sábado, 3 de septiembre de 2011

Gustavo Caleri. Oficio de librero

Entrevista
GUSTAVO CALERI
Oficio de Librero



Había nacido en Luca, pero se trasladó con su Familia cuando daba sus primeros pasos en la escolaridad. En esta ciudad en la que creció y estableció, fue el lugar donde hace cuatro años logró cumplir su sueño: el de ser librero.
Tiene 42 años y es el propietario junto a su hermana, de una de las librerías más importantes de la ciudad: “Libre Libro”. Y en esas dos palabras que juegan entre sí, por su semejanza gráfica y completud semántica, está la esencia de este lugar que hoy visitamos. Gustavo es arquitecto y se dedicó al ofició con todo su esfuerzo y tiempo desde que se recibió. De manera paulatina, el ejercicio de la profesión le fue dando grandes satisfacciones, pero a su vez otros aspectos de su vida le restaban de manera inversa. El esfuerzo era cada vez mayor, el estrés que aumentaba y el tiempo para su vida disminuía.
La lectura siempre fue su pasión, le encantan los libros y fue quizás el hecho de darse cuenta que no había leído ni un solo ejemplar en todo un año, le hizo replantearse las cosas. Necesitaba tiempo, para leer, para otras actividades, para vivir. Mientras nos acomodamos en un pequeño living que tiene en su local de Mitre y Mendoza nos dice, “el tiempo una de las cosas que nos pertenece y que muchas veces no le damos importancia; pero es una de las posesiones más importantes que tenemos y hay que saberlo invertir. Entonces… yo lo invertía mal, porque sólo trabajaba y no lo invertía en las cosas que me daban placer. Entonces decidí parar la pelota, y ahí se me metió en la cabeza la idea de tener una librería.”


“Siempre he leído, las librerías eran mi debilidad, siempre que iba a algún lado no dejaba pasar por las librerías. El ejercicio de la profesión no me satisfacía espiritualmente, pero si lo hacía económicamente; de esa manera, me permitió ahorrar un poco de dinero y me decidí”. Gustavo no tenía idea del negocio, sólo un gran deseo de poseer ese lugar en el que se concentra toda la cultura en ese objeto tan preciado que es el libro. Si bien siempre imaginó su librería, fue durante parte de 2006 y 2007 que la idea frecuentaba cotidianamente sus pensamientos. Todo transcurrió igual, hasta que se topó con el elemento que lo impulsaría de lleno a concretar su sueño: el lugar. En un día cualquiera, Gustavo Caleri transitaba las calles de la ciudad y se encontró con que una antigua casona que se alquilaba. Era el lugar que imaginaba, en un lugar tranquilo, en una esquina, una casa en la que se respiraba un aire particular. Así fue como en agosto de 2007 iniciaba su negocio en dos habitaciones de esta casa, que se fue agrandando cada vez más y pronto ofrecerá más espacios para compartir cultura.


-¿Cómo fue ese inicio, recibiste colaboración de alguien?
-Mi hermana andaba con ganas de iniciar algo y se suma al emprendimiento como socia, que fue una suerte, ya que me hacía falta alguien que me ayude en el tema administrativo, y ella junto a mi cuñado que es analista de sistemas, me ayudaron. La librería es eso… es manejar un montón de editoriales y un montón de artículos, que si no tenés claro eso se te genera un desorden. Arrancamos en 2007 sin tener idea del negocio y sin muchas expectativas, porque cada uno de nosotros teníamos nuestro trabajo entonces era como un hobby. Fuimos sumando, como en “Casa Tomada” de Cortázar, y apropiándonos de los lugares del inmueble y en cuatro años hemos crecido bastante.

-¿Cómo conseguiste los libros?
-Fui a la Feria del Libro de Buenos Aires en abril de 2007 como público general. La semana anterior, en la feria, había jornadas para libreros, estaban las editoriales con los vendedores…; pero cuando yo fui estaban las promotoras, me dieron tarjetas, mande mails, pero obviamente, nadie me contestó. Luego con mi cuñado nos fuimos a Buenos Aires a visitar editoriales, pero la gran mayoría no nos atendió.
Empezamos comprando algunos títulos, y fue como una cadena, antes de abrir hablamos con Alberto Mateo, que está en Cadena 3, quien el es vendedor de Planeta, Signar… él nos dio un buen pantallazo de lo que es el mundo del libro, nos consignó algunas editoriales chicas y nos presentó algunos vendedores y esos nos trajeron otros.
Los primeros meses fueron duros por el tema de lidiar con editoriales, hasta que podés conseguir cuenta, es todo un riesgo, si comprás libros y no los vendés te quedan en el stock. A veces había un título que compraste poco y se vende mucho y perdiste de vender o todo lo contrario. Saber qué comprar y cuándo es una de las tareas de este oficio.

