domingo, 26 de junio de 2011

Hugo Las Heras. Restaurando la Capilla San Antonio

Restaurando la
HUGO LAS HERAS
Capilla San Antonio



La vida en las ciudades relativamente grandes, como ésta, hacen que en muchas ocasiones transitemos por sus calles y no prestemos atención al entorno. El ruido urbano, la urgencia diaria, el tiempo que nunca alcanza, hacen que vivamos apresurados, y así, descuidemos la atención de singulares inmuebles antiguos que han sido (y son) de una importancia capital para la historia y la cultura de la ciudad en la que habitamos.
En ese sentido, seguramente lector, usted transitó por la Avenida Sabattini en tantísimas oportunidades sin percatarse de una monumental obra del siglo pasado. Frente al predio del ferrocarril se construyó en la primera década del 1900, la Capilla del Instituto San Antonio. Un templo religioso que tiene la particularidad de ser la única iglesia gótica de Villa María.
Ese inmueble, perteneciente a la Orden de las Hermanas Franciscanas, se fue construyendo de a poco con el aporte de un bono solidario de los vecinos. Tiene unos 500 metros cuadrados y fue pintada por Giuseppe Bassoli, un muralista anterior al renombrado Fernando Bonfiglioli. Bassoli, nació cerca de Bologna (Italia) y vino a establecerse a esta ciudad en 1886.
El 24 de setiembre de 1926 se habilitó la capilla con un destacado acto en el que participaron autoridades de toda la provincia de Córdoba. Pero los años pasaron, las cosas fueron cambiando y la capilla, se fue descuidando, el tiempo y el clima deterioraron el material, la iglesia cerró sus puertas y se convirtió en “un basural”.
Así pasó el tiempo hasta iniciar el 2010, en que el arquitecto local Hugo Las Heras tomó cartas en el asunto, y junto a colaboradores, están restaurando el añoso edificio que sería habilitado para octubre próximo.



Nos damos cita a las 16 y él nos espera en las escaleras de ingreso. Nos saludamos e inmediatamente atravesamos la gran puerta. Las Heras, ex Director de este matutino, nos sitúa en el tiempo y en el espacio: “Es la única iglesia gótica, tiene muchas particulares, una de ellas es la terminación de las puntas. Al igual que la Iglesia de los Capuchinos en Córdoba, tienen solo una torre. Con respecto a la pintura, todo esta pintado al temple, una mezcla que se hacía en el momento. En el 1900 tenían los pigmentos, que no distaban mucho de los que se utilizaban desde el 1400. El pigmento era el polvo que se le echaba; se le ponía yema de huevo, que se ve amarilla pero que si la batís quedaba transparente, se hacía como una mayonesa con el color que vos querías. A esa mezcla se le echaba ácido acético o algún ácido componedor, que permitía detener el proceso de descomposición del huevo… hacía que no se pudriera. Se le agregaba cola de zapatero, que venía por plancha y que había que hervirla. Se hacían potes grandes de pintura de distintos colores y después se mezclaban y se conseguían más colores.”

-Son colores cálidos, muy agradables a la vista los que ostentan las paredes.
-Son todos colores apastelados, tenemos que hacerlos textualmente, hemos usado algunas técnicas modernas, pero sólo en colores planos; le agregaron doble cálculo de cola para que la pintura pegue más, ya que con el pigmento original, si pasabas la mano te ensuciabas. Todo lo demás esta hecho con pintura original y buscando el pigmento original; porque sino no lográs el color que querés. El rojo no es un rojo bermellón, sino es un rojo magenta, los azules son ultramar, los amarillos tienen que ser oro, sino le pones amarillo limón no funciona… pero todo tiene que ser con los colores de la época.

-Contanos, ¿quién fue Bassoli?
-No se tenía registro de este pintor, se pensaba que la parte mural existía en Villa María de Bonfiglioli para adelante; pero este hombre, que también hizo una carrera titánica en esa época, había quedado como olvidado. Se estableció en Villa María; vivió con su familia y tuvo 11 hijos… fue un villamariense más. En general, los pintores venían por trabajo, cuando terminaban su tarea se iban. La diferencia con Bonfiglioli es que éste vino por un amor y se quedó, además manejó mucho mejor su arte, se metió más en la Escuela de Bellas Artes; Bassoli no, hizo esto (la capilla), la Farmacia Pinardi, la Estancia La Negrita, hizo la parte baja de la Catedral que tiene como un cortinado... toda la bóveda de la Catedral la pintó él.
La Capilla de San Antonio no se sabía quién lo había pintado, pero revolviendo en una vieja revista que se llama “Nuestra Causa” empiezan a aparecer pagos a Bassoli. Después hablando con la familia nos interiorizamos un poco más, aparecieron fotos, etc… sin este descubrimiento su nombre quedaba totalmente oculto. Es muy valioso recuperar algo así en la ciudad.

