven árabe que le tiró el zapatazo a Bush y el corte se da con la muerte de Néstor Kirchner. El dolor me embargó mucho con la muerte del ex Presidente, la verdad que fue un fenómeno individual pero colectivo muy fuerte. Lo lloré, quizás más que a mi padre, no me preguntes porqué fenómeno psicológico interno. Quizás la muerte de mi padre era la crónica de un cronopio anunciada, porque tenía cáncer, y lo acompañé en su agonía. Con esa nota concluí y quise despegarme del diario para que no fuera visto que era utilizado para militar; aunque tengo una vida como militante político, militante cultural y como creador, porque esas facetas en mí y en la realidad de Río Tercero no son contradictorias. La población de Río Tercero me ve como a un todo, en cualquier caso podría ser un conflicto, en el caso mío el periodista, el artista, el político, el funcionario público porque lo fui en algún momento (Mario fue Secretario de Cultura y Educación en el período 1999-2003)… la gente me ha adoptado como ese gran cronopio, ¿no? He ido haciendo un salvoconducto, me he apropiado de ese personaje de Julio Cortázar, y la verdad que mi temperamento, mi forma de ser, esa cosa tan verborrágica, pero también divertida, “opinator” como soy, la gente me respeta mucho y eso me permite decir cosas, que a veces, desde una posición académica, no se podrían decir.

-¿Qué tan costosa fue la práctica de llevar esta columna?
-Lo he hecho como un ejercicio literario, lo tomé con la misma responsabilidad como si fuera un trabajador de un medio de prensa. La prosa te permite el oficio, mientras que la poesía cuando estas yermo, bloqueado, cuando no tenés que decir es mucho más difícil… y más aún mi poesía, que parece un poco pedante decirlo, pero mi poesía tiene cierto carácter filosófico, sociológico; entonces si no lo escribo desde lo más profundo de mis convicciones, de dolor o de alegría, no me sale la poesía.

-¿Ese es el motivo por el cual has publicado con cierta distancia en el tiempo? Tu libro “Asumir estatura” apareció en 1986, “Implosión” en el 1996 y “De transparencias y rupturas” en 2003…
-Justamente “Implosión” nació de aquel momento clave en la ciudad de Río Tercero y es como que hice un recorte, porque formaba parte de otro poemario y lo publiqué breve. Estoy muy conforme con “De transparencias y rupturas” fue premiado en el Círculo de Poetas Iberoamericanos de Nueva York, porque esa fue la primera vez que publiqué un libro con alguna unidad temática. 

-¿Qué podés decirnos de Villa María en relación a tu ciudad natal, Río Tercero?
-Esa pregunta tiene trampa (me mira y sonríe)… Los riotercerenses admiramos mucho a Villa María, porque le ha ido bien, porque ha apostado a lo que debía apostar: a la educación terciaria y universitaria, ha apostado al río; Río Tercero siempre le ha dado la espalda al río. En cambio los villamarienses se recostaron sobre la rivera, lo quisieron, lo abrazaron, se apropiaron, se amigaron con el río; no le quisieron ganar espacio… uno va por la rivera del Río Tercero, que es el mismo Ctalamochita, pero sin embargo no es la misma sensación. Nosotros tenemos un estigma, es como que aquí (Villa María) se atempera el prejuicio, nosotros estamos muy próximos a la concentración fabril, a todo el polo petroquímico y eso genera una presión adicional a la sordera y a la ceguera de nuestros funcionarios.