-El hecho de montar la librería fuera del centro, ¿Qué cosas implicó?
-Fue una apuesta instalarla de este lado del centro, ésta es la parte más antigua de la ciudad, vos cruzás la vía y es más tranquilo. No está encajonado como el centro, me parecía que este movimiento más calmo ayudaba a la librería. Fundamentalmente la casa me decidió. Los negocios siempre cambiaron mucho en esta cuadra, algunos vecinos me decían que en este lugar no funcionan. La esquina es importante y el hecho de tener colegios cerca como el Bianco o el Rivadavia ayuda. La librería se surte mucho de libros escolares todo el año, hay una fuerte venta escolar.

-¿Cómo ves el presente del libro?
-El negocio nos fue llevando a enfrascarnos cada vez más en esto, me insume mucho tiempo y me gusta mucho más que lo otro. Anda bien, la cuestión escolar, la promoción de la lectura no sólo de primaria sino la secundaria suma a las ventas, pero no es sólo por eso. En la Feria del Libro se dan los datos cuantitativos de los libros impresos en el año y sorprende ver que se viene rompiendo el record, hoy en día son casi 23.000 novedades por año. El tema del libro está teniendo un resurgimiento, el mundo del libro está pasando por un buen momento. Más allá de que con Internet no se lea igual que antes; pero comparado con los ‘90 se lee mucho más.

-Ya que lo mencionás ¿qué opinión te merecen los libros electrónicos?
-El libro electrónico tarde o temprano va a modificar los hábitos de lectura, pero hoy en día no miden la aguja; quizás los nativos digitales opten por esa tecnología más adelante. El tema del libro es que se demora el mismo tiempo para leer hoy, en papel o digital, que hace 500 años atrás. Hoy en día la paciencia para leer se va perdiendo más, con el tema de la velocidad, con Internet y las tecnologías. Ser lector o no serlo, es algo que viene con uno. Te gusta leer o no te gusta. Se nace con esa pasión.


-¿Cómo ves el desarrollo de las editoriales locales, regionales y provinciales?
-La prueba de que el libro goza de buena salud es que hay muchas editoriales nuevas en la provincia. Es un reflejo. Si lo hay es por algo, que haya muchos que intenten emprender una editorial, significa de algún modo que hay un circuito donde se consume. Hay un movimiento y escritores también, no sólo los que estaban, sino que hay nuevos, creo que en las grandes ciudades pasa lo mismo.
La venta de los libros locales son un poco más complicados, en Villa María hay una gran tradición poética, pero la poesía no vende, ni local, ni provincial, ni nacional… es así. La poesía la consumen los poetas y no todos los poetas, es muy selecta. Es una lectura que no a todos les llega. Hay que sentarse a leer poesía, cada frase tiene todo un laburo y tiene un trasfondo que no podés leer de corrido. Exige mucha más paciencia que la narrativa.

-¿Cuáles son los géneros más consumidos?
-Lo que más tenemos, son de narrativa y ficción, tenemos un amplio stock y de buenas cosas, tenemos un mayor público de ese tipo de libro. Es lo que vendemos más. También la autoayuda se vende, ensayos históricos, libro de política, ensayo… además tenemos público de la universidad.

-Hemos venido a visitarte en un momento especial, estás por inaugurar un café ¿qué nos puedes adelantar al respecto?
-La idea es tener un espacio, donde se pueda tomar un café, leer diario y luego del cierre de librería, que sea un lugar de expresión de la literatura local y provincial. Hay muchos tipos talentosos y que no tienen un lugar donde expresarse concretamente. Queremos que ese espacio sirva para ciclos de lectura, o presentar un libro y recibir a los escritores consagrados, como María Teresa Andruetto, que ya nos visitó una vez. Claro está que esto es una librería, tenemos 14.000 libros en exposición, el café es un anexo.