-¿Quiénes colaboran con vos en esta ardua tarea?
-Trabajo con César “Titina” Bravín, que es un maestro, creo que él va a restaurar grandes cosas en la ciudad, porque es muy joven. César se ocupó de las guardas, yo pintaba más arriba. Esas tarimas (nos señala algunas bases de madera que es donde descansan las imágenes de los santos) las tuvimos que mandar a hacer. Buscamos un carpintero, y me pasó que cuando vi al carpintero éste se largó a reír y me abrazó, porque resultó ser el hijo de Bernardino Calvo, que fue el fundador del diario conmigo. Fue un impacto muy grande encontrarlo a Juan Calvo. Por otra parte como nos ocupamos de la imaginería por completo y había muchas cosas que reparar, así que la llamamos a María Eugenia "Coqui" Podestá, que ha hecho un trabajo maravilloso. La pintura la hice yo. Había que envejecer la pintura, para que se asemeje a la original, ocuparse de algunos mármoles y granitos, vamos a arreglar los bancos, las puertas de entrada, los cuadros, la iluminación...

Mientras charlamos le consultamos al arquitecto, porque una de las partes de la capilla aún no ha sido restaurada.
-La iglesia estaba deteriorada, muchas veces pasa que la gente no se da cuenta el trabajo que se hace. Como teníamos muchos arcos en la capilla, decidimos dejar uno como estaba para que se note el día de la inauguración. Le vamos a poner una tela y la vamos a descubrir ese día, para que el público aprecie el contraste. Pasada la inauguración nos ocupamos de esa parte y culminaremos con todo el trabajo en dos meses más.

Seguimos la charla bajo una bóveda celeste adornada con miles de puntos dorados que se dispersan por todo ese firmamento.
-El cielo tiene puntitos como de un bronce con cobre, eso se iba haciendo a medida que revocaban el techo. Arriba de la bóveda tiene chapa de cinc. Le iban revocando y Bassoli con un hilo que iba girando, metía la mano en el bolsillo e iba enterrando antes de que el cemento se endurezca. Nosotros los pintamos a los 7.400 botones con un color oro.

-Hugo, ¿cómo conseguís los trabajos, los buscás o te llaman?
Yo voy mostrando los lugares que se podrían restaurar… en esta oportunidad nos ayudó la Municipalidad, con un presupuesto muy pequeño para lo que es el arte; pero lo hacemos porque nos gusta hacerlo. Yo creo que esta restauración va a durar cien años. Hace un año y medio que estamos trabajando acá, porque son muchas cosas y las queremos hacer bien.

-¿Desde cuándo te dedicas a esta tarea y en qué lugares de la ciudad podemos encontrar rastros de tu trabajo?
-Siempre pinté. Empecé a pintar con Marina Lucchini, y llegué a conocerlo a Bonfiglioli. Estudié Arquitectura donde teníamos cuatro historias del arte en cuatro años. Me fui a Chile y trabajé con un muralista que fue ayudante de (David Alfaro) Sequeiros. Luego me fui a Méjico, a observar como trabajaban los grandes muralistas. En la ciudad trabajé en el ex Cine Sud, la casa de Fernando Bonfiglioli, la Asociación Española, la Catedral… se podría decir que hice gran parte de la ciudad.

-¿Cuántas horas diarias están dedicadas a la restauración de esta capilla?
-Son aproximadamente tres horas a la mañana y tres a la tarde, la luz del día juega un papel muy importante en la tarea. Hay que tener en cuenta que trabajar tres horas en un andamio allí arriba, no es lo mismo que trabajar tres horas aquí abajo. Estás más tensionado y a veces las piernas te tiemblan. El piso está desnivelado y debimos poner andamios con piolas, atados entre ellos.

-¿Cuál es tu sensación, sabiendo que estás restaurando inmuebles de alto valor histórico y cultural que son de la ciudad en la que vivís?
-Es un orgullo ser de Villa María. Esto es una cosa insólita, y creo que lo hacemos bien y también barato; porque es nuestra vida. Sucede que si traes alguien de Italia, por ejemplo, los costos son muy altos (gastos de hotel, comida, trabajo, material). Nosotros estamos recuperando la ciudad.Las críticas de la gente de afuera nos dan un parámetro de que vamos bien. Todavía está instalada esa locura de que si se trae alguien de afuera se hará un mejor trabajo y no es así. Yo no voy a tocar un Miguel Ángel; pero me le animo a la Catedral de Córdoba y cualquier otro desafío. Somos de Villa María, son pocos lo que hacen esto, en Córdoba debe haber uno, en Rosario no hay nadie; entonces, creo que eso también debe ser valorado.


Es así Hugo. Por eso éstas páginas que quieren atestiguar la gran labor que se está realizando en una de las construcciones más bellas de la ciudad. La Capilla del Instituto San Antonio está recuperándose, está volviendo a ser lo que fue hace un siglo atrás. Por eso vale la pena, aminorar la marcha, tomarse un tiempo de ese que siempre no tenemos y detenernos a admirar esta gran obra. Estamos ante una recuperación del patrimonio cultural de Villa María y está ahí para que lo apreciemos y valoremos.


(*) Publicado en EL DIARIO del Centro del País, 26 de junio de 2011.-