-¿Y en cuanto a lo cultural?
-Villa María tiene escritores magníficos, como Alejandro Schmidt que ya tiene renombre nacional y como otros grandes referentes. Lo tienen a Carlos Gazzera, que si vas a la Feria de Libro a Buenos Aires lo encontrás hablando de EDUVIM, y convocando a David Viñas, a grandes. Es lo que no falta a los riotercerenses como comunidad, pero hemos avanzado también; debo decir también que Río Tercero es más joven, estamos próximos a cumplir 100 años. Yo soy un trabajador cultural desde la década de los ’70, tenía 14 años cuando empecé a trabajar en la Biblioteca Justo José de Urquiza y por primera vez en la historia de Río Tercero aparecía la literatura como un ejercicio artístico. Tuvimos a Doña Zoila Acuña, Juan Caballero, un español que vino como muchos extranjeros, porque fue un centro de atracción tanto por Atanor, Petroquímica, Fabricaciones Militares, después en la década de los ‘70 con el emerge la literatura con un grupo literario. La primera antología edita que hay, la provocamos nosotros y, en mi caso particular, desde entonces no he parado, publicamos “El mirador” y “El mirador II”… Las antologías son importantes por lo representativas que son, pero siempre es invaluable la edición individual, eso le da continuidad al autor, lo compromete; pero somos jóvenes en Río Tercero. Hay buenos valores en las distintas disciplinas, escritores, Vilma Novick, Azucena Gribaudo, Lía Villafañe, Pola Furlani, y hay nuevos. Lo que pasa es que no hay continuidad, publican sus libros, pero luego salen contadores o lo que sean. En la pintura también y las demás artes; pero creo que el mayor desarrollo ha sido en lo musical, de alguna manera ya teníamos a Luis Amaya, aquel guitarrista de Mercedes Sosa, tenemos a Pablo Jaurena…
Yo le reclamaba a los candidatos que no pusieran el acento en el cordón cuneta, en la repavimentación, sino que buscaran elementos más simbólicos que nos va a permitir la utopía de la próxima centuria de Río Tercero, para parecernos a Villa María. No han aparecido estadistas de los que necesita la ciudad para dar ese salto cualitativo. Río Tercero, tiene mucho potencialmente, pero tenemos la mala suerte de las explosiones en 1995 que provocó un autoexilio, emigró mucha gente y no nos dimos cuenta hasta que se hizo el censo, en donde nosotros creíamos veleidosamente que éramos 50.000 y somos 46.000 habitantes.
Resumiendo, tenemos una mirada de admiración hacia Villa María, pero sobre todo queremos emular a esta ciudad.

-¿Qué significan estas más de dos décadas de radio?

La radio es una militancia cultural, creo que hice un aporte a la ciudad en ese aspecto de meterle información de la pintura, del cine… hay gente que es la única información a la que se puede acceder, porque el diario se transforma en la cosa puntal, informativa, despojada… pocas veces hacen una entrevista donde el autor puede desarrollar una estética, plantear su modo de ver el mundo, no se da mucho. En el programa de radio se puede generar una corriente de pensamiento, estos 23 años es un aporte en ese sentido. Ni hablar en el ‘95 ser cofundador de “Cauce común” que era el grupo de artistas que nos unimos ipso facto con ese poema “Implosión” que se canta todos los 3 de noviembre de Rio Tercero, para luchar por la justicia y la verdad por las explosiones, porque el arte jugó un papel fundamental. Usamos la metáfora de manera horrible, pero hubo una explosión artística con respecto a la se explosiones. Llegamos con una embajada cultural, no queremos solamente la reparación económica, queremos mucho más.


-¿Qué es la poesía y para quién escribís?
-Es pulsión, pasión. La poesía es ritmo, música, lo efímero, a veces una sola pincelada en un verso te salva un poema. La poesía necesita tiempo reposo, maceración, tanto para el que la escribe como para el que la lee. No me escribo para mí, pero tampoco escribo para gustar, pero me gusta lo que escribo, porque no podría escribir otra cosa. No lo vivo como un conflicto, no podría decir lo que digo, de otra manera. La poesía tiene muchas lecturas, tiene varias capas y mi poesía me define.

-¿Considerás que la poesía está desvalorizada?
-Hay que tener una destreza para la lectura de la poesía, la gente suele decir “al Mario lo quiero pero su poesía no la entiendo”, pero cuando se las recito se quedan fascinados. Oralmente funciona, cuando lo leen no. Es más complicado, soy más “famoso” como poeta que como leído. Soy popular por lo que soy, pero no soy popular por lo que escribo; pero nunca lo sufrí. Con la columna de “Cronopios” en el diario, fue la primera vez que la gente me reconoció como escritor, esperaban la columna, aunque hay muchos que no la entienden… 

-¿Cómo es el vínculo que te trajo hasta aquí?
-Yo llegué a la feria, llamando por teléfono. Esto me lleva a pensar que, en general, no hablo de Villa María en particular, nadie hace un trabajo de rastreo. Deberíamos tener mayor fluidez e intercambio entre ciudades como Río Tercero, Río Cuarto, San Francisco y Villa María, por ejemplo. Debería ser un cuadrilátero virtuoso de intercambio cultural y no existe. Los de Río Cuarto no saben nada de lo que pasa en Río Tercero y viceversa… este es un trabajo que debería ser de los funcionarios no de los artistas. Agradezco muchísimo que me abrieron las puertas en Villa María, pero debiera surgir al revés. Todo se maneja de manera individual, debería ser un poco más en grupo. Lo que muchos no entienden es que el arte no es solo tener aptitudes, es un laburo y hay que trabajar.

Un laburo que Mario Trecek inició en su adolescencia y continúa realizando en su Río Tercero natal, que lo vio nacer y desarrollarse. Ese mismo cauce hoy lo trae hasta estas márgenes para seguir conociendo a un “cronopio” más, de esos que durante tantos años difundió en su programa.