El café y la literatura siempre han ido de la mano, es un lugar de encuentro, de reunión, de inspiración; un espacio tradicional en el que se han escrito parte de lo que solemos llamar literatura argentina. Es por ello que celebramos este crecimiento, de un proyecto privado que apuesta por la lectura. Por que los libros nos ayudan a crecer como sociedad, nos hacen mejores personas, nos hacen, en definitiva, más libres.



(*) Publicado en ninguna parte... 03 de setiembre de 2011.-

Victor Almeyda. Pescador de Acapulco

Una charla con
VÍCTOR ALMEYDA
Pescador de Acapulco


En nuestras ediciones pasadas pudimos dar cuenta como el Ballet Centenario de Isla Verde nos representó como país en las tierras de Zacatecas. Fue una semana intensa de presentaciones que dejaron la huella argentina en el país hermano de México.
Después de tan agitada semana, nos tomamos unos días para conocer algunos de los lugares para el descanso y el disfrute de un verano que se hace sentir con todo su poderío. Viajamos a Acapulco, kilómetros y kilómetros de rutas en perfecto estado hacen que el traslado y el recorrido de grandes extensiones se haga ameno y tranquilo. Aquí, donde la playa es el principal atractivo del lugar decidimos hacer una nota diferente, una nota de color. Queríamos una charla con algún personaje distinto para cerrar nuestra estadía en tierras mexicanas, alguien que nos cuente cómo es su vida en ese lugar en donde el calor está presente los 365 días del año.
Recorremos la playa de un lado a otro. Caminamos descalzos cerca del agua, que en su irregular vaivén nos moja los pies y alivia el calor reinante. Desde una punta lo vemos. Está bajo una de las sombrillas, allí sentado, con su gorrita, su remera de un negro ya desgastado por el tiempo y su bermuda multicolor. Nos llama la atención desde lejos. Él es Víctor Almeyda, es un pescador retirado. Uno de esos personajes que solo se encuentran en lugares como este. Todas las mañanas se adentra en el mar para conseguir lo que será su alimento y el producto que ofrecerá a los turistas que visitan las hermosas playas de Acapulco.
Nos acercamos a él y le consultamos que tiene para vender. Desde un balde saca uno a uno los ostiones que consiguió, los abre con su cuchillo y deposita en el plato el interior del animal. Lo saludamos y nos regala una sonrisa. Le pedimos sentarnos con él y que nos ofrezca su producto.


MANJAR NATURAL
Mientras disfrutamos de la sombra, el sol cae muy fuerte en la playa y convierte la arena en brasas. Lo miramos y le preguntamos a que se dedica. Sonriendo nos dice que es “jubilado retirado”; que fue pescador y que en cierta forma lo sigue haciendo porque es lo que le gusta.
De frente tenemos el mar, el inmenso mar que se nos regala con brilloso día, el ruido de las olas que llegan blancas a la orilla, hacen del deleite de los niños y los bañistas que disfrutan de la jornada. Hablamos con Víctor como si nos conociéramos desde toda la vida y se ríe por cada cosa que decimos. Detrás de él descansa transversalmente su nave, una canoa toda despintada y astillada. Es allí donde él, como mucho de otros pescadores, duermen por la noche “hasta que los rayos de sol me despiertan”.
Víctor nació en la Isla Progreso y vivió siempre en Acapulco. “Aquí tuve mi primera mujer… y también la segunda”; aunque vive solo: “vivo solo / siempre así / siempre libre y solitario”, nos canta y larga una carcajada.
Tiene dos hijos, uno de ellos está en el Jardín Azteca y nos señala para un costado como si nosotros supiésemos donde queda ese lugar; el otro está detrás de él; luego lo piensa y agrega que en Chiapas tiene dos hijos más. "Corre mi sangre por Chiapas, jajaja...". Mientras continúa la charla, sigue preparando nuestra comida, que ostenta al decirnos que es todo natural.
Víctor bucea a pulmón, sin aparatos, sin equipos, infla su pecho de oxígeno y se zambulle en las aguas claras de la costa para recoger su ración diaria de conchas, almejas y moluscos, los que luego venderá bajo la sombra de la sombrilla.


COCINA POCO CONVENCIONAL
El pescador continúa su tarea, acerca un remo gastadísimo y apoya un extremo en uno de los botes y el otro sobre la mesa. La paleta la usa al mejor estilo tabla de cualquier chef del lugar. Allí corta el pimiento en rebanadas iguales y luego las pica. Hace lo propio con la cebolla. Como no tiene salsa, nos pide que lo aguardemos y corre tras uno de los negocios cercanos al lugar y vuelve con la botellita de salsa picante “Búfalo”.
Nos pregunta de dónde somos, le decimos que de la Argentina y nos responde de que aquí "hay mucho Carlos Charly, mucho señor Brown, mucha disco" y se ríe mucho. Cuando lo hace muestra sus dientes y la cara oscura se le arruga por momentos.
Nos cuenta que estuvo trabajando en un lugar de comidas, pero como no quiso aprender lo dejó. "Ya mis tiempos pasaron", asegura. “Ya mi vida se va / la muerte me llama / y no quiero morir / alejado de ti…” canta y vuelve reírse.
Para este momento la comida ya está lista, así que tomamos la cuchilla con la que preparó el plato, cargamos una considerable porción y degustamos los ostiones. "¿Te gusta?" Nos dice. Le respondemos que está bueno y seguidamente le damos un gran trago a la cerveza, que ayuda a contrarrestar el picante. “Te iba a dar una cucharita, pero te hiciste el rústico" (risas).
Víctor nació en 1960 y pesca desde siempre, pero no lo hace con red sino con cuerda, “me gusta que me zamarreen, que me tiren los nervios”.
Nos cuenta un tanto penoso que se les dificulta un poco la tarea de pesca porque no tienen una embarcación acondicionada, pero eso no le impide levantarse todas las mañanas e irse a una de las costas que vemos a un kilómetro aproximadamente de donde estamos. Víctor hace sus búsquedas bajo el mar, como está ahora ni los buzos se quieren meter nos dice, “hay que conocer el agua”. El viento también sopla y suma dificultades para hacer este tipo de tareas.
Cuando le preguntamos cómo se llama el plato que nos hicimos preparar nos dice que son “ostiones a la caribú”; que no es un nombre establecido, sino que es uno que él mismo lo denominó así.
Se ríe todo el tiempo. Habla como mexicano pero a su vez tiene un tono que hasta los mismos lugareños se sorprenden. Le preguntamos cómo está la seguridad del lugar y nos dice que un poco difícil porque los narcos están “chingando” hasta los taxistas. Una de las razones por la que este lugar ha perdido una considerable convocatoria es justamente por el tema de la seguridad. “La política brother, es brava…” nos resume.


PANORÁMICAS
Las temperaturas de los días en los que transcurrimos en Acapulco oscilaron entre los 40 grados y un poco menos cuando llueve. La playa es un desfile de vendedores ambulantes que nos ofrecen los productos más disimiles: desde llaveros, ropa, comida, nos rentan sus motos acuáticas, un viaje en parapente, o en gomones, hasta música interpretada por dos niños que rascan una lata de arvejas como si fuese un güiro y hacen un cantito para pedir una colaboración. Las embarcaciones surcan el mar de manera armoniosa. El agua es cálida, de día y de noche, invita a pasarse un largo rato metido dentro de ella. La sal se hace sentir en los ojos y de los labios, pero la permanencia en el agua acostumbra nuestros sentidos. Si miramos a nuestros costados podemos observar que a un extremo de la playa se encuentra el puesto de la Prefectura Naval y para el otro la playa pública se extiende por toda la bahía con los colores de la sombrilla marcando un caminito imaginario.


LA DESPEDIDA
La charla va llegando a su fin. Hemos compartido un momento diferente con Víctor Almeyda un pescador del lugar que ha vivido toda su vida del mar. Le pagamos por el plato que consumimos y nos saludamos muy gratamente. Él espera que volvamos y preguntemos por él en el mismo lugar.
Nos retiramos para darnos los últimos chapuzones en este día de verano intenso en las playas de Acapulco. Pronto nos espera el viaje de retorno a la Villa, a volver a la cotidianeidad, a las responsabilidades... a nuestra vida.



(*) Publicado en ninguna parte... 03 de setiembre de 2011.-