(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 16 de octubre de 2011.

lunes, 3 de octubre de 2011

Mario Devalis. Un humorista feliz


entrevista
MARIO DEVALIS
Un humorista feliz



Mario Devalis es de Colazo. Que quede claro. Un tipo de pueblo que supo hacerse camino en la profesión de hacer reír a miles de personas. Es un hombre amable, gracioso por naturaleza, que es feliz con lo que hace. Un turista de escenarios, salas de teatro, radios y demás eventos sociales a los que es convocado para pintarles una sonrisa a los asistentes. Para ello hace uso de una amplia paleta de personajes propios y otras personalidades públicas como José Manuel de la Sota, Fabio “La Mole” Moli, Horacio Guarani, el Profesor Cándido Buena Letra, Fabuletti; hasta los viejos y recordados Doña Jovita o el Chirolita de sus inicios.
Invitado por el Taller de Locución y Oratoria que la destacada locutora local Stella Maris Cabrera desarrolla desde hace casi dos décadas, los alumnos tuvieron el privilegio de entablar una charla con dos grandes personalidades como los son Rebeca Bortoletto y Mario Devalis. Rebeca fue la protagonista de nuestra edición anterior, hoy le toca el turno a Mario.




Entrevista realizada por el colectivo del
Taller de Locución y Oratoria de Stella Maris Cabrera



-¿Cómo y dónde te iniciaste artísticamente?
-Yo pertenecí a una subespecie de los que hacemos radio en FM. Si nos trasladamos 20 años atrás las FM eran truchas, así se le decían, eras ilegal, nos miraban un poquito mal. Yo empecé en una radio que se llamaba “Paradise”, que estaba en la Lisandro de la Torre. Una un radio muy humilde. Ahí arranqué con (Omar) Fulgenzi (…) tengo recuerdos muy buenos y cada vez que lo cuento lo hago con mucho amor. Yo veía a los de AM, como en el caso de Stella Maris, como una raza superior, ir a trabajar a LV28 era jugar en River… (lo piensa un momento y dice) ¡en River no! (risas). Era jugar en Boca, Racing, Belgrano… después nos fuimos acostumbrando y podíamos decir “soy de la FM con felicidad”.

-¿Empezaste con imitaciones?
-Sí, empecé imitando. A Villa María vine con Doña Jovita, que lo lucí mucho a ese personaje, y también hacía Chirolita. Como será que lo hacía tanto a Doña Jovita, que una vez nos habían dado un hotel con Fulgenzi y soñaba de noche y me reía como ella. Me decía él, que me reía como la vieja (y la imita ante la risa de todos los presentes).

-¿Ese sueño no es recurrente en la actualidad?
-No ahora sueño como Zulma Lobato (y las risas no cesan).

-¿Cuándo nació el humor / imitación, fue de chico o nació después?
-Lo tuve de chico, porque tenía la habilidad de imitar a gente de Colazo, pero lo hacía entre amigos porque me daba mucha vergüenza. Después fue en el secundario, luego en el servicio militar… por eso yo siempre agradezco a dos personas, a Fulgenzi, que me trajo a Villa María y a Edgardo Munch, que ya en mi vuelta me dio un lugar para desarrollar lo que venía haciendo. Un día me fui de Villa María, me fui a Buenos Aires, descuidé el humor y estudié periodismo porque me parecía que ser humorista no era un oficio, no era una profesión, y fui periodista y no fui feliz. No quería ser lo que quería ser… porque soy de pueblo, y los que somos de pueblo queremos ser médicos, ingenieros, contadores, abogados… Yo me preguntaba, qué profesión hay… e hice licenciatura en comunicación social, rendí unos años, dos, tres, no me iba bien, luego entré, y me fue mal porque no me gustaba. Fui a Rosario contrariándome, a estudiar periodismo, me recibí de periodista, hice periodismo y no era feliz. Hasta que un día me vine a Villa María, hablo con Munch y me dijo “quedate”. No podía imitar a nadie, porque me había olvidado, porque los músculos se me habían puesto duros, porque ya no tenía reflejos. Ahí empiezo. En ese tiempo estaba Monky (Tieffemberg) y me hice tatuar las caritas del teatro, como diciendo… no me tengo que salir de esto. Tengo que dedicarme al teatro, tengo que hacer esto y ya no paré más.

-¿Cómo saltás a Córdoba?
-Acá grabé un disco en el estudio de Claudio Martinotti, había hecho un personaje que era algo como un (Juan) Verdaguer que hacía 101 chistes malos. No sé como le llega al “Lagarto (Guizzardi) que pidió que me llevaran. Como yo estaba en Villa María, me sacaban por teléfono al aire de Radio Universidad. Luego salió el proyecto de LV2, me llevan allá, y allí no me volví más.

-¿Cuál es tu referente en el humor y cuál tu preferido de los personajes que hacés?
-Referentes tengo muchos, cuando yo dejé de hacer humor en Buenos Aires escuchaba a Jorge Rial que tenía un gran imitador que se llama Rolo Villar. Siempre lo escuchaba. Él era el humorista del que yo me agarraba para decir, “algún día tengo que hacer lo que hace él”. Todos los años ganaba Martín Fierro. Cuando yo decido hacer humor, que ya estaba instalado en Córdoba, La Voz del Interior le hace una entrevista a él y cuando le preguntan si conocía a humoristas de Córdoba él me menciona a mí. Yo no lo podía creer. Cuando viajo a Buenos Aires quería conocerlo, fui a cenar con él. Era un ídolo y gracias a él yo retomé el humor. Todos los imitadores me fascinan: Carlitos Russo, Mario Sapag, Nito Artaza, Martín Bossi, Ariel Tarico…
También me gustan todos los personajes que hago, de la Sota me dio muchas satisfacciones con la gente, la Mona Jiménez, La Mole… (y cada vez que menciona a alguien, imita unos segundos de cada personaje y todos ríen a carcajadas).

-¿Es verdad que los humoristas hacen esto para no trabajar? (quien realiza la pregunta le solicita a Mario que se la conteste al mejor estilo Aldo Rico… y Mario accede).
-Por supuesto. Te voy a contestar algo… zurdito. Mirá, sabés que pasa que… los humoristas, como los artistas… son tagarnas, son zurditos, son vagos y no hacen nada, no hacen ningún aporte a la Patria, ¿se da cuenta?

-¿Si tuvieras que brindar por algo, por qué lo harías?
-Mi vida se divide entre hablar “boludeces” como decimos normalmente en Córdoba y hablar en serio, trato de hablar en chiste, aunque eso no quiere decir que le quite la verdad a lo que digo. Puedo editorializar muchas veces con el humor. Muchas veces cuando brindo con ella (Rebeca) brindo por la paz del mundo, una “pelotudez” porque nadie brinda por la paz del mundo (risas e inmediatamente realiza brevemente un monólogo moralizante al mejor estilo de Claudio María Domínguez, que podía extenderse durante toda la noche). 

-Teniendo en cuenta tu trayectoria personal ¿sentís aún esa pertenencia a tu pueblo?
 -Yo soy de Colazo. Se los cuento con una anécdota, cuando llegué a Córdoba y hacía un tiempo que ya estaba en los medios, La Voz del Interior me hizo una nota telefónica. El periodista me preguntó de dónde era, le dije que de Colazo y me consultó dónde me inicié artísticamente, a lo que respondí en Villa María. El periodista se ve que no registró Colazo y puso que era oriundo de Villa María. Cuando volví a Colazo, casi me declaran persona no grata. Pasaron los años y mi mamá y mi tía me decían, están muy ofendidos acá con vos…Tuve que aclarar en los medios de comunicación.
Una noche salíamos de actuar y paramos en Oliva y salía un grupo de chicos de Colazo que venía de una confitería y me volvieron a incriminar… Quiero decir con esto que para los que somos de pueblos chicos atreverse a decir que no sos de ahí, te ganás el rechazo de la gente. Me gusta decir que soy de Colazo y de Villa María, porque acá nací artísticamente.



El dialogo fluye y Mario cuenta de que manera cautivó la atención de Rony Vargas cuando lo fue a ver al Hotel República y en pocos minutos le disparó con una batería de 15 personajes. Esto lo hace para transmitirles a los asistentes de que en muchas ocasiones el mejor vendedor de lo que uno hace, es uno mismo. Está convencido de que hay que hacer lo que nos de felicidad, antes que de cumplir con el “mandato familiar” de ser determinados profesionales en esta sociedad en la que vivimos.

El tiempo se va acortando y mientras se levantan para saludar, Mario, con la picardía de un niño que busca la atención, enlaza en un breve discurso las voces y posturas de José Manuel de la Sota, Daniel Giacomino, Juan Schiaretti, Carlos Menem, Horacio Guarani, Carlitos “la mona” Jiménez y Cándido Buenaletra.

Entre la lluvia de aplausos culmina esta charla grupal que ha dejado en cada asistente algunas enseñanzas para valorar este camino de la palabra que han decido emprender.

(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, domingo 2 de octubre de 2011